La Escalerona, el bautismo de muchos gijoneses

En la arena de la playa de San Lorenzo, un buen lugar para que los niños aprendan a caminar, los más pequeños se dan su primer baño en los charquinos que deja la bajamar

Reflejo de la Escalerona en un charquín en San Lorenzo.

Reflejo de la Escalerona en un charquín en San Lorenzo. / Ángel González

Luis Miguel Piñera

Luis Miguel Piñera

El cronista oficial de Gijón y la colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, Luis Miguel Piñera, fue uno de los protagonistas del acto organizado por este periódico para celebrar los 90 años de la Escalerona. A continuación, por su interés y simbolismo, reproducimos íntegramente el discurso leído por Piñera durante el evento que precedió a la inauguración de la exposición sobre esta obra emblemática.

Grandones

La Iglesiona, El Santón, El Molinón, La Acerona, El Rascacielos, Les Letrones, Les Chapones, La Mareona, El Cafetón, El Restallón, La Tribunona, El Solarón, La Gandayona, La Semanona, Los Gijonudos, El Tunelón, El Tallerón, La Panerona, El Tendexón, El Muselón, La Tejerona … y La Escalerona.

Para mí simplemente "Gijón" –una palabra aguda, aparentemente pequeña, de cinco letras– es ya en sí un aumentativo. En Xixón somos así.

La Escalerona ya cumplió los noventa años y para las gijonesas y gijoneses –que son todos aquellos y aquellas que viven en Gijón– sigue siendo el "hormigón más dulce de la ciudad". Parecen dos palabras contradictorias, esas de "dulce" y "hormigón", pero en el caso de La Escalerona no lo son. Por lo que sea. El arquitecto Avelino Díaz y Fernández-Omaña el 15 de julio de 1933 puso en la playa una obra de arte útil para acceder al arenal de San Lorenzo –eso lo primero– pero además hermosa y muy querida. Con el paso de los años su hijo Miguel Díaz Negrete acometió una rehabilitación integral magnífica. Se hace querer La Escalerona lo mismo que se hacía querer Negrete a quien muchos tuvimos la suerte de conocer, y por tanto admirar.

En origen era oficialmente la "Escalera monumental de acceso a la playa de San Lorenzo". La cosa ya apuntaba a grandonismo gijonés desde el principio por lo de "monumental" pero a los lugareños eso les resultó poco. Tras llamarla La Escalerona de forma oficiosa durante algún tiempo a inicios de la década de 1940 ya se jugaban partidos "frente a la Escalerona", se hablaba y escribía sobre "el reloj de la Escalerona", y la gente decía "quedamos en La Escalerona". El número de la escalera está bien grande, numero 4, pero en este caso saltamos del 3 al 5.

Algo personal

Mi infancia, como vecino entonces de la calle de San Bernardo, son recuerdos de ir a la playa frente a La Escalerona y jugar en El Parchís. En mi casa y las de mis amigos (por lo que sea) siempre fue el Parchís y nunca plaza del Generalísimo. La escuela de doña Anita en la calle de San Agustín y luego la Inmaculada también, claro, pero ahora estamos hablando de ocio.

En la arena de la playa con mi madre atenta y con la Escalerona también vigilándome aprendí a caminar. Como muchos niños y niñas, porque si te caes no te haces daño en esa arena sagrada. Empecé a ser bípedo ahí, y ya llevo bastantes años como tal. Es más, mi bautizo oficial, con certificado y pólizas, fue en San Lorenzo (iglesia), pero mi bautizo como gijonés (aún a gatas, bautismo por inmersión) fue en alguno de los calientes charquinos que quedaban, y quedan, cuando baja la marea en San Lorenzo (playa) a la altura de la "escalera 4". No tengo pruebas de esto último, pero si mi padre y mi madre me lo decían será verdad.

Atentos, muy importante. El agua cantábrica de San Lorenzo no es un agua cualquiera, está bendita. En los últimos años bendecida por Javier Gómez Cuesta cada 29 de junio, y años antes por los párrocos respectivos. La Escalerona fue testigo de mis primeros pasos y chapoteos. Eso marca. Con la bandera de Xixón allá arriba, dando la hora, dando la temperatura, con esos escalones por donde bajaron y subieron conmigo mis padres, mis hermanos, mis abuelos, mis abuelas…

Algo mágico

Semicírculo de La Escalerona, apoyados en la barandilla, recorramos lo que se ve de izquierda a derecha. Siguiendo el camino contrario al que hace el sol todos los días. A la izquierda el cerro de Santa Catalina y al lado la playa de San Lorenzo. Como se sabe –no hay discusión– San Lorenzo es el sol, y Santa Catalina es la luna. En Gijón esos nombres están pegados, la luna y el sol juntos. Misterio toponímico. No sé si esa "casualidad" sucede en otras ciudades, pero en Gijón parece claro que esos lugares ya eran "santos" antes de ser "santificados". "Al sol lo llaman Lorenzo y a la luna Catalina", "Cómo calienta Lorenzo", "Cuando duerme Lorenzo se levanta Catalina". El refranero español no puede mentir…

La playa en un extremo tenía a la capilla de Santa Catalina hasta que se derribó en el año 1898 y la iglesia de San Pedro, y en el otro la capilla de La Providencia. La bahía está bien protegida, sin duda, nada malo nos puede pasar. Lo sigue estando porque "Elogio del Horizonte" hace de icono protector en el mismo lugar donde estuvo la capilla.

Dijimos La Providencia. Esa es otra. La palabra Providencia es "disposición que mira al logro de un fin" y, dice el diccionario que con mayúscula inicial significa "disposición de Dios". Ni más ni menos. En La Providencia otra vez aparece San Lorenzo, el sol, dando nombre a un cabo, y por supuesto su capilla. Una capilla con múltiples exvotos y con una virgen negra. No moreneta como la patrona de Cataluña sino negra, muy negra, y con el niño en su regazo negro también. En la capilla de Deva, en la de Peña Francia, hay otra virgen negra.

No lejos de la capilla de la Providencia –se ve muy bien desde La Escalerona– está la casa de Rosario de Acuña. Una santa laica para muchos que hasta allí "peregrinaban" para visitar a esa gijonesa de adopción, y allí murió hace cien años. No me digan que no es mágica esa bahía que desde hace noventa años tiene muy controlada ese "hormigón tan dulce".

Tótem

La Escalerona se construyó en tres meses y el gobierno republicano la llevó a cabo dentro de un plan de obras públicas para mitigar el paro obrero. Eso fue hace 90 años y cinco meses, y ahí sigue como un tótem de la tribu. Ahí está, vertical, presidiéndolo todo. Déjenme imaginar que es un menhir, lo seguro es que es uno de los iconos de Gijón. Lo son muchas cosas, en Xixón nos gustan los símbolos, tenemos muchos y los "adoramos". La obra de Chillida por ejemplo; o el "templo" donde juegan unos chavales de primera vestidos de rojiblanco o Jovino... Pero La Escalerona es La Escalerona. La receta no es secreta: cemento, agua, arena, grava, y un alto porcentaje de cultura inmaterial.

En estos tiempos de la tercera década del siglo XXI parece que todos los caminos están tergiversados. Cada vez más parecen mentiras lo que son verdades, y viceversa. Pero La Escalerona sigue sin defraudar. En su sitio sigue. Vigilando esa arena que para los gijoneses y gijonesas es tan querida como el salón de nuestra casa, y muy contentos estamos de recibir visitas. Un mirador incomparable para ver un espacio que –como acabamos de demostrar, si eso hiciera falta– es mágico.

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