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Llanto por el niño fallecido en Gijón al caerle una estatua del jardín, “un crío revoltoso al que le encantaba jugar”

El menor, cuyo funeral se celebra hoy, fue homenajeado con flores a la puerta de su casa y con un minuto de silencio en un torneo de rugby en Avilés

Familiares y amigos del niño fallecido, ayer, en el tanatorio. ANGEL GONZALEZ

Tres flores, dos calas blancas y un clavel rojo, colocadas con delicadeza al pie de la finca San Blas, en Mareo, señalaban ayer el lugar donde hace dos días trataron de reanimar sin éxito a E. G. S., el pequeño de ocho años que falleció el viernes, tras una hora de agónica de maniobras para salvarle la vida, después de que le hubiera caído una estatua de 20 kilos en el jardín de su casa, mientras jugaba con su hermano de diez años y con su tía, de nueve. Un gesto, el de las flores, sencillo y emotivo, que ilustra el talante de una familia que ayer amaneció y se acostó absolutamente devastada por el dolor. “Le encantaba jugar. No tenemos palabras. Seguimos rotos”, apuntaron los parientes del crío. El tanatorio de El Lauredal acogerá esta tarde, a las cinco, su despedida.

La tragedia ocurrida el pasado viernes en la parroquia de Leorio pasaba ayer a mediodía desapercibida para los vehículos que surcaban a toda velocidad la AS-376, la vía donde se ubica la casa. Solo algunos ciclistas, los de pedaleo más fatigoso, podían advertir las humildes flores en homenaje del niño. Lo sucedido en esa finca familiar, que antaño fue una residencia de ancianos, lo recordó ayer Jesús, uno de sus tíos. “El ‘neno’ estaba jugando con la tía, con la ‘piquiñina’. Debió pensar que la estatua estaba firme y se le vino encima”, explicó.

La familia vive desde octubre en esta casa. Habían pedido al dueño de la propiedad retirar las cuatro estatuas que hay en el jardín. “Estamos de alquiler y se negaron. Ahora ya sí se las van a llevar, pero el mal está hecho”, lamentó Jesús.

Muchos vecinos de Mareo identificaron hace dos días rápidamente la casa donde aconteció la tragedia precisamente por el gran portón blanco de la entrada a la casa. Superado éste, a la izquierda, está la casa. En el centro está el patio y, a la derecha, el jardín donde estaban jugando los niños, antes del accidente fatal. La estatua que segó la vida del pequeño seguía en la casa, tirada en la hierba. Desde fuera, un muro de unos dos metros de altura rodea la amplia finca. Según la perspectiva, desde la calle se pueden intuir algunas de las estatuas, aupadas en pedestales.

“Estábamos arreglando el jardín. Lo queríamos tener bien para que jugaran al fútbol”, contó este familiar. “Una vez jugando a la pelota en el patio se le fue el balón a la calle. Quería salir a la carretera a por él, pero le dijo que no, que iba yo”, añadió. Jesús contó ayer esta anécdota varias veces. “Le tenía mucho cariño. Era de los pocos sobrinos que me quedaban por conocer”, confesó, con un deje de tristeza en su acento gallego. Un acento que mantiene a pesar de llevar mucho viviendo en Gijón.

Este hombre vivió hace tiempo en la calle Dos de Mayo en El Natahoyo. Casualidad macabra del destino, a pocos bloques, según contó, del edificio en el que en la Navidad de 2019 falleció un niño de tres años atragantado por una uva. Toda la familia del pequeño fallecido es de origen gallego, pero las madres del pequeño llegaron a Mareo hace meses. La madre biológica se llama María Silva, auxiliar de enfermería. Es de Pontevedra, pero vino a Gijón a cuidar de sus abuelos, que viven con movilidad reducida en la casa de Mareo. También gallega, de Foz (Lugo), es Carla González, la pareja, quien estaba fuera de Asturias cuando aconteció la tragedia. Fue la madre del pequeño, María, la que relató hace dos días que, tras haberse caído la estatua, llevó desde el jardín a la puerta de casa a su hijo, ya malherido, para pedir auxilio. “Cuando pasó no sabíamos cómo reaccionar”, rememoró ayer Jesús.

Minuto de silencio por el niño gijonés durante el torneo de rugby que se celebró ayer en La Toba, en Avilés. | Mara Villamuza

La primera en atender al menor fue una enfermera que pasaba por la zona. Los médicos trataron de mantener con vida al niño durante al menos una hora. Tenía lesiones por todo el cuerpo. Un fuerte traumatismo craneoencefálico hizo imposible salvarle la vida a este niño, homenajeado ayer en un torneo de rugby en Avilés.

“La enfermera que le trató era muy maja. Le estamos muy agradecidos”, narró el tío del pequeño, que aguardaba ayer en la vivienda esperando para poder ir al tanatorio Jardín de El Lauredal. Aguardaba el paso de los minutos encaramado al muro de la casa, con los brazos apoyados en la parte superior, en el extremo de la finca más próximo al camino de la Cuesta Gil. Fumaba Ducados Rubio, que guardaba una cajetilla de Camel, como tiene por costumbre. “Era revoltoso, le encantaba jugar. Me quitaba mi fouziño y las tijeras. Le reñía, pero era un crío. Le encantaba el rugby. Le habría comprado un balón y unas botas”, zanjó con la mirada perdida.

Las muestras de cariño a la familia del pequeño fueron ayer numerosas. A la casa familiar, muy cerca del cruce de la carretera general de Mareo con el camino de la Cuesta Gil se acercaron varias amigas de la madre. El afecto se dejó sentir también en el tanatorio ubicado en el barrio de El Lauredal. El velatorio se celebró en la estricta intimidad familiar. La celebración de la palabra será hoy en la capilla de este equipamiento a las 17.00 horas. Los restos mortales del niño serán incinerados.

A El Lauredal acudieron varios miembros del Calzada Rugby Club. Este era el equipo en el que jugaba el pequeño desde hacía pocos meses. El niño compartía vestuario con su tía y su madre era la delegada de su escuadra, de categoría sub-10. “Trataremos de apoyar en todo a la familia. Si hay algún homenaje será consensuado con ellos. Estamos todavía en shock, pero tratando de apoyar en lo que podamos”, explicó David Corujo, el presidente del club, que fue hasta el tanatorio del club a presentar el pésame.

También acudió un nutrido grupo de padres y madres del colegio Lloréu, donde el pequeño estudiaba tercero de Primaria. El grupo quedó a las puertas del tanatorio, para entrar todos juntos. También estaban muy dolidos. “Estamos impactado. Es algo que no podemos creer todavía. Somos varios padres y madres los que hemos venido”, apostilló Olga Díaz, la presidenta de la asociación de madres y padres del centro de El Natahoyo.

Las muestras de respeto se dejaron ver también en el complejo deportivo de La Toba, en Avilés. Allí se celebró un campeonato de rugby a las cuatro de la tarde. Se guardó un minuto de silencio. Los gestos de apoyo a través de las redes sociales también llegaron a la familia del pequeño y a sus allegados. Entre los clubes que enviaron el pésame estuvo el Sporting, entre otros, y organismos regionales como la Federación Asturiana de Rugby, que publicó una imagen con un crespón negro en memoria del pequeño fallecido.

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