La oleada de robos en la zona rural de Gijón lleva a la Policía a destinar más agentes al control

Las labores de la UPR son una parte clave de la "operación Hórreo", dedicada a combatir los asaltos: "El objetivo es prevenir la delincuencia"

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Aparecen como de la nada dos furgones de la Policía Nacional con las luces encendidas de los que salen seis agentes de la Unidad de Prevención y Reacción de la comisaría de El Natahoyo, que, a ritmo ligero, en cosa de dos minutos, no más, tienen listo un control tráfico preventivo de tráfico en la rotonda de acceso a Deva. Uno de los agentes sostiene la cuerda del rastrillo, los clásicos pinchos que en las películas (a veces también en la realidad) extienden para reventar las ruedas de los vehículos que se dan a la fuga. Otro lleva una escopeta cargada con munición de postas, que es la más efectiva, cuentan, para parar en seco un coche si las cosas se ponen feas.

Parece que van a la guerra y en guerra es en lo que está la Policía Nacional, y el resto de fuerzas y cuerpos de seguridad, contra los 43 robos en un año en la zona rural. La comisaría de El Natahoyo se ha puesto en marcha con toda su fuerza para frenarlos y está destinando cada vez más efectivos a lo que se conoce como la "operación Hórreo", una investigación que busca dar con la banda organizada que habría de estar detrás de estos asaltos y en la que la UPR tiene un papel capital. "Cuando aumentan los robos y se crea una alarma social la respuesta policial es dedicar más efectivos a un operativo", confirma uno de los responsables de la UPR en Gijón.

Para entender cómo funcionan los controles de la UPR hay que imaginarse una gran red de pesca. A veces, pican peces más grandes y otras más pequeños. El inspector al frente, de físico imponente, mirada clara y el tono alegre que solo tienen aquellas personas a las que se les nota a leguas que disfrutan con su trabajo, corrobora el símil. Y pone ejemplos. "El otro sábado, cuando el partido del Sporting, paramos a dos chavales y llevaban encima hachís. Sin embargo, otra vez pillamos en El Llano a una banda de croatas que se dedicaban a hacer asaltos. Tenían mujeres para dar los palos y eran muy jóvenes. Además, había grabaciones de ellos y una de las mujeres que iba en el coche llevaba las mismas zapatillas que en una de esas filmaciones", recuerda este policía. "El objetivo, también, es prevenir la delincuencia", añade.

El inspector recuerda a un entrenador de fútbol. Se encarga de que todo esté correcto en la rotonda de Deva. De colocar a los suyos perfectamente en el terreno de juego. Se preocupa de que la luz de uno de los furgones no sea excesivamente visible desde la autovía, de que el rastrillo esté a punto y de que el hombre con la escopeta esté en una zona desde la que tiene una amplia visión de todo el espacio. La UPR realiza todos los días entre cinco y seis controles como estos en diferentes puntos de la ciudad. Los pinchos y la escopeta no son por capricho. Saben que si topan con la banda que está detrás de los robos en la zona rural no van a frenar porque ellos se lo pidan por favor. "Buscamos puntos estrechos y de difícil escapatoria porque esta gente no suele ir por zonas muy concurridas. Además, tenemos que estar bien preparados porque ellos no paran. Suelen llevar coches potentes y ya se han escapado de la Policía Local de Villaviciosa y de la Guardia Civil", comenta el agente.

Los controles duran poco tiempo: 15 minutos y "ciao". La presencia de los agentes, por disimulada que pueda ser, no pasa desapercibida y se filtra por redes sociales. No solo están los dos furgones. En puntos que no desvelan hay coches de incógnito. El de Deva es de seis efectivos, o sea que no es de los más numerosos. Puede haberlos de hasta 12 agentes. Los controles son además cosa de todos los días. No hay más porque sea Navidad, ni tienen mucha labor previa. Los agentes que forman parte de la UPR saben que es su pan de cada día. "Creemos que, lo más probable, es que detrás de los robos haya un grupo itinerante. Se están concentrando mucho en la zona rural, que es más grande y a la que es más complicado llegar. No es casualidad que sea ahí. Por eso, nosotros estamos destinando más efectivos", concreta Jose.

Como todo trabajo policial, también hace falta paciencia. A algún agente en Deva se le escapa una broma. "¿Los extiendo, a ver si funciona?", dice, de chiste, uno de los agentes de los pinchos cuando pasa un coche cerca. Pero nunca bajan la guardia. Detienen a varios vehículos y aunque no encuentran nada que sea ilegal la alarma se enciende. Dos de los conductores que han parado en el control tienen antecedentes por agresión sexual. Lo dicho, son redes de pesca donde se espera que pronto caiga la banda que ha sembrado tanto miedo en las parroquias.

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