Con ilusión contenida desde la hostelería y con una sensación de cierta apatía desde el entorno vecinal, Cimadevilla observa por ahora con prudencia el despegue del proyecto de habilitar en la antigua sede administrativa de la Autoridad Portuaria el que será el primer hotel de cinco estrellas de Gijón. El proyecto, desvelado por LA NUEVA ESPAÑA y anunciado formalmente por el gobierno local el pasado sábado, lleva tiempo colándose en los debates a pie de calle de un barrio que, entiende, no tiene por qué ver el proyecto como un "enemigo", pero, por ahora, tampoco como un gran aliado entre los vecinos, que consideran que había "necesidades más urgentes" por abordar. La hostelería, no obstante, sí cree que el proyecto hotelero podría ser un revulsivo para el barrio, sobre todo, porque podría ayudar a "desestacionalizar" un turismo de ocio diurno que llena sus plazas, ahora, solo cuando hace sol. Surge la duda, sin embargo, de cómo encajaría el perfil de un cliente de cinco estrellas en el entorno chigrero del Barrio Alto. "De alguna manera quizás algunos tendremos que adaptarnos a ese perfil de clientes", señaló Eduardo Fanjul, hostelero responsable del restaurante La Rula.
Fanjul explica que la hostelería de Cimadevilla registra llenos de aforos, sobre todo, en verano, y en general de abril a septiembre. "La cosa se empieza a animar con la Semana Santa", asegura. El resto del año, el sector lo sostienen en gran medida los vecinos del barrio. "Pero lo cierto es que hay sitio para todos, y un hotel de este estilo sí creo que repercutiría en más clientes a lo largo de todo el año", razona el hostelero, que añade que el cliente estándar de un hotel de cinco estrellas encaja con un perfil de "turismo de calidad" y no con las peleas del ocio nocturno que por épocas empañan el ambiente del barrio. "También entiendo que haya gente de la zona a quien no le haga mucha ilusión esta idea, pero yo el proyecto lo veo muy bien", razona Fanjul, que ayer aprovechó su día libre para ir a ver a sus compañeros del restaurante Las Ballenas.
Desde allí, su propietario, Cayo Wey, lanza una valoración muy similar. "Todo lo que sea fomentar ese tipo de turismo nos va a parecer bien. Sobre todo, por el propio edificio, que está muerto de risa", señala. Sí entiende Wey que el perfil de cliente puede ser el distinto al que, por ejemplo, se respiraba ayer en el barrio, con clientes sobre todo de la zona que se acercaban a los chigres por consumiciones casuales y para pasar el rato. "Sería un perfil diferente, pero no es malo. A la hostelería mal no le va a venir", justifica el responsable.
Pero ese ambiente de clientes del barrio que se acercan a tomar una cerveza entre amigos es para muchos vecinos uno de los "encantos" del barrio. César Ceñal, de Cimadevilla de toda la vida, señalaba ayer el entorno de la Cuesta del Cholo y del Tránsito de las Ballenas, que a mediodía sumaba en la calle a apenas una decena de clientes charlando en pequeños grupos. "A mí lo que me gusta es esto", decía. Sí cree, no obstante, que el proyecto hotelero en sí mismo no es motivo de quejas. "Creo que más bien la gente de aquí lo vemos un poco como que ni fu ni fa, porque sabemos que el barrio tenía necesidades más urgentes que crear un hotel", razona. "El barrio lleva tiempo descuidado", le apoya José Ignacio Goutayer, otro vecino de siempre de Cimadevilla. Ambos explican que el temor de algunos residentes veteranos del barrio es que si el foco se sigue poniendo "solo en el turismo" y no en dinamizar el barrio, habrá más residentes que se vean "desplazados" de su entorno.
Hay, de hecho, inmobiliarias que ya buzonean a vecinos de viviendas bien posicionados por si están interesados en vender su casa. "Pero nosotros tenemos orgullo de barrio, porque Cimadevilla tiene mucho potencial", aclara Ceñal. Y, sobre la idea de que algunos hosteleros se "adapten" al perfil de clientes de lujo, otros chigreros como Marcial López, de L’Talaya, lo tiene claro: "Las sidrerías tienen su esencia; tendrán que adaptarse ellos". Él no cree que el hotel vaya a suponer un gran cambio en su negocio, pero tampoco que le vaya a perjudicar en nada.
Sobre el hotel también hablaron ayer decenas de vecinos del barrio mientras hacían cola a las puertas de la Casa del Chino, que retomaba su actividad. Y hay voces favorables al proyecto, como la de María Jesús Fernández, que considera que el negocio "ayudará a crear trabajos dignos", y otras más templadas como la de Maribel Neila, que reconoce que el edificio "es precioso" y que está bien que se mantenga su estética, pero que también teme que el barrio se haya convertido en el "urinario" de Gijón y en un nido de pisos turísticos no declarados. Este último punto preocupa también a Tina Ibáñez, que señala: "Vivimos en un barrio precioso, pero todo es cada vez más complicado porque hay una presión importantísima de coches, gente y actos con un civismo, como mínimo relativo". Y señalaba las varias banderas rojas de viviendas de la plazoleta para explicar el "gran problema" de los pisos turísticos ilegales. "En ese sentido, al menos el hotel pagaría impuestos", reconoce, pero urge medidas políticas para mejorar la convivencia en el barrio.