José Carlos Fernández Sarasola nació en Oviedo en mayo de 1967. O, como él dice, "le nacieron". Era la ciudad en la que ejercían como docentes sus padres, José María y María de los Ángeles, aunque su vínculo con Gijón se forjó desde bien pronto. De su prematura etapa en Grullos (Candamo), pueblo materno, apenas guarda recuerdos. Fue en el colegio Miguel de Cervantes de El Cerillero donde Sarasola dio sus primeros pasos educativos. Allí su padre era el director y su madre, profesora. El aroma a aula impregnaba su casa en la calle Central, donde la familia se instaló antes comprar un piso en la avenida Portugal. Hizo la comunión en la parroquia de Fátima. Actualmente, reside en el barrio de La Arena junto a Belén Fernández, su mujer y confidente.
La infancia de Fernández Sarasola fue la de un "hijo de maestros". Rememora con cariño los ratos en compañía de otros alumnos, también hijos de docentes, mientras los padres desempeñaban sus labores vespertinas en el centro. Posteriormente, pasó al Instituto Jovellanos, en el que afianzó su pasión por la lectura, la historia y la divulgación científica. Hoy, esas aficiones siguen intactas. Se matriculó en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales dada su predilección hacia la ingeniería y la electrónica. Parecía ser la nota discordante de la familia, tan vinculada al ámbito educativo. Su hermano Ignacio, tres años menor que él, es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Oviedo, y su pareja Belén, profesora en el Centro Integrado de Formación Profesional de Avilés. Una herencia que tiene pinta de aumentar con sus hijos, Alejandro y María, de 15 y 19 años, respectivamente. María estudia, de hecho, Educación Infantil.
Mientras Ignacio empollaba "diez horas diarias" Derecho, José Carlos se lo tomaba con más calma. La carrera tenía un tinte más práctico que teórico, lo que aprovechaba para distraerse con sus compañeros y amigos en merenderos y discotecas. Le encantaba estar en la calle, al igual que ahora. Al concluir los estudios, sus pinitos iniciales en el mundo laboral los dio en una pequeña compañía de telefonía. Estuvo cinco años en una empresa de trabajo temporal, cuyas oficinas centrales se encontraban en la plaza del Marqués, antes de dar el salto en 1999 a su lugar de referencia, Telefónica. El destino quiso que se instalara en Castelldefels, Barcelona. Sarasola ya pensaba que haría vida allí, pero una llamada le devolvió a su Asturias natal como jefe del departamento comercial de grandes clientes. Esa oportunidad le permitió trabajar en equipo, faceta que le fascina. En Telefónica continúa, con diferente puesto, aunque está de excedencia. La repentina aparición de la política en su día a día le hizo modificar su rutina.
Fue una compañera de trabajo la que le informó allá por 2013 sobre el proyecto de Ciudadanos en Cataluña y de su intención de expandirse por el país, Asturias incluida. Las reuniones en cafeterías para charlar de política fueron creciendo y, en un visto y no visto, se acabó convirtiendo en concejal de la formación naranja y entró en el Ayuntamiento en 2015. Está en la política por gusto personal, nadie le obliga. Cuando hace una década creyó que la ciudad necesitaba un cambio, apostó por Ciudadanos.
Intenta arrancar sus jornadas con un desayuno en La Botica Indiana, en la plaza Mayor. Para desconectar, nada mejor que una carrera nocturna por el Muro. Si las agendas cuadran, su pareja le acompaña. También practica pádel. De niño, era usual que acudiera al colegio Laviada para una "pachanga de baloncesto". Y si toca día de sofá, la variedad de deportes que ve a día de hoy es infinita. Desde el propio baloncesto a golf, pasando por ciclismo o béisbol y por, supuesto, fútbol. Fue socio del Sporting y, para sorpresa de pocos gijoneses, tiene a Quini en un altar.
En casa, cuando su revoltoso gato "Golfo" (de color naranja, aunque es pura coincidencia) le da un respiro, Sarasola lee, lee... y lee. Es capaz de compaginar hasta cinco libros al mismo tiempo, ya sea de la historia de España, de guerras del pasado, de física o una saga de novelas de fantasía. Las revistas especializadas gozan de un hueco en su estantería, al igual que los cómics, pasión compartida con su hermano desde tiempos inmemoriales. Cinéfilo, es un "friki" de la "Guerra de las Galaxias" y con las series le ocurre lo mismo que con los libros, que consume muchas simultáneamente. Lo achaca al nervio que le caracteriza, no puede estarse quieto. Afectuoso y detallista, cree en la cultura del esfuerzo para lograr objetivos y su resiliencia está fuera de toda duda. Para muestra, un curioso episodio en Grullos junto a su hermano Ignacio que se remonta a su infancia, cuando un panel de abejas atacó a José Carlos. Un trance del que salió indemne.
Viajar es otra de las inquietudes de Sarasola. Cuando lo hace, procura conocer el lugar y aprovechar al máximo su estancia en cada país que pisa. Le atraen los castillos, las iglesias... y las piedras. Le chifla todo lo relativo a la arqueología y las ruinas. Musicalmente, la influencia de la década de los ochenta mantiene su peso, con clásicos como "The Beatles" o "The Rolling Stones". Eso sí, es ecléctico. No le hace oídos sordos a ningún género. Abierto de miras, pasear por las calles de la ciudad y conversar con la gente reflejan su carácter sociable. Especialmente en La Arena, su barrio de adopción, que le da fuerzas para confiar en un gran resultado en las urnas el próximo día 28 de mayo. Sarasola, fiel precursor de la expresión "Mens sana in corpore sano", confía en que a la tercera irá la vencida.