Las palmeras de la zona rural en jaque por el picudo rojo, "la plaga bíblica" que vuela ocho kilómetros y hace galerías de un metro

La falta de tratamiento contra el picudo rojo en fincas privadas merma la población de estos árboles, icónicos en las parroquias: "Falta información"

Javier Fernández, junto a una palmera afectada por picudo rojo en Fontaciera (La Pedrera). | Juan Plaza

Javier Fernández, junto a una palmera afectada por picudo rojo en Fontaciera (La Pedrera). | Juan Plaza / Pablo Palomo

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Como una "plaga bíblica" extendida por los cuatro puntos cardinales del concejo y que pone en jaque el rico valor patrimonial y ecológico de las palmeras canarias de Gijón. Así catalogan los expertos el imparable avance del picudo rojo, un escarabajo que devora el interior de estos árboles, que puede volar distancias de ocho kilómetros y que ha obligado al Ayuntamiento a ponerse firme para evitar la debacle. Se calcula que en Gijón hay cerca de 4.300 palmeras de las cuales unas 518 son de titularidad municipal –la mayoría en el casco urbano– y de ellas 259 son "Phoenix Canariensis", la única especie que ha registrado ataques de ese insecto. Hay planes para actuar sobre 230 ejemplares que pertenecen al catálogo público, pero el problema se centra en las de los titulares privados la inmensa mayoría en la zona rural, las cuales, bien por ignorancia, descuido, o falta de recursos están a merced de la voracidad del picudo. "Esto dificulta mucho el control de la plaga y el mantenimiento del resto de las palmeras", explican desde el servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento.

Vista de la carretera del Piles al Infanzón en Somió. | Marcos León

Vista de la carretera del Piles al Infanzón en Somió. | Marcos León / Pablo Palomo

La primera palmera retirada en Gijón por infestación de picudo rojo estaba en Mareo y se taló en 2018. Desde entonces y hasta ahora, no hace falta ir con lupa mirando en cuales sí y cuales no están afectadas. Los datos municipales indican que prácticamente todo el casco urbano lo sufre. Hay casos en diferentes grados en Nuevo Gijón, Pumarín, el Polígono, Moreda y en Contrueces donde se tuvo que tomar la drástica decisión de talar varios ejemplares en el parque, precisamente, de Las Palmeras. Los esfuerzos municipales por ponerle freno a la expansión de la plaga, que ha avanzado desde la zona rural a la ciudad, son fuertes. "La inspección, mantenimiento y actuación correctiva es la única opción viable para poder conservar unos ejemplares de alto valor patrimonial y ecológico", añaden fuentes municipales. Se aplican tratamientos de dos tipos, por un lado repelentes y por otro, fitosanitarios.

Bryan Calvo, ante la palmera de las antiguas escuelas de San Andrés. | M. L.

Bryan Calvo, ante la palmera de las antiguas escuelas de San Andrés. | M. L. / Pablo Palomo

Javier Fernández es el líder vecinal de Fontaciera, aldea la parroquia de La Pedrera. Conoce bien la zona y señala que en el camino de la Esfollada hay, por lo menos, tres palmeras que están sufriendo de lo lindo. Son, explica, precisamente de titularidad privada y que sepa no está recibiendo ningún tratamiento. "Es una pena que esto pase y creo que se debería de informar algo mejor a la gente para saber qué hay que hacer", detalla. Actuar sobre las palmeras de titularidad privada es muy relevante para poder ponerle coto al desatado picudo. ¿Pero por qué? Eso lo explica Alberto Costas, uno de los responsable de Terapia Verde, una empresa especializada en tratamientos por endoterapia. "El picudo no sale de la palmera hasta que no termina con ella y cuando lo hace, busca otros ejemplares para poder alimentarse", señala.

Costas aporta una serie de datos clave para entender el avance del picudo y el por qué se ha llegado a esta situación. La razón, también compartida por el Ayuntamiento, está en el aumento de las temperaturas y la falta de lluvias. El verano tan caluroso del año pasado ha hecho básicamente que el ciclo de vida del picudo se acorte permitiendo que en un mismo año haya más generaciones de insectos. "Un ciclo con temperaturas de entre 15 y 20 grados puede durar 250 días, pero ahora se está acortando a 70. Con lo cual, tenemos más generaciones en un mismo año. Cada hembra puede poner de 300 a 400 huevos. El crecimiento es exponencial", concreta. "Básicamente, lo que está pasando es como una plaga bíblica de langostas. Es tal la cantidad de infestación, que la efectividad de los tratamientos se reduce", advierte el experto.

El responsable de Terapia Verde aporta datos valiosos de como se expande este insecto, que puede hacer galerías de hasta un metro en las palmeras. Básicamente, dentro del árbol tienen cobijo contra el frío, comida y facilidades para reproducirse. En otras palabras, están muy a gusto. "El picudo no deja la palmera hasta que se queda sin alimento. Cuando se acaba, salen unos 1.500 ejemplares de los cuales la mitad se quedan en 500 metros y el resto puede volar hasta ocho kilómetros", señala. Costas concuerda en que la falta de tratamiento a las palmeras privadas contribuye a la expansión. "El Ayuntamiento poco puede hacer ahí, porque es responsabilidad individual", explicita. Además, tampoco es fácil detectar el picudo, cuenta, porque se tarda en ver y para hacerlo hay que mirar desde la copa. No todo el mundo tiene medios para mirar por encima del hombro a árboles que, en algunos casos, tienen hasta 20 metros de altura.

Hay casos y casos y parroquias y parroquias. En la zona rural, apenas hay palmeras municipales. Somió, que tiene unos 1.500 ejemplares, muchos muy altos, es de las zonas más afectadas. Granda y Mareo también peligran. La Asociación de Vecinos de Somió organizará una charla sobre el tema el 23 de marzo. En San Andrés, hay preocupación por la de las viejas escuelas, que está en el catálogo urbanístico. "Si está protegida, poco la protegen", dice Bryan Calvo, el líder vecinal. Hay hasta cinco grados de infestación y cuando se llega al más alto, la única solución es cortar por lo sano, por seguridad. La máxima es actuar cuanto antes para salvar unos árboles de gran patrimonio, como los de los Jardines de la Reina, que pertenecen al Puerto y que ya se están tomando medidas para salvarla de una plaga que ha puesto en jaque a otras zonas de España como Valencia o el sur de Galicia donde el número de palmeras bajó drásticamente por el avance del picudo.

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