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El cura que juraba por Quini

Fueyo ejerció de embajador del Sporting durante toda su vida, fue capellán rojiblanco durante tres décadas, presidió la peña La Gaita, casó a infinidad de futbolistas y se mantuvo como fiel devoto de “El Brujo”

Fernando Fueyo, en Covadonga, con la plantilla que logró el histórico ascenso a Primera en 2015. | M. L. / J. P.

–A veces me preguntan con qué me voy a presentar ante las puertas del cielo, y si lo voy a hacer con el carné del Real Sporting. Sí, pero ante todo lo haré con el carné de misionero, el de los once años en Burundi. También llevaré unas libretinas en las que voy apuntando cada día las misas que digo. Y con ellas diré: ‘¡Hombre, Señor, con tantas veces que hemos tenido amistad e intimidad, no me falles!’ Y si me cierran la puerta, armo la de coyer.

Junto al expresidente Manuel Vega-Arango.

Así lo dijo el propio Fernando Fueyo en una entrevista a LA NUEVA ESPAÑA el pasado 2015. El sacerdote, incansable embajador del Sporting, era capellán del equipo desde los años 90, siendo antes ayudante de su precedesor. “Fue un referente para varias generaciones de jugadores”, agradecía ayer Javier Martínez, vicepresidente del club. “Para todos era ya normal verle antes del partido y rezar un padrenuestro. Era la costumbre. Creo que pocos equipos en España han normalizado una relación así de cercana con un cura”, recordaba ayer Alberto Lora , exfutbolista del club y ahora jugador del Marino de Luanco, que añade: “Para nosotros era más que un sacerdote. Era tan cercano al club y al equipo, estábamos tan acostumbrados a verles en los partidos, que muchos le veíamos como un aficionado más, como alguien muy cercano. Él tenía la posibilidad de estar más cerca de su equipo y lo disfrutaba muchísimo”. En esos encuentros, el religioso acabó más de una vez dándoselas de entrenador y dando sus propios consejos para afinar las jugadas. Eran también habituales sus visitas a Mareo para despedir a la plantilla antes de cada viaje. Y después de un mal partido, era mejor no buscarle las cosquillas. A muchos les dijo: “Si supieseis cuántas noches me fui a la cama sin cenar por una derrota...”. Otro histórico sportinguista, José Antonio Redondo, se deshacía ayer en halagos para quien acabó siendo un muy buen amigo. “Solo pueden decirse cosas buenas de él. Es una pena, esto es muy triste. La lista de anécdotas que me contó es inmensa”, recuerda.

Con la bufanda de la peña sportinguista La Gaita, que presidió.

En los últimos años fueron varias las quedadas en El Coto entre Redondo, Fueyo y otros referentes rojiblancos como Cundi. “Tomábamos unos vinos siempre que se podía para hablar de fútbol. Él siempre nos hacía muchas bromas”, aclara el jugador. “Era de esas personas que donde estaban dejaba un poso, un ser entrañable y un gran sportinguista. Lo conocimos como sacerdote, pero le resultaba muy fácil llegar a la gente”, completa Manuel Jiménez, otro histórico del club. Fernanda Rodríguez, su ahijada y nombrada así por el sacerdote, recordaba ayer que en los preparativos de su boda el sacerdote, que era el encargado de oficiar la ceremonia, le dio a ella y a su marido un único y gran consejo para facilitar la convivencia en pareja: “Todos los extremos son malos menos Luis Enrique y Manjarín”.

Ángel Fidalgo, Enrique Castro, «Quini», y Fernando Fueyo.

Fueyo presidió la peña sportinguista La Gaita; casó a generaciones y generaciones de futbolistas, bautizó a sus hijos y era, para cualquier consulta, el cura de cabecera en Mareo. “No lloréis, que Fernando estará ahora con Quini y con Preciado. Menudas parrafadas les estará soltando”, se escuchaba ayer, en la iglesia de San Nicolás, donde hoy se celebra su funeral. La capilla tenía ayer decenas de coronas del mundo rojiblanco, cuatro de ellas, las más grandes, del propio club, pero también decenas más de peñas sportinguista y una a nombre del futbolista David Villa. Fueyo, que juraba por Quini y siempre fue devoto de “El Brujo”, tuvo en el “Guaje” otra de sus grandes debilidades.

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