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Horas bajas en el Rastro por los altos costes y el “excesivo celo policial”: “Cada vez somos menos”

Los vendedores reconocen que la dificultad para aparcar en la zona este y la carestía de la vida lastran la recuperación: “El bajón es tremendo”

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En imágenes: Ambiente en el Rastro de Gijón. Ángel González

Gregorio Gabárriz es un veterano del Rastro. Cuenta que lleva 15 años vendiendo calcetines de todas las marcas en el aparcamiento del Palacio de los Deportes de La Guía. Y que ya ni se acuerda del tiempo que lleva trabajando. Curra con su hijo y su nuera, que tienen otro puesto al lado del suyo. Y la preocupación crece en ellos. Explican que el nivel de ventas tras los años de pandemia está lejos de recuperarse. El coste de la vida, de la gasolina y el “excesivo celo policial” son el diagnóstico que hacen ellos y otros muchos tenderos para explicar las horas bajas del Rastro, un clásico que no pasa por su mejor momento. “Cada vez somos menos vendedores”, aseguran.

La opinión de Gabárriz no es ni mucho menos minoritaria. El dato de que el número de solicitudes es mayor que el número de puestos que hay en oferta es algo que no sorprende a los más veteranos. “Es algo que pasa siempre”, apuntan muchos de los tenderos. Es el caso, por ejemplo, de Fernando Jiménez. Él tiene 54 años y lleva desde los 18 vendiendo ropa. “En todos los mercados siempre hay lista de espera. Es algo muy común”, afirma. Considera que, dadas las circunstancias, ampliar espacio para que entren más puestos no tiene sentido. “No hay tanto público”, considera. Y sobre el nivel de ventas, lo que ya se ha dicho. “Después de la pandemia las ventas están peor que nunca. La gente cada vez gasta menos”, argumenta.

Volviendo a Gabárriz, el experimentado vendedor relata cómo fue la mañana de ayer. “Mira, mira la hora que es. Es la una y se me han acercado solo tres personas”, repasa. “El bajón es tremendo. Tenemos pérdidas del 90 por ciento”, añade. “Con estas circunstancias hay mucha gente que decide marcharse. No cunde porque hay que pagar impuestos, autónomos, el gasoil... yo, porque soy de Gijón, pero imagínate para el que viene de fuera”, explica. Señala otros problemas. Lo difícil que es aparcar es uno de ellos. “Los días de fútbol es complicado dejar el coche. Además, aquí siempre hay alguna actividad. Todos los domingos hacen una carrera y cortan”, dice.

El vendedor Gregorio Gabárriz, en su puesto.

El “excesivo” celo policial es otra de las causas que, según los vendedores, está detrás de que cada vez más tenderos rehusen instalar su puesto. Lo cuenta una comerciante que vende telas, pero que prefiere no salir con nombre por miedo a represalias. “A la mínima aquí te sancionan. Se presiona mucho. Demasiado. Entonces, la gente marcha a otros mercados a vender”, acuña. Los puestos de alimentación tampoco reverdecen laureles. Lo cuenta Dolores Costales. “La pandemia repercutió mucho. Hay mucha gente que lo ha dejado. Al lado de mi puesto antes estaba todo lleno. A lo mejor sería bueno rebajar la cuota. Pero la crisis está en todos lados”, zanja.

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