La figura de la semana | Titular del Juzgado de instrucción número 3 de Gijón y nuevo decano de los jueces
Julio Martínez Zahonero, un magistrado con alma de rugbier
Encontró su pasión por la judicatura en cuarto de carrera, entiende un juzgado como un equipo y es aficionado al rugby y a la pesca submarina

Julio Martínez Zahonero. / Mortiner
Dice el refrán que el rugby es un deporte de villanos practicado por caballeros. De cumplirse a ciencia cierta el dicho, que, como todos, tendrá su parte de verdad y su parte de literatura, se podría encontrar cierta ironía en que un juez de instrucción como Julio Martínez Zahonero tenga como sus principales aficiones la pelota ovalada. Pero los que más conocen al flamante nuevo decano de los jueces de Gijón saben bien que este deporte le gusta primero por los buenos recuerdos de su infancia y juventud. Y, segundo, pero no menos importante, porque lo considera un deporte democrático y en el que todos los integrantes de la escuadra, sea cual sea su condición física, tienen un papel importante para que el equipo funcione. Halla Martínez Zahonero entonces ciertas reminiscencias entre el rugby y el funcionamiento de un juzgado, que no deja de ser un engranaje en el que el trabajo de muchas personas logra algo indispensable para un estado democrático: la Justicia. Así, con mayúscula.
Martínez Zahonero se aleja bastante de la imagen de un juez que determinados sectores de la sociedad pueden tener entre sus tópicos. Primero, porque él mismo lo reconoce, su vocación por la judicatura fue tardía. No fue este moscón uno de esos niños que tuvieran claro desde bien pequeños que su deseo era presidir una sala de vistas. De hecho, esperó a hasta su último año de carrera para optar por esta vía Y segundo, porque Martínez Zahonero, aun siendo una persona que ama su trabajo, no es un juez al que el cargo se le haya subido a la cabeza. De hecho, reconoce que su trabajo, aun siendo complicado, no deja de ser como otras profesiones en las que la experiencia de los años prepara para tomar las decisiones más complicadas.
Juez de pasión contenida por su empleo, cercano y con los pies en el suelo, se puede decir de él que es una persona accesible y que siempre encuentra un rato para prestarte atención, pese a que su día a día es de todo menos tranquilo. Como titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Gijón, al que llegó en 2019, delante de sus ojos pasan personas de todo tipo. Algunos han matado, robado o cometido cualquier tipo de delito penal. La fortaleza de los años, unido a ese temperamento tranquilo, sosegado y reflexivo le han hecho al protagonista de estas líneas aprender a diferenciar bien lo que es el trabajo del resto de la vida para no llevarse una imagen distorsionada de la sociedad y la realidad. Es consciente de que la mayor parte del mundo nunca tiene que pisar un juzgado de instrucción y que España, como país, es uno de los más seguros de todo el mundo y Asturias y Gijón uno de los sitios más calmados de la geografía patria.
Decíamos que delante de sus ojos pasan todo tipo de personas que han tenido conductas punibles, pero también personas que, por circunstancias, quizás se hayan visto envueltas en una acusación de la que en realidad son inocentes. Sostiene Julio Martínez Zahonero que las cosas no siempre son lo que parecen y que hay que estudiar cada caso muy bien para poder tomar una decisión razonada y ponderada. Esa condición suya de juez que no se viene arriba vuelve a aflorar cuando reconoce que el error judicial, como cualquier otro error en otra profesión, existe. Y que, como dejaron por escrito (y por cantado) los hermanos Muñoz, lo que no sobra nunca es el tiempo, para, en este caso, analizar en más profundidad los sumarios.
Coordinador de la Asociación Jueces para la Democracia durante catorce años y firme defensor de la Educación Pública (siempre señala que su formación se cimentó en un colegio, instituto y en una universidad pública) la carrera de Martínez Zahonero, pese a su juventud, ya es dilatada. Antes que en Gijón pasó por Amurrio (Álava), Castro Urdiales (Cantabria), Cangas del Narcea, Luarca y Avilés. Recuerda la Villa del Adelantado como un lugar de mucha carga de trabajo porque a parte de sus labores como juez instructor tenía competencias en el juzgado de la mujer y también en civil. Su llegada a Gijón se produjo en 2019, un poco antes de la pandemia sanitaria, y ahora este curso ha decidido dar un paso al frente para convertirse en el primer decano de los jueces de Gijón que se presenta al cargo. Sus labores serán gubernativas, de gestión interna. Unos deberes que él mismo reconoce, le agradan.
La infancia de Martínez Zahonero pasó por Grado. Su padre fue abogado y quizás de ahí le venga su pasión por el mundo del Derecho. Estudió en el colegio y en el instituto de la zona y el rugby terminó por convertirse en una de sus pasiones. Cuenta que acabó jugando a este deporte en Grado porque allí fundó un equipo Benjamín López y en el mismo iban parando todos aquellos chavales a los que el resto de prácticas deportivas se les hacían bola. Nacido en 1973, tras la pandemia ha dejado la práctica regular de este deporte que le encomendó la tarea de jugar en segunda línea, en la delantera. Para los entendidos, le toca estar de lleno en la melé. Para los que saben menos, es ahí donde se corta el bacalao. Aficionado también a la lectura, este juez con alma de rugbier cuenta también entre sus pasiones la pesca submarina, práctica que aprendió en la Bretaña francesa durante sus años de intercambio en el instituto.
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