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Los amigos de Dacuña, sobre el asesino: “No sabía cómo dejarle, le tenía miedo”

El entorno de la víctima la describe como “una maravillosa persona” que les ocultó “el acoso que sufría” para no preocuparles

Por la izquierda, Salomé Miranda, abogada de la familia; Óscar Muslera, Davinia Bravo, Ana, Arancha y Mónica Rodríguez Simón, Aroa Sánchez y Ana Isabel Menes, ayer, a la puerta del Palacio de Justicia. | Ángel González

Familiares y amigos de Lorena Dacuña recordaron ayer a una mujer “maravillosa, buena, con la que se podía contar para todo”, pero que en los últimos años de relación con José Manuel Sánchez Merino, el asesino confeso, se había ido alejando de todo su entorno, cambiando hasta tal punto de que se la veía “triste, sin ganas de arreglarse y poniendo excusas para no quedar o para marchar escopetada” por el “acoso” que sufría por parte del acusado. Uno tras otro fueron mostrando ante el jurado popular el perfil de una persona maltratada psicológicamente que al final tomó la decisión de poner fin a la relación, y echarle de casa, después de que este individuo utilizase unas tijeras para cortarle la ropa interior y los vestidos (confesado el lunes por el propio acusado) al entender que “si no se las ponía para él no se las ponía para nadie”. Los momentos de mayor emotividad en la sala llegaron con el testimonio de María Luisa Fernández, tía carnal de la víctima, al decir, mirando al cielo, que venía a decir la verdad para que se le hiciera “justicia” a su sobrina. “Es lo único que puedo hacer ya por ella”, confesó entre lágrimas, que contagió a más de un miembro del jurado popular y de los presentes en la sala.

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EN IMÁGENES: Juicio por el crimen machista de la gijonesa Lorena Dacuña Ángel González

Entre nervios y lágrimas declaró el entorno más próximo a Dacuña. Uno de ellos fue su hermano, Francisco, que antes de entrar al juicio valoró la defensa del asesino. “Se cumple lo de que la maté porque era mía”, señaló. Ya en sala, manifestó que mantenía una relación muy unida a su hermana. Explicó que percibió un cambio de actitud en su hermana, pues “se fue marchitando” y que, tras la ruptura con Sánchez Merino “recuperó la alegría porque se había liberado”. Además, relató el momento en el que el asesino confeso contactó con él para que intercediera con su hermana para que volviese con él. Fue una conversación “de más de una hora” por teléfono en la Nochebuena de 2019, apenas un mes y medio antes del asesinato. “Me llamó para que intentara suavizarlo, pero ella estaba más que convencida. Debió pasarlo muy mal y tragárselo ella todo, porque no le gustaba compartir las cosas malas para no preocupar. Hasta después no me enteré de los celos, el acoso y que consultase su móvil y los horarios”, describió Dacuña.

Esa versión fue compartida por las amigas de toda la vida de Lorena Dacuña, Davinia Bravo y Aroa Sánchez. Percibieron un cambio sustancial en la forma de relacionarse. Solo al final ella terminó abriéndose un poco más, a raíz del episodio de las tijeras y la ropa interior. “Intentamos que denunciara, le recomendamos que cambiara la cerradura. Estábamos preocupadas porque las llamadas eran muy insistentes después de dejarlo, y hasta un día tuvo que enviarle una foto conmigo y con mi novio porque no se creía que estuviese con nosotros”, recordó Sánchez. “Tuvieron una relación tóxica, debía ocultarse hasta cuando se venía a mi pueblo porque se ponía celoso”, añadió. También Ana Isabel Menes incidía en esa línea posesiva que en los últimos años se veía en Sánchez Merino, que durante esos testimonios apretaba sus manos, esposadas, y movía insistentemente las rodillas. Sin despegar las vista del suelo. Apenas cruzó miradas.

“Le pedimos denunciar”

Tanto Aroa Sánchez, acompañado por su novio, Óscar Muslera, como Davinia Bravo acudieron al piso de Lorena Dacuña cuando faltó a trabajar el lunes. Se pusieron en contacto con la familia, y la cuñada de la fallecida, Nuria García, llevó las llaves. También fue el tío de la víctima, Arsenio Coto, que se emocionó al declarar. “En la habitación de la izquierda vimos que estaba tirada en la cama. Tenía un golpe en la cara y al tocarla estaba fría. Estaba muerta y avisamos al 112”, coincidieron todos los que el día del hallazgo vieron el cadáver de la gijonesa, “vestida y con el bolso puesto”.

Todos tuvieron claro la autoría. “Cuando supimos que no había ido a trabajar le dije a mi novia, ponte en lo peor, seguro que este hijo de puta le hizo algo”, recordó Muslera, sin que Sánchez Merino levantara la vista. Fue este testimonio una muestra de que al encontrar muerta a Dacuña todos tuvieron claro el nombre del responsable. “Estaba convencido por lo que nos había contado ella, que tenía miedo. Luego fuimos a la sidrería donde trabajaba y llevaban sin verle desde el sábado. Era claro que había sido este tipo”, desveló.

En la sesión de este martes, segunda de las cinco, también tomaron parte varias vecinas del edificio de la calle Callao donde residía Lorena Dacuña, pero para decir que apenas oyeron “un ruido, como un portazo”. “Me levanté y me acerqué a la mirilla pero la luz estaba apagada”, señaló una de las inquilinas del inmueble. También ofrecieron su versión la compañera de trabajo con la que Dacuña había salido de fiesta por La Calzada y un hombre con el que la fallecida se escribía por redes sociales seis meses antes de su muerte, un relato que también tensionó a Sánchez Merino. Hoy la tercera sesión, con las periciales de forenses y policía científica.

El portugués que acompañó a la mujer a casa no se presenta en el juicio

Fueron catorce los testimonios ayer en el juicio, pero faltó uno: el de Gilberto R. M., el acompañante portugués con el que Lorena Dacuña acudió a su casa de la calle Callao la madrugada del crimen, y la última persona que la vio con vida (además de su asesino) no se presentó a la vista. Es por ello que la presidenta de la sección octava de la Audiencia, Alicia Martínez Serrano, dio instrucciones para que se le localizara y comprobara si había sido debidamente citado para asistir al juicio, tratando además de encontrar otro día, incluso por la vía de la videoconferencia, para que prestara testimonio. Eso sí, la fiscal del caso, Marta Seijas, solicitó que se le impusiera una multa una vez hechas las comprobaciones, puesto que “yo estaba presente el día que se le dejó muy claro que debía venir al juicio”. Este hombre fue quien salió corriendo de la casa de la gijonesa al ver a Sánchez Merino empujarles e increpar a su expareja. Tras el cambio de versión del procesado, que el lunes testificó que la madrugada de autos había salido tras el portugués al robarle su mochila, dejando tiempo a Dacuña de cerrar la puerta y avisar a la Policía. Es vital por tanto el relato de Gilberto R. M. y las acusaciones no están dispuestas a renunciar a su testimonio.

Este hombre acudió a comisaría al saber que le buscaba la Policía. Según su declaración, a la que tuvo acceso LA NUEVA ESPAÑA, el portugués explicó: “Me empujó un hombre por detrás, empujando yo a Lorena, cayendo al suelo. No tuvo tiempo de encender la luz, estaba todo oscuro y me quedé en shock, escuchando a ese hombre gritar “puta” a Lorena en varias ocasiones. Entré en pánico y solo se me ocurrió echar a correr”.

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