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Los mensajes de cariño en la despedida de José Luis Montero, párroco de Ceares y Lavandera: “Tenía muy buen humor y le encantaba estar con su gente”

“Era excepcional”, destacan los vecinos y conocidos del sacerdote, cuyo funeral se celebrará este lunes en la iglesia de San Andrés

Sobre estas líneas, familiares y asistentes a la capilla ardiente ayer en el tanatorio de Cabueñes. A la izquierda, José Luis Montero. | Marcos León

El goteo de visitantes para despedir a José Luis Montero en el tanatorio de Cabueñes no cesó durante todo el día de ayer. Vecinos de Ceares y Lavandera, así como sacerdotes de diferentes parroquias de la ciudad y de la región, acudieron a despedir al que fuera párroco de estos dos feligresías de Gijón durante los últimos 36 años. Y transmitir el cariño y respeto que le procesaban a sus familiares. “Tenía muy buen humor y le encantaba estar con su gente, con los feligreses, como un vecino más”, explicó su sobrino Carlos Montero. “Ya lo sabíamos, pero hemos visto todo lo que le querían y sentimos agradecimiento. Era un cura de los de toda la vida, que le gustaba estar con su gente, y eso hizo hasta casi el último momento”, subrayó.

“Tenía muy buen humor y le encantaba estar con su gente”, dice la familia de José Luis Montero

José Luis Montero, natural de Castropol, falleció la madrugada del pasado sábado a los 86 años de forma repentina en la casa sacerdotal de San Andrés de Ceares, donde mañana tendrá lugar el funeral a las 12.00 horas, oficiado por el Arzobispo de Asturias, Jesús Sanz Montes. Una hora antes tendrá lugar un velatorio en la propia iglesia. Tras el funeral le rendirá tributo el Grupo de gaitas “Pepe Blanco”, muy vinculado a la parroquia. Después será enterrado en Castropol, su localidad natal. “Sentía una gran devoción, allí descansa su madre y sus hermanos. Para él su pueblo siempre era lo máximo”, confiesa su sobrino Carlos Montero. “Vivimos siempre con él, desde que llegamos a la vez a Gijón en 1985, cuando murió su hermano Antonio, que era el párroco de Ceares. Era como nuestro padre o nuestro hermano”, añade.

Su primer destino nada más oficiarse como sacerdote fue Avilés, en Miranda, donde ejerció como coadjutor. Después estuvo en Sama, Bimenes, Tapia de Casariego o Nueva de Llanes. En Ceares entró como párroco en 1986, tras la muerte de su hermano Antonio. Otro hermano más, Carlos, también fue cura, en este caso de Limanes, en Oviedo. En su familia llegaron a ser doce hermanos, aunque algunos de ellos murieron de pequeños. “Siempre fuimos una familia muy unida”, destacó su sobrino.

Poco después de asumir la parroquia de Ceares también hizo lo propio con la de la parroquia de Lavandera. Su presidente vecinal, Antonio Piñera, se pasó junto a su mujer Josefina Corujo por el tanatorio de Cabueñes. “El domingo anterior, después de la misa, todavía nos dijo de tomar un café a los que habíamos ido, como hacía siempre”, destacó Corujo. “Deja mucha huella, era muy bueno, como los curas de siempre”, puntualizó. “Era muy correcto en la iglesia y luego fuera muy cordial, tratable y siempre dispuesto a todo”, rememoró Piñera.

En Ceares tuvo a dos personas siempre muy cercanas. Rufino Gallegos y Luis Areces. Ambos colaboraron con él siempre en la parroquia, compartieron andamio para hacer obras y le acompañaron hasta casi el último momento. “Lo vamos a echar mucho de menos”, indicó Areces. “Era una persona fabulosa, uno más, para cualquier cosas se prestaba, nunca decía que no a nada”, amplió.

A media mañana, José Vicente Álvarez, párroco de San Julián de Roces, se acercó a la sala del tanatorio para rezar un responso y mostrar su cariño a los familiares y amigos. “Era excepcional”, resumió antes de detallar su labor como sacerdote: “Era un gran amigo y compañero. Tenía su casa abierta para todos, para los enfermos y todos aquellos que lo necesitasen. Era muy fraterno con todos los sacerdotes, nos deja un gran recuerdo a todos, le echaremos de menos”.

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