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Los procuradores, entre lo familiar y lo digital

El Colegio local recuerda sus inicios analógicos y alerta del auge de los grandes despachos: "Antes nos conocíamos más"

Por la izquierda, Marta Hurtado, Cristina González, Elena Marqués, Sofía Sánchez-Andrade, Abel Celemín, Carmen Menéndez, Beatriz Nosti y Javier Gómez.

En plena revolución digital y tras dos años largo de pandemia, en el Colegio de Procuradores llevaban bastante tiempo sin tener una buena excusa para reunirse. Saldaron esa deuda pendiente hace ahora algo más de una semana, recuperando su encuentro anual para homenajear a los colegiados que cumplían 25 años adscritos a la entidad. Recibieron su insignia Abel Celemín Larroque, Cristina González Longo y Beatriz Nosti García, que cumplieron su cuarto de siglo como colegiados el año pasado, así como Ana María Cosío Carreño, Marta Hurtado March, Carmen Menéndez Álvarez, Sofía Sánchez-Andrade Ucha y Eva Vega del Dago, de aniversario en este año en curso. Hurtado, con covid el día de la gala, recogió su insignia en la sede del Colegio hace unos días. Para el resto, el encuentro fue la primera celebración oficial con Javier Gómez Mendoza como decano. "Para nosotros era importante recuperar esta cita porque en este gremio todos nos dicen que es poco habitual que en un colegio nos llevemos todos tan bien", presume.

Los procuradores recuerdan con cierta nostalgia sus inicios en el oficio hace un cuarto de siglo. Recuerdan los despachos rebosantes de papeles, las copias y las dobles copias de cientos de documentos que se amontonaban un poco por todas partes, el ajetreo. "Todo nuestro trabajo, desde los escritos formales hasta las notificaciones más simples, era en papel. Hoy casi todo es telemático. Y es comprensible, pero desde entonces se ha perdido mucha relación con el resto de compañeros y con los propios funcionarios. Antes nos conocíamos más", valora Celemín. Elena Marqués, miembro de la junta directiva, lo tiene claro: "Yo, si pudiese, volvería a aquella época". Otros compañeros asienten con la cabeza, aunque varios reconocen que lo telemático permite más flexibilidad horaria y, sobre todo, teletrabajar para gestiones simples. "El problema, ahora, es la sensación de vivir en una esclavitud durante las 24 horas del día si no te organizas bien", opina Sánchez-Andrade. "O que te falle el sistema en el último momento cuando tenías que entregar algo importante", añade González Longo. La desconexión digital, añade Marqués, es uno de los retos del gremio desde hace ya unos años "y es algo que se va acotando poco a poco, pero cada vez mejor".

Javier Gómez y Marta Hurtado, con su insignia, que no pudo recoger en la gala por estar enferma de covid.

El procurador, más que nacer, se hace. Ante la pregunta de si siempre supieron que serían procuradores, todos los veteranos se ríen. Nosti, a mitad de la carrera de Derecho, dice que se dio cuenta de que no quería ser abogada y que la opción de la procuradoría se le ocurrió entonces. "Muchos entramos a Derecho porque nos interesa el ámbito judicial en cuanto a la gestión, y para eso debes ser procurador, no abogado", explica.

Que muchos procuradores descubriesen esta opción laboral ya en plena carrera de Derecho puede deberse a que el oficio sigue siendo "el gran desconocido" del gremio judicial, en palabras de Sánchez-Andrade. Todo el grupo, tras 25 años en el oficio, asegura que muchos clientes siguen preguntándoles con desconfianza a qué se dedican. "La respuesta es simple: somos los que gestionamos todos los trámites entre el cliente y el juzgado: edictos, recursos, sentencias. Pero es verdad que somos menos visibles", aclara Sánchez-Andrade.

A los procuradores gijoneses les está saliendo una competencia bastante desagradable: enormes despachos con sede en las grandes urbes que les roban clientes locales por ofrecer precios más competitivos. "El problema es que luego eso se paga después. Yo tengo cogido clientes que venían de estos despachos y revisando el procedimiento había muchos errores, gestiones que no se hicieron o se hicieron mal", asegura Hurtado. "En esos grandes despachos muchas tareas se delegan en administrativos. Cada procurador lleva a tantísimos clientes que no puede vigilar todo el proceso", completa Nosti.

Pero ser una familia más pequeña que esos conglomerados, con los 83 colegiados que tiene el colectivo en la ciudad de Gijón, surge la ventaja de la camaradería. Lo explica claramente Carmen Menéndez: "Lo bueno de conocernos todos es que si alguien tiene algún problema sabe que puede pedir ayuda. Nos cubrimos entre nosotros. No se ha suspendido nunca ningún procedimiento en este colegio".

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