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Más adoquines para no olvidar la barbarie nazi

Cuatro nuevas piezas en Veriña, El Bibio y el Centro recuerdan a gijoneses que estuvieron en campos de concentración

Salomé Díaz Toral, a la izquierda, y Esther Carriles, en el homenaje a José María Cueto Rodríguez. | Marcos León

Fueron millones las personas que pasaron por los campos de concentración nazis durante la II Guerra Mundial. Entre ellos se encontraban 34 gijoneses que, gracias a la iniciativa del Ayuntamiento a través de la concejalía de Memoria Democrática y en colaboración con el Grupo Eleuterio Quintanilla, vuelven ahora al suelo de Gijón en forma de adoquines conmemorativos que, con sus datos vitales grabados, se denominan "stolpersteines". Ayer se instalaron cuatro más: Ángel García González, José María Cueto Rodríguez, Rafael González Costales y Manuel Bonet García.

"Se llama ‘’stolpersteine’’ y significa tropiezo para que, cuando uno camine y se tope con ello, al mirar abajo recuerde a los gijoneses que pasaron por esos campos". Con estas palabras hacía ayer referencia la concejala de Memoria Democrática, Salomé Díaz, a las cuatro nuevas placas que, desde diferentes puntos de la ciudad, recuerdan ahora a aquellos oriundos de Gijón a los que la mala fortuna les condujo a los campos nazis. Con ellas ya son 31 "stolpersteines" instalados y solo quedarían tres para completar el homenaje de distintivos diseñados por el artista alemán Gunter Demming.

Ángel García, José María Cueto, Rafael González y Manuel Bonet son solo una porción de los gijoneses que sufrieron este infortunio y, desde ayer, son eternos en el suelo de las calles que les vieron crecer.

La primera mención de la mañana la recibió Ángel García González, en el número 1 del camino de Rubín, en Veriña, donde ni siquiera se encontró un registro de propiedad que le situara en una dirección concreta. Nació en el citado barrio en 1918 y poco se sabe de su trayectoria de vida hasta que, tras exiliarse a Francia y pasar por varios campos de concentración europeos, llegó al campo de Mauthausen (Austria), donde perdió la vida dos años después. Tras ocho décadas fue imposible por parte de la Asociación Vecinal de Veriña localizar a sus allegados. "¿Qué delito puede cometer una persona al perder la vida con 24 años?", cuestionaba Díaz Toral al cerrar la primera conmemoración.

Miembros de la asociación vecinal de Veriña y del Grupo Eleuterio Quintanilla, en el homenaje a Ángel García González. | Marcos León

Con una suerte diferente se topó José María Cueto Rodríguez, que nació en 1909 y en 1941 fue destinado al campo austriaco de Gusen hasta su liberación en 1945. El superviviente había llegado al mundo en el número 2 de la carretera de Villaviciosa, donde una de sus sobrinas, Esther Carriles, le colocó ayer una flor en la placa que ahora le conmemora. "Es un honor venir en nombre de toda mi familia", afirmó.

Rafael González Costales también vivirá para siempre delante del lugar donde nació en 1917, el 102 de la calle Cabrales. En mayo de 1944 partió en convoy hacía el campo de Neuengamme, en Alemania. Tras su liberación, en 1949 regresó a España para instalarse en Valdepeñas, donde se le perdió la pista.

El último recuerdo de la mañana fue en la plaza del Marqués 3, debajo de la casa familiar de Manuel Bonet García. Bonet pasó por varios campos de internamiento en Francia y, en 1944, fue liberado en París. A orillas del Sena falleció poco tiempo después. "Su viaje vital terminó al poco de saborear la libertad, pero murió libre", afirmaba su sobrina Pilar Álvarez ante el "stolpersteine" que avivará para siempre el recuerdo de estos gijoneses.

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