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El asesino de Lorena Dacuña: "Quiero que me juzguen, pero por la verdad, no con mentiras"

"La familia se merece justicia", dice la acusación particular, que insiste en los 25 años de cárcel para el gijonés: "Se ensañó"

Juicio por el asesinato de Lorena Dacuña. ANGEL GONZALEZ

"Pido disculpas a la familia y a la sociedad, lo digo sinceramente, pero quiere que se me juzgue con la verdad y no con mentiras". Así se manifestó esta mañana José Manuel Sánchez Merino, asesino confeso de Lorena Dacuña, para hacer uso de su turno de sus últimas palabras esta mañana en la que fue la última sesión del juicio ante del jurado popular antes de su deliberación, programada para mañana. La cita de hoy, centrada en el relato de los hechos de cada una de las partes implicadas, acusaciones y defensa, trató de justificar ante el jurado popular la existencia o no de ensañamiento, que será el detalle que haga variar la condena entre los 20 y los 25 años. Fiscalía, Abogacía del Estado y la defensa del acusado piden los 20 años porque entienden que el ensañamiento, en su término jurídico, no concurre. Las acusaciones particular (que representa a la familia) y la popular (de Abogadas por la Igualdad) sí entienden que las 20 heridas de arma blanca que presentaba la gijonesa pueden considerarse como un sufrimiento "excesivo e innecesario".

Que el propio Sánchez Merino aceptase ayer, por mediación de su letrada, adherirse a la petición de condena y relato de los hechos del Ministerio Fiscal simplifica la decisión del jurado. El debate ya excluye un posible delito de homicidio y se da por probado el asesinato. La diferencia entre ambos delitos, la presencia de alevosía, se veía clara por el comportamiento del acusado. Tal y como relataron hoy las acusaciones, cuando unos amigos en común le contaron que Dacuña estaba con otro hombre en el bar, el acusado, pese a que había roto con la fallecida hacía meses, "fue a casa, cogió un cuchillo y se fue en autobús" hasta el karaoke donde le habían dicho que estaba. "Allí ya podría haber hablado con ella, pero esperó a que saliese con su acompañante y los siguió, asegurándose de no ser visto, hasta la casa de ella", recordó la fiscal. Una vez allí, aprovechó el portal entrecerrado para colarse, y aquí se aprecia otro hecho que muestra que tenía intención de pillar a la víctima de forma sorpresiva: subir por las escaleras viendo que la pareja había usado el ascensor. "Tampoco actuó entonces: esperó a que abriese la puerta y les empujó. Él mismo se lo contó a los policías", recordó el Ministerio Fiscal, que, sin embargo, no ve que que el acusado se hubiese ensañado con la víctima: "Pese a que lo que hizo pueda ser despreciable, maligno y horroroso, no quiso agravar su dolor". La Fiscalía, por último, entiende también que el ensañamiento no se puede probar porque los forenses no pueden probar en qué orden se acometieron las heridas, siendo una de ellas mortal (una puñalada en el corazón), por lo que no se puede acreditar si la víctima sufrió o no. Abogacía del Estado suscribió esta exposición incidiendo en que los agravantes de parentesco y desprecio de género están "claros": "Él no podía soportar que ella estuviese con otro, pese a que él si salía con otra persona".

Las acusaciones particular y popular se repartieron la argumentación contrario. Justificaron, a grandes rasgos, con tres argumentos. El primero, que los forenses sí relataron que algunas heridas se produjeron "con fuerza" y que, en cualquier caso, fueron una veintena de cortes, lo que para ellas sí podría considerarse ensañamiento. Recordaron también que la familia "se merece justicia", y que eso solo podrá cumplirse "con la máxima pena que permite la ley" en este tipo de delitos. También recordaron el dolor "emocional y moral" causado a la víctima, que estaba "muerta en vida" y a la que Sánchez Merino "nunca dejaba en paz", lo que para ellas también supone un daño desmedido. La defensa, por último, recordó la misma exposición de Fiscalía respecto al ensañamiento y explicó que este agravante se reserva para casos de "torturas" y de asesinatos en los que la muerte de la víctima se demora para prolongar su sufrimiento.

Tras las exposiciones, Sánchez Merino decidió usar su última palabra y, aunque volvió a confesar haber matado a la gijonesa, insistió en que debía ser juzgado "con la verdad". "Quiero que me crucifiquéis con la verdad, pero no con mentiras ni con el guion estudiado que han traído los testigos. Todos contaban lo mismo palabra por palabra", aseguró. Señaló también que la fallecido era "muy buena persona", pero negó ser un "controlador". "Soy culpable, no lo niego, pero no la controlaba. Trabajaba de camarero, no tenía tiempo", razonó. Terminó su intervención señalando: "Pido disculpas a la familia y a toda la sociedad, lo digo sinceramente. Solo me queda cumplir por lo que he hecho".

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