La emoción y el ser humano antes que la frivolidad. Manolo García, ha acompañado y puesto música a todo un país durante cuatro décadas. Hoy llega al Gijón Life (avenida Albert Einstein, 22.00 horas). García vuelve con un doble álbum (octavo en solitario tras disolverse «El Último de la Fila»), formado por “Mi vida en Marte” y “Desatinos desplumados”.

–¿Qué tal va la gira?

–En realidad acaba de empezar, se retrasó el inicio. Llevamos cinco conciertos, pero la gente sale contenta, los comentarios son positivos. Mi intención es que el público piense que ha merecido la pena. Ganas de darlo todo no me faltan.

–¿Se centra en su último trabajo o hay canciones antiguas?

–Intento contentar a todo el mundo. Es cierto que como mi trayectoria es larga, el público disfruta escuchando los grandes éxitos. Hago mitad y mitad, canto siete u ocho de mi nuevo disco y el resto antiguas, quiero que sea una noche bonita para todos.

–¿Su relación con el público?

–Tampoco busco que se relacionen conmigo, sino con mis canciones. Yo ofrezco mi arte y mi música, busco ser fiel a mi fondo y que el mensaje cale. Me centro más en eso que en la publicidad y las ventas. Mi pretensión es lo humano, sin ínfulas ni tonterías, me dejo la vida para que quien me escucha sea feliz.

–¿Ha cambiado algo en todos estos años de trayectoria?

– Para mí ha sido un viaje interior, un diario de vida con mi música a través de las décadas, unos cambios que han ido encajando muy bien en mí.

–¿Qué tienen de especial Asturias y Gijón para usted?

–Asturias fue un descubrimiento, una nueva emoción. Llegué y conocí un país verde, con paisanos, praos y vaques, una tierra autosuficiente. Me tocó ver cómo el armazón minero se desmoronaba. Cuando amas tanto una tierra quieres que funcione bien. Hasta que fui a Gijón siempre había vivido en casa de mi padres, pero me resultó una ciudad familiar por el mar. El olor, la arena, allí nunca sentí nostalgia. Gijón me echó un ancla, me hizo crear lazos con mucha gente. Recuerdo que fueron tiempos felices.