Entrevista | Fermi Cañaveras Investigadora, presenta mañana su libro en Gijón

"Los nazis borraron de la historia a las mujeres de Ravensbrück"

"Cuando llegaban al campo de concentración, si decidían que iban a ser prostitutas, no les cortaban el pelo y les ponían un tatuaje"

Fermi Cañaveras.

Fermi Cañaveras.

Pablo Antuña

Pablo Antuña

Fermi Cañaveras, investigadora, estará mañana a las 19.00 horas en la Escuela de Comercio para presentar su obra "Putas de campo", que aborda la violencia sexual y la aniquilación de mujeres en los campos de concentración. El acto está organizado por la Tertulia "Les Comadres", Asfemas (Asociación feminista de Asturias) y Asturias Laica.

–¿Cómo surge esta obra?

–De un trabajo de investigación sobre mujeres que no tenía nada que ver. Me dedico a recuperar historias de mujeres. Era un trabajo sobre cómo se organizaba el Partido Comunista en la clandestinidad cuando acabó la Guerra Civil en Madrid. Ahí descubrí a tres mujeres anónimas que se jugaron la vida para organizarlo e investigando salió el nombre Isadora Ramírez García, que me dicen que fue una mujer que exilió con 17 años, en 1937. Estaba en la resistencia francesa y terminó en un campo de concentración a 90 kilómetros de Berlín, Ravensbrück, obligada a ejercer la prostitución con un tatuaje en el pecho, que ponía "Puta de campo". Y a partir de ahí estuve cuatro años investigando sobre esa persona y todo lo que conlleva.

–¿Por qué decidió transformar en novela ese trabajo de investigación?

–Había mucha documentación sobre las putas de los campos de concentración, pero la mayoría de esa documentación no se desclasificó hasta 1978. Queda muy poca, porque dio tiempo a quemarla y destruirla. La peculiaridad es que a los nazis, que les encantaban las listas y apuntarlo todo, en este campo no registraban a las personas que no pasaban la primera noche porque las iban a gasear. No sabemos realmente las mujeres que pasaron por allí, las han borrado de la historia.

–¿No hay al menos alguna estimación?

–Entre 135.000 y 140.000 mujeres quedaron más o menos registradas en ese campo de concentración, 400 de ellas españolas, y encontré 26 con ese tatuaje.

–¿Cómo era el trato que recibían?

–Cuando llegaban al campo, si decidían que iban a ser una prostituta, no les cortaban el pelo, se lo dejaban largo. Pasaban después a un pabellón. Y si llevaban ya mucho tiempo, algo que después de sufrir 20 o 30 violaciones al día no era fácil... lo que hacían con esas mujeres era pasarlas al pabellón de experimentación. A las que se quedaban embarazadas, las llevaban a otro pabellón, que se llamaba "Las conejas", donde hacían experimentos con ellas y sus bebés.

–¿La novela recoge toda esa crudeza?

–He intentado no meter morbo, sino contar lo que estaba pasando. Considero que es muy necesario. La historia siempre se ha contado desde el punto de vista de los hombres. Hubo muchísimas mujeres que se exiliaron y que trabajaron al servicio de la resistencia francesa para ganar la Segunda Guerra Mundial. Y hubo muchísimas que acabaron en un campo de concentración. Pero su situación no se ha contando y mucha gente no conoce Ravensbrück. Ha pasado a la historia como un símbolo comunista y no de aniquilar mujeres. Fue tan dura, que la historia decidió borrarlas.

–¿Qué importancia tiene que la literatura recuerde a estas mujeres?

–En Polonia o en Francia sí que se habla sin tapujos, pero aquí en España, no. Es importante que la literatura lo haga. Es clave que no olvidemos nuestra memoria, porque sino estamos condenados a repetirla. Lo poco que hacemos como investigadores, aunque no se nos tenga reconocidos, es muy importante para conservar nuestra historia y para recuperar y dignificar personas. Si puede hacer con una película o un libro es lo de menos, la clave es que llegue al público, para ser conscientes de lo que nos han hecho a las mujeres a lo largo de la historia.

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