Gijón ha iniciado el año con la tasa de criminalidad más alta del último lustro, en concreto con 2.088 infracciones penales registradas entre enero y marzo, según los datos del Ministerio del Interior. La casi totalidad de los delitos, a excepción de los de índole sexual, han sufrido un repunte significativo, como los delitos graves por lesiones y riñas tumultuarias (24), los robos con violencia e intimidación en domicilios (54) y establecimientos (93), hurtos (514) y por tráfico de drogas (17).
Los datos del primer trimestre del año desvelan un incremento del 29,1 por ciento. Pese a esos incrementos sustancias, no ha habido asesinatos ni homicidios, ni consumados ni tentativas, este 2022. En 2021, por ejemplo, en la misma época del año había habido 1.617 casos, en un año marcado especialmente por la pandemia en esas fechas. En 2020 se registraron 1.732 infracciones penales. Los años previos al coronavirus, se movían en unas cifras muy similares, pero alejadas al incremento de este año. Por ejemplo, hubo 1.838 en 2019, 1.642 en 2018, 1.771 en 2017 y 1.710 en 2016, según la base de datos que ofrece el Ministerio del Interior.
A pesar de ese repunte, Gijón se mantiene como una de las ciudades más seguras de España y con mejores cifras que otras localidades con una población similares como Vigo (3.323), Valladolid (2.935), Vitoria (2.528), Hospitalet (4.326) o La Coruña (3.341). En Oviedo, por ejemplo, se registraron 1.851 infracciones penales.
“Es normal que aumente la delincuencia porque faltan medios. Los compañeros de seguridad ciudadana son de primer nivel, pero su solo se sacan cuatro vehículos a la calle, más ahora en verano, cuando se duplica la población de la ciudad, pues hay mayor sensación de impunidad”, señala Jorge Miguel Rodríguez, representante del sindicato Jupol en la comisaría de la Policía Nacional de Gijón. Defienden desde el sindicato policial que faltan medios materiales, en especial coches patrullas con distintivos que están “cada poco en el taller porque tienen entre 200.000 y 300.000 kilómetros”. Un problema, defiende Rodríguez, aplicable también a los coches policiales camuflados.
