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El prócer recorre la comarca de Babia

El ilustrado se detiene en las localidades leonesas de Torrebarrio y Villasecino durante su ruta, explorando sus construcciones y gentes

Iglesia de San Claudio en Torrebarrio.

Coronaba don Gaspar el Puerto Ventana el 5 de junio de aquel año 1792 tras ardua subida zigzagueante desde Ricabo pasando por la ermita del Trobaniello y avistando una perspectiva excepcional que precede al paso a tierras leonesas, donde Jovellanos siempre muestra ese cambiante paisaje que él observa con sus ojos y transcribe en su Diario.

El camino proseguía y le lleva de inmediato a Torrebarrio, donde nos indica que hace y lo que visita, y nos lo narra así: "Torrebarrio, lugar compuesto de tres barriadas, al pie de una gran peña, con un riachuelo y en llano. Casas pajizas; una ermitica nueva; iglesia renovada, sobre una gran peña. Acabo de subir allá y reconocer las ruinas de un gran castillo, con tres o cuatro torres, que ocupó todo el llano que existe en derredor de la iglesia; apenas existe otra cosa de sus ruinas que los cimientos de una torre y de algunos pedazos de cortina. La subida por donde voy a la iglesia, escarpada por los demás lados".

A 1.200 metros de altitud se encuentra esta hermosa población leonesa, que a día de hoy en ciertas épocas del año recibe muchos montañeros y senderistas que van a subir Peña Ubiña. Es una población de la mítica comarca de la Babia y como Jovellanos bien reseña tuvo castillo. En tiempos del Reino de Asturias hubo que fortificar y defender diferentes pasos desde la meseta hacia el corazón del reino y uno de ellos fue sin duda este. Jovellanos sube, a la actualmente llamada "Peña del Castillo", donde se encuentra la hoy parroquial iglesia de san Claudio, que parece ser, para su construcción, se nutrió a modo de cantera con piedra sacada de la misma fortaleza. La ubicación de la iglesia es hermosa con Peña Ubiña de fondo tras su espadaña característica.

Cuenta el Catastro de Ensenada de 1752 que Torrebarrio era así: "La población cuenta con 59 vecinos, 17 viudas, dos clérigos: el párroco y el capellán del santuario. En total disponen de 83 casas habitables y 14 inhabitables, además de dos casas albergue de peregrinos en el puerto contiguo al santuario, Ventana. Hay tres vecinos que transportan carros de vino, dos maestros herreros de obra negra, un aprendiz de obra negra, un tejedor de lienzos, un sastre, no hay pobres de solemnidad. Tienen once molinos harineros". Siempre datos curiosos y llamativos de aquella España del XVIII.

El camino continúa para nuestro viajero y sus pasos en estas alturas le llevan a descansar a Villasecino, pero aún se topa y escribe más cosas en su Diario, como por ejemplo esto: "El camino llano y firme. Ninguna posada, ni otra comodidad que la taberna. Comimos, sin embargo, bien, porque lo traíamos. Avisamos a Villasecino. Veo un grande anfiteatro, cercado en derredor de montañas, y enorme porción de éstas derrumbadas sobre el centro. Salida a las tres y media de la tarde; buen tiempo y buen camino a Candamuela; luego Villasecino, una sola legua de Torrebarrio, donde tiene su casa don. Ignacio Lorenzana, casado con la sobrina doña María Manuela Cienfuegos; hospedamos aquí; buen edificio, renovado, con habitación de invierno y verano; un retrato de cuerpo entero del prior don Fernando García Lorenzana, tío del poseedor, de mano de Bustamante, y firmado en 1743, siendo el personaje entonces de treinta y un años; es de lo mejor que he visto de esta mano. Es un voto a Nuestra Señora de la Portilla; pero la pintura de la Virgen no es buena".

Varios aspectos a diseccionar en este párrafo, como, por ejemplo, que al llegar a Villasecino, a unos cinco kilómetros de Torrebarrio, se aloja en la casona de los García Lorenzana. Este palacete, con dos torres que flanquean el paño medio donde se asientan los blasones de la familia, aún se conserva casi tal cual estaba en el siglo XVII cuando fue construido. Es un interesante ejemplo de arquitectura nobiliaria y algunos elementos que vio Jovellanos perviven aún hoy en su interior, como el cuadro que cita del prior don Fernando García Lorenzana. Ignacio Lorenzana, propietario del palacio cuando llega Jovino, era el sobrino del prior. Familia que fue muy importante en esta zona de Babia. El pintor mencionado es Francisco Martínez Bustamante, muy afamado en su época, finales del XVII y mediados del XVIII, que era nacido en Santander, aunque en su vida artística Oviedo fue clave, siendo el pintor oficial de la catedral ovetense, y además muy solicitado por las familias nobles de la ciudad para encargos varios.

Más que interesante lo que a continuación Jovellanos nos cuenta en el Diario, sobre un aspecto que vio en Villasecino, nos lo describe así: "Había una boda en el pueblo, y con este motivo supimos un estilo digno de apuntarse, y llaman correr la guerreifa. Dase este nombre a un pan hecho de harina de trigo, leche y huevos; le hace la madrina, y alguna vez llega a arroba de peso. Este pan se pone en manos del padrino, sentado en campo abierto, y a su lado dos mozos para lo que se dirá. Hecho esto, todos los mozos del pueblo y de la redonda que vienen a la boda, se ponen o presentan en fila de frente, asidos de las manos, y a la voz o seña del padrino se arrojan todos a correr, y el primero que llega gana el primer bocado de la guerreifa por premio, y el resto se reparte sin distinción entre los concurrentes; esto en medio y a vista de todo el pueblo. Cuando es el matrimonio de viudos, como el presente, no hay esta fiesta".

A nivel lingüístico guerreifa es utilizado en portugués aún hoy para designar un pan o bizcocho de boda, incluso en ciertas zonas gallegas también se conserva este término, sin embargo, esta tradición, que por lo visto estaba arraigada en esta zona de Babia, en estos lares desapareció, por eso gracias a las inquietudes de Jovellanos podemos ver a través de sus ojos y de sus palabras como eran algunos aspectos del folklore en muchas zonas que él iba conociendo.

Añade a continuación y ya casi cerrando el día en Villasecino donde pernocta, lo siguiente: "Cerca de aquí hay ruinas de cuatro antiguas fortalezas: una al sitio llamado Castil de Griegos, al nordeste, de aquí cuatro leguas y media, en que se hallan, excavando, preseas y algunas monedas (el dueño de esta casa tiene una de Sulbia Pomp.); otra el Castro, en el mismo término; otra Torre de Babia, que pertenece a los Flórez, a una legua y cuarto norte de aquí, y el último el castillo de Luna, de que hablaremos mañana. Es lástima que no se dé la topografía de estas fortalezas, para conocer la policía militar de los romanos".

De nuevo no nos deja indiferentes don Gaspar con sus observaciones, y nos cita lugares con poso histórico en esa comarca. Habla de cuatro fortalezas, pero la primera que menta es Castil de Griegos, y es que la toponimia griegos tiene su trascendencia, así nos lo explica José Manuel González en su investigación titulada ‘Griegos y griegas en la toponimia peninsular’, donde nos indica el paso de la forma céltica –BRIG o BRIC que significaría altura, refiriéndose a algunos castros, al –GRIG que daría como resultado el griego o griega tan común en tantos lugares de España, como este mencionado por Jovellanos, donde incluso se encontraron restos materiales como alguna moneda. El Castro mencionado también seguramente sea el Pico del Castro cerca de Torrestio donde se cataloga uno de estos recintos fortificados, el de Torre de Babia también está catalogado como castro sobre un promontorio en las cercanías del pueblo, aunque también en esta localidad se conservan restos de una fortificación militar medieval donde lo más destacado es una torre cilíndrica no muy alta que se conserva aún hoy.

Y el castillo de Luna, tal vez el más importante, construido en tiempos del Reino de Asturias, del cual hoy apenas quedan unos muros muy cercanos a la presa del embalse del Barrios de Luna. Una de las fortalezas más importantes y con mayor valor del Reino de León, siendo incluso sede del tesoro real. Pero los siguientes pasos de Jovellanos los vemos el capítulo próximo.

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