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Jove reparte 48.000 rosquillas por San Blas: “Crean devoción”

La parroquia inicia el empaquetado de los dulces, que venderá por el santo de las dolencias de garganta

Bendición en la parroquia de Jove de las rosquillas de San Blas

Bendición en la parroquia de Jove de las rosquillas de San Blas Ángel González

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Bendición en la parroquia de Jove de las rosquillas de San Blas C. M. Basteiro

Para hablar del origen de la tradición de las “rosquillas sanadoras” de San Blas de Jove, que la parroquia vende todos los años en la misa por el santo de los otorrinos –que vela por las dolencias de garganta–, hay que recordar a Herminia. Era el ama de llaves de la iglesia en los años cincuenta y, por cierto, la primera de España que estuvo dada de alta en la Seguridad Social. Pero el caso es que el primer domingo de febrero del año 1952, llevó unas rosquillas calientes a unos niños que estaban en la catequesis: “A comer, que hace un frío que pela”, les dijo. Era el día de San Blas y, cuentan en Jove, aquel año hubo menos amigdalitis. Fueron las primeras “rosquillas sanadoras”.

Una de aquellas niñas que probó los dulces de Herminia fue Montse Álvarez. Y, ayer, estuvo en la bendición y el empaquetado de las cerca de 48.000 rosquillas que venderá la parroquia en la misa del día de San Blas (el 3 de febrero, a las 12 horas). Así de grande es ahora aquel pequeño gesto de Herminia: más de media tonelada de masa, que llevan a un obrador para su elaboración. Con receta original y secreta.

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El empaquetado y bendición de las rosquillas para San Blas en Jove, en imágenes Ángel González

“Lo único que podemos contar de las rosquillas es que llevan manteca, azúcar y harina. Pero nada más. Las porciones solo las sabemos en la parroquia, y de aquí no salen”, afirma, rotundo, Víctor Pando. Es uno de los feligreses que más conocen la tradición de San Blas, la vive desde el principio: “Cuando empezamos se hacían las rosquillas en Jove... Hacíamos unos doscientos paquetes o así”. Ahora son cerca de 8.000 bolsitas, con seis rosquillas en cada una. Salen las cuentas: 48.000 dulces por la devoción a San Blas. Antes de la crisis del covid-19, llegaban a los 600 kilos de masa. “Ahora vendrá menos gente, con todo esto que pasa”, apunta Pando a la mascarilla.

Ni la pandemia acaba con la tradición de Jove. “Viene todos los años mucha gente, ya no cabíamos antes en la iglesia y ahora con la distancia de seguridad menos”, afirma Luisa Fernández. Ella, Lena Mari y Montse Álvarez son “empaquetadoras” de las rosquillas desde hace décadas: “Venimos y estamos hasta que cansamos. Antes tardábamos dos días, ahora serán tres porque puede venir menos gente por el covid-19”, señalan.

Se hace el silencio, el párroco Eduardo Zulaiba está ya listo para la bendición de las rosquillas. “Me parece una tradición muy bonita y que sirve de unión para la parroquia. Estos encuentros, que velan por la hermandad, hay que respetarlos siempre”, asegura. Es el párroco de la Unión Pastoral de Fátima y Jove.

Empieza el empaquetado, con grandes bolsas sobre las mesas cubiertas de la casa parroquial. ¿No serán muchas? “Tienen mucha demanda. Hay personas que llegan a encargar hasta cien bolsas. Recibimos a muchas personas con dolencias de garganta, fieles devotos de San Blas”. Ladea la cabeza Pando, que anda colocando unas cajas: “Unos son devotos de San Blas, eso sí, pero otros son devotos de las rosquillas”.

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