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San Pedro ovaciona el último canto de Miguel Escalada, “un Peter Pan vitalista y soñador”

Multitudinario funeral para despedir al locutor y músico gijonés, fallecido a los 75 años, una persona que "vivió con intensidad y métrica propia"

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El funeral de Miguel Escalada en San Pedro, en imágenes Juan Plaza

 

Del mismo modo que en su día tomó el apellido materno para iniciar su carrera artística, Miguel Escalada también heredó de su madre “un buen corazón” –como así reveló el sacerdote Juan José Tuñón Escalada durante el funeral de su primo– con el que se ganó el cariño y respeto de toda una profesión que ayer le lloraba y aplaudía cuando el féretro atravesó los pórticos de la iglesia de San Pedro. “Vivió en profundidad, dándole a la vida una métrica propia, con intensidad, y donde la familia y amigos eran muy importantes”, recordó el religioso durante una multitudinaria eucaristía que concluyó con la emotiva intervención de su hija, Covadonga Muñiz García. “Fue amigo de sus amigos, y hasta de los que no lo eran. Un Peter Pan que no se callaba nunca. Vitalista y soñador”, glosó.

La muerte de Miguel Escalada el miércoles a los 75 años, tras no superar una operación, conmocionó a la música asturiana y sus muchos amigos. Es por ello que “tristeza y sorpresa” fueron los dos sentimientos que Tuñón Escalada puso de manifiesto al inicio de la celebración religiosa. Aprovechó la homilía para recordar la devoción que su pariente sintió siempre por la virgen de Covadonga, a la que acudía a visitar todos los años para sumar cada vez una medalla más. “Llegó a tener 54 hasta que un día las perdió todas en la playa”, desveló después la hija de Escalada. Así las cosas, la misa sirvió para recordar a un hombre “preocupado e interesado por el mundo y la sociedad que le rodeaba”, una persona “que amaba intensamente a sus hijos, su nieto y amigos” y que siempre estuvo “lleno de proyectos, entregado a la música y la radio, a la comunicación”. “Fue una persona singular, y por eso el vacío que dejan este tipo de personas es mayor. Eso hace que notemos más su ausencia”, resolvió Juan José Tuñón Escalada, acompañado durante la misa por el cura José Manuel Álvarez.

Prueba de ello fueron la multitud de amigos que se agolparon a la entrada del templo. “Era el mejor comunicador de música y locutor. Una gran persona, gran entendido de la música y un gran amigo de todos”, compartió Emilio Acebal, compañero como batería en “Los Sonys” desde su origen. “Como a toda esa generación que le tocó ser pionera, tuvo muchas inquietudes y una gran capacidad de relacionarse con la gente”, aportó Carlos Martegón, de “Los Stukas”. “Vivía la música desde que se levantaba, era una biblioteca andante que sabía todo de los 60 y 70 y activa hasta el final”, reconoció el músico Béznar Arias, acompañado de José Miguel Díaz, de “Los Linces”.

Antes de que los restos mortales del locutor y promotor musical nacido en la calle Ezcurdia, en pleno barrio de La Arena, fueran conducidos hasta el cementerio de El Sucu, en Ceares, su hija Covadonga Muñiz tomó la palabra para recordar el lado más personal de su padre, “Miguel, el pequeñín”, como ella le llamaba. Recuerdos de toda una vida, como “los motes que me ponía a mi y a todo el mundo, las fotos que me hacía mientras comía, y las veces que le acompañaba vendiendo discos cuando organizaba algún concierto para sus amigos”. Covadonga Muñiz, que cerró su intervención diciendo “Gracias y feliz Navidad”, como hacía siempre su padre, recordó que días antes de la muerte de Escalada había muerto su perro, “Lolo”, imaginándoles a los dos, en compañía de Cándida, su abuela paterna, “mirando al mar”. 

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