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Ayudante de dinosaurio

Actuaciones educativas de éxito para la ciudadanía del futuro

Hace tiempo, cuando la normalidad vieja estaba a punto de precipitarse pandemia abajo, un grupo de niñas y niños de 4 y 5 años visitaron el Centro Integrado de FP de Comunicación, Imagen y Sonido de Langreo. Aquella chiquillería recorrió feliz el plató de televisión, los estudios de fotografía, de grabación musical, emisora de radio, talleres, camerinos… viendo formarse al alumnado y recibiendo explicaciones sobre las profesiones de audiovisuales y espectáculos. Después de una foto de grupo ruidosa, inolvidable y antes de despedirme del contingente alborozado, pregunté a uno de los críos si la visita le había inspirado sobre qué ser de mayor. “¡Sí!”, me contestó, “ayudante de dinosaurio”. He vuelto mentalmente decenas de veces a esa respuesta.

Me encantaría que la vida me diera la oportunidad de reencontrarme con mi ayudante de dinosaurio preferido dentro de, por ejemplo, veinticinco años. Para saber si es realizador de documentales o quizás guionista de ficción, paleontólogo, biólogo, abogado especializado en derecho animal, arquitecto, museólogo, dibujante, poeta… o una profesión que ni imagino, una de las muchas que irrumpirán en nuestro mundo cambiante, la realidad líquida de Zygmunt Bauman.

Me encantaría comprobar que todas y todos los que formamos parte de nuestro sistema educativo hemos sido -estamos siendo ahora mismo para él- capaces de ofrecerle camino y recursos de forma que todo su potencial encuentre salida y desemboque en un ser feliz que “ayuda”, es decir, no se conforma y transforma el mundo desde su espacio.

Acaban de celebrarse en el IES Alfonso II y la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad de Oviedo las Jornadas por una educación basada en evidencias de impacto social, organizadas por AEBE, la asociación que agrupa en Asturias a docentes que tratan de materializar en sus centros esas actuaciones contrastadas científica e internacionalmente.

Garantizar la diversidad en el aula, abrir los centros a la comunidad, fomentar el aprendizaje dialógico, es decir, basado en un diálogo igualitario dentro y fuera del aula, son las principales claves de esas actuaciones que han demostrado incrementar los niveles de éxito educativo. Esto significa que al alumnado “aventajado” se le ofrecen aún más recursos, y el que está al borde del “fracaso escolar” no se perderá en los márgenes, víctima de una tácita o explícita segregación por rendimiento.

Podría citarles a una importante voz del encuentro, Ramón Flecha, catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona e investigador internacional de estas actuaciones, pero quiero destacar la de Adela, abuela gitana, implicada en su comunidad educativa: “por primera vez tengo esperanza”.

Y mi mente voló de nuevo a mi querido anónimo ayudante de dinosaurio.

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