Antroxu 2023 | Los preparativos

"Los Mazcaraos", ambiente treintañero en el Antroxu de Gijón

La agrupación, con muchos jóvenes, pivota sobre familias como la de Jonathan Moro, María Reyero y sus hijos: «Nos apodan ‘Los Serrano’»

Ensayo de la charanga "Los Mazcaraos" en Gijón

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Aunque en la charanga "Los Mazcaraos" lo que más hay son treintañeros con muchas ganas de folixa y de pasarlo bien en el próximo Antroxu, también hay hueco para las familias. Un hueco bastante amplio, porque son varias. Pero una de las más llamativas es la que conforman María Reyero y su pareja, Jonathan Moro, a los que apodan con todo el cariño del mundo (y con un poco de coña marinera) como "Los Serrano". Como en la famosa serie de principios de este siglo, ella tiene tres hijos y su pareja, dos. Las cuentas salen. "Uno más uno son siete" que cantaba el bueno de Fran Perea en la introducción de la producción televisa. Esta coincidencia se la toman con mucho humor. Como corresponde al Antroxu. Y es que, en "Los Mazcaraos", hay pocas cosas que no se puedan tomar con esa misma filosofía porque entre ellos reina el buen rollo. Un buen rollo que se contagia con solo pasar un rato viéndolos ensayar. "Tenemos un ambiente joven, pero también muchas familias", explican los integrantes de la agrupación.

Volviendo al caso de María Reyero, que es profesora de Matemáticas en el colegio La Atalía, la pareja tiene mucho peso en la charanga. Más que nada porque Jonathan Moro, su compañero, es el que se encarga de escribir las letras de las canciones. "¿En qué se suele inspirar? Pues no te lo sé decir. Lo que sí te puedo decir es que suelen ser letras alegres. Nos salió poeta", cuenta Reyero, con una sonrisa de oreja a oreja. "Le gusta mucho escribir. Ya desde pequeño. Por eso entró en el mundo de las charangas", añade la mujer. Sus hijos Claudia, Nicolás y Lola Díaz Reyero. Los de Jonathan Moro son Nadaya y Roi. "A mí lo que más me gusta de la charanga es el ambiente familiar que tenemos. A todos los que la conforman los considero de la familia por la cercanía que hay", relata la profesora de matemáticas.

Por alusiones, habla Moro. "La verdad que tener el título de ser el que escribe las letras es una cosa que me gusta", explica, contento. Siderúrgico de profesión (trabaja en Arcelor) explica que la posibilidad de componer es lo que más le atrae de estar en la agrupación. Cuenta que dedica parte del verano a pensar las letras y que estas deben encajar con la puesta en escena que plantea la charanga. "¿En qué me inspiro? Eso es algo complicado de explicar. Solemos tener una base como de 20 canciones. Las voy escuchando una y otra vez y bueno... a veces la inspiración llega como un flechazo. Vas caminando por la calle, te salta algo que te sugiere y luego ya surge la escritura", relata Moro sobre la forma en que compone. Claro, que, como decía Pablo Picasso, lo mejor es que la inspiración te pille trabajando. Y eso en el caso de Moro y en el del resto de miembros de la charanga es una máxima que se cumple, porque le dedican mucho esfuerzo a todo lo que preparan.

Los pequeños de la pareja también tiene mucha importancia. Las niñas porque aportan todo su salero con los bailes. Y los niños porque marcan el ritmo tocando los instrumentos de percusión. Sus padres son de los más mayores de la charanga (la edad no la revelan). "Hay un ambiente más de treintañeros, eso sí que es verdad", explica Reyero. "Pero hay más familias, no solo la mía y eso es muy bueno, porque así los niños se integran también en la charanga", concreta.

Al contrario que otras charangas que tienen su cuartel de operaciones en pabellones de colegios, estos son un poco trotamundos por el concejo. Su base, por así decirlo, está en una nave en Pinzales, en la parroquia de Cenero. Pero también ensayan los bailes y las percusiones en el polígono de Los Campones, en plena avenida de la Economía Social. Y eso no siempre es fácil, porque en pleno febrero y de noche la temperatura es de todo menos agradable. Pero se lo toman todo con mucha filosofía. Lo cuenta, por ejemplo, la presidenta de la charanga, Cristina Pérez, una joven nacida en 1993. "Este año lo estamos planteando con muchas ganas. Va a ser nuestro segundo carnaval y casi tenemos más ganas que en el primero", resume.

La historia de "Los Mazcaraos" es particular. Quitando a "La Vieja Guardia", que debuta este curso en el Antroxu, son los alevines del carnaval gijonés. Surgieron durante la pandemia. En pleno confinamiento. Como ya se ha dicho alguna vez, a unos les dio por hacer bizcochos y a otros por comprar rollos de papel higiénico mientras que a otros, entre conversación y conversación telemática, surgió la idea de montar una charanga. Salieron por vez primera el año pasado y no les ha ido nada pero que nada mal. Quedaron segundos. "Del planteamiento de este año no podemos decir nada. Lo único que podemos decir es que va a ser un flechazo a primera vista", zanja la presidenta de una charanga que tiene mucho humor.

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