El año más difícil del San Vicente: así vive el colegio el primer aniversario de su derrumbe

La comunidad educativa llega a estas fechas con emoción: "No olvidamos a los operarios fallecidos"

Los bomberos, en el San Vicente, el día del derrumbe.  | Á. G. / J. P.

Los bomberos, en el San Vicente, el día del derrumbe. | Á. G. / J. P. / Gabriel Cuesta

Gabriel Cuesta

Son días de sentimientos encontrados para la gran familia del colegio concertado San Vicente de Paúl. Mañana se cumple un año del derrumbe que se cobró la vida de dos operarios y obligó a los profesores y a sus 600 alumnos a trasladarse en tiempo récord a las instalaciones del Patronato San José, donde pasaron varios meses. "Nos hemos sentido muy arropados, pero nunca debemos olvidar la desgracia para los dos trabajadores y para sus familias", asegura Manuel Fuertes, director del centro cuando ocurrió el accidente.

Ha sido un año intenso y lleno de retos para profesores, padres y alumnos. Con un final feliz: el regreso a su querido "cole" para el inicio del curso en septiembre tras un trabajo arduo y a contrarreloj. Primero, para sortear las clases telemáticas. "Ha sido un trabajo colectivo de todos los agentes que conformamos el colegio. Muchas personas jugaron un rol muy importante. El Patronato nos abrió sus puertas desde el primer momento y las administraciones agilizaron al máximo los trámites", destaca Fuertes de un período de intenso papeleo.

El año más difícil del San Vicente

La llegada de los alumnos al Patronato. / Gabriel Cuesta

Las circunstancias les obligaron a convertir Gijón en una gran aula al aire libre durante las primeras semanas. El Muro, las Termas Romanas, el Acuario, Poniente, El Molinón... "Había 600 niños sin colegio y la ayuda llegó de todas partes. Al principio, los pensamientos son negativos. Luego, fuimos dando pasos y se abrieron puertas. Ves que no estás haciendo el camino solo y que así acabará habiendo una solución", expresa Fuertes.

Los hechos respaldan sus palabras. Ya en febrero, tan solo un mes después del derrumbe, impartían clases en su nuevo hogar temporal. El rompecabezas para incrustar un segundo colegio en el edificio del Patronato fue cuestión de "echarle horas y ganas". "No dudamos en tenderles la mano. Nos conocíamos. Manuel se dejó la piel en esos meses", halaga su directora, Lorena Barreñada. Considera que los alumnos "aprendieron mucho de un gesto solidario sin precedentes en la ciudad". El funcionamiento de las clases, los horarios, el comedor... Todo iba organizado "al minuto". "Afortunadamente, volvieron a su sitio y ahora tenemos mucho espacio libre", celebra entre risas.

¿Y cómo vivieron los alumnos ese traslado? "Fue un período extraño, pero conseguimos evitar seis meses de enseñanza telemática. Con la pandemia todavía ahí, para el alumnado habría sido dar pasos atrás. Todos ellos se adaptaron muy rápido y sin problema", desgrana Javier Rodríguez, padre de un alumno que cursa cuarto de la ESO y presidente de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos. Tampoco quiere olvidarse "del buen trabajo y la enorme dedicación del equipo directivo" para arropar a los estudiantes.

El año más difícil del San Vicente

El regreso de los pequeños a la calle Caridad. / Gabriel Cuesta

A la organización de un curso completamente atípico, se sumó la gestión para reparar el edificio. La gran incertidumbre era saber hasta qué punto se encontraba afectada la estructura o si se trataba de desperfectos puntuales en el techo derrumbado. Por suerte, se trataba de la segunda. Eso permitió acelerar la vuelta a su edificio para septiembre, por el inicio del actual curso. "Sin olvidar a las víctimas, hemos pasado de lo peor a lo mejor. Al principio, parecía imposible volver tan pronto. Desgraciadamente, dos vidas no se pueden recuperar", lamenta Iria Peces, profesora que asumió la dirección del centro el pasado mes de julio en sustitución de Fuertes. Por fin, se colgó en las ventanas del "Sanvi" la palabra más esperada por todos: "Bienvenidos". A la calle Caridad volvieron los uniformes de jersey granate, las mochilas, las meriendas... "Teníamos muchas ganas de volver a casa. Hemos agradecido también la normalidad sin mascarillas, distancia... Hay detalles que antes no valorábamos que valen muchos. Había padres que no sabían aún lo que era llevar a su hijo en un primer día de cole, ir a verles a un festival... Por ejemplo, los alumnos que este año estudian 4.º de la ESO es el primer curso de secundaria que afrontan de forma presencial completamente normalizada", enumera la actual directora, que se muestra agradecida al resto de profesorado, padres y alumnos.

Ya quedaron atrás todas las "limitaciones" del pasado curso. "Hubo que hacer encaje para el transporte, horarios... Fue todo un esfuerzo que tuvimos que sacar adelante como fuera empujando todos", rememora Jorge García, cuyos hijos estudian quinto de Primaria y primero de la ESO. "Daban igual las aulas prefabricadas, lo importante es que los chavales hicieron piña y consiguieron relativizar las circunstancias adversas. Haber vuelto al colegio es casi milagroso", remata, aliviada tras un tiempo difícil.

Suscríbete para seguir leyendo