Los restos del Gijón de 1899: hace hoy 125 años se inauguraba en la ciudad la Exposición Regional

Dos secuelas dejó la muestra: una, el arraigo del grandonismo, y otra, las ferias de muestras estivales

Héctor Blanco

Héctor Blanco

El domingo 23 de julio de 1899, hace hoy 125 años, se inauguraba solemnemente en Gijón la Exposición Regional. Este certamen supuso un hito en nuestra historia contemporánea al ser el reflejo tangible de la conversión de la ciudad en uno de los principales núcleos fabriles y comerciales del norte peninsular.

Concebida como un completo escaparate del avance de Asturias en todos los ámbitos, reunió a más de 600 expositores que mostraron todo tipo de productos industriales junto a los avances técnicos, científicos y artísticos del momento. Entre ellos competían tanto por darse a conocer en público como por los premios y menciones honoríficas que podía propiciarles su participación en el evento.

La positiva repercusión de este acontecimiento pronto fue evidente y, concebido también como atracción turística, tuvo una acogida excepcional. Más de 150.000 personas pasaron por el certamen y este tuvo que prorrogarse quince días, postergándose su clausura hasta comienzos del mes de octubre.

La Exposición Regional dejó dos secuelas que se convirtieron en señas de identidad local hasta la actualidad. Una fue el arraigo del grandonismo, en esos años finiseculares Gijón hizo gala del sobrenombre del "Londres chiquito" o "pequeño Londres"; otra fueron las ferias de muestras estivales, organizadas a partir de 1924 –coincidiendo con el 25 aniversario de la Exposición Regional–, en las que se hibridó con éxito la promoción comercial con el reclamo turístico.

El certamen de 1899 fue fruto de la colaboración del Ayuntamiento, el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial y la Cámara de Comercio. Su gestión fue responsabilidad de un comité organizador en el que participaron relevantes personalidades locales atendiendo a los más diversos aspectos, sin olvidar la calidad arquitectónica y artística del recinto ferial encomendada al arquitecto Mariano Marín Magallón.

La Exposición tuvo su sede en el recinto de los Campos Elíseos, hoy desparecido, entonces delimitado por las actuales avenida de la Costa y calles Vicente Innerárity y Enrique Martínez –no existían las calles transversales Leopoldo Alas, Ramón y Cajal ni Luciano Castañón–, sumando una superficie de 35.000 m². En la parcela se levantaron una treintena de construcciones efímeras de todo tipo, desde estands y pabellones hasta una montaña rusa y un puente de hormigón experimental del ingeniero Eugenio Ribera.

Los Campos Elíseos gijoneses ya existían desde 1876 como un gran recinto privado concebido para usos lúdicos y espectáculos de todo tipo que sumaba un edificio destinado a teatro-circo –podía llegar a albergar a más de 3.000 espectadores– y un extenso parque. El evento de 1899 fue un éxito gracias a esa ubicación, igualmente elegida para las ferias de muestras celebradas entre 1925 y 1930.

Aquel año de 1899 también supuso la inauguración de otras obras singulares en Gijón.

Urbanísticamente la más vistosa fue la remodelación del primer tramo de la calle Corrida, entonces conocido como el Boulevard, propiciada por el Ayuntamiento. Entre otras mejoras incluyó la instalación de un mobiliario urbano de cuidado diseño, destacando la serie de farolas diseñadas por Mariano Medarde y realizadas por la fundición Cifuentes y un reloj de columna proveniente de Guipúzcoa.

En lo arquitectónico se levantaron dos hitos de la arquitectura del hierro gijonesa, el Mercado del Sur y el Teatro Dindurra, fruto de la iniciativa privada.

El primero se había inaugurado en el mes de mayo siguiendo el proyecto del arquitecto Mariano Medarde, tras nueve meses de obras. El edificio se construyó sobre una cimentación de más de mil pilotes de madera debido al carácter pantanoso del subsuelo y su estructura metálica fue realizada por Fábrica de Mieres.

Por su parte, el Teatro Dindurra se inauguró el 28 julio, cinco días después del inicio de la Exposición Regional, tras erigirse el conjunto formado por el coliseo y sus dos edificios anexos en diez meses gracias a que la parte principal del complejo, diseñado por Mariano Marín Magallón, estaba constituida por una estructura metálica realizada en la fundición de Laviada.

Ya en segundo plano quedan numerosas construcciones de nueva planta y remodelaciones de inmuebles realizadas aquel año, algunas a rebufo de las expectativas generadas por la Exposición. Fue el caso de la nueva sede del Hotel Oriente en la calle San Bernardo, inaugurada a comienzos de aquel verano en un edificio que había sido proyectado por el arquitecto Ignacio de Velasco en 1886.

Tras 125 años gran parte de aquellos escenarios gijoneses de 1899 no existen o han sufrido relevantes modificaciones, pero no todo ese pasado ha desaparecido. ¿Qué queda de todo ello?

De los Campos Elíseos sólo perviven tres esculturas que son una réplica de los caballos Marly -estuvieron inicialmente ubicadas en la fachada del teatro-circo y después trasladadas a su entrada principal, hoy localizadas en un rincón del hipódromo de Las Mestas. Se trata de copias en hierro fundido a escala reducida de los caballos dieciochescos realizados para el palacio real de Marly-le-Roi y luego emplazados a la entrada de los Campos Elíseos de París.

Se ha propuesto sin éxito el traslado de estas esculturas a la plaza del Continental aprovechando las próximas obras que se realizarán en ella. Reubicarlas ahí, a escasa distancia de su ubicación original, serviría de sencillo recuerdo del recinto de Los Campos Elíseos gijoneses a la vez que permitiría el disfrute ciudadano de estas peculiares piezas hoy descontextualizadas.

Respecto al mobiliario urbano que perteneció a la calle Corrida, sólo se conservan parcialmente tres de las farolas en el Campo de la iglesia de Somió, el pedestal de una cuarta reconvertido en fuente en la Carbayera de Granda, mientras que la columna que sustentaba el reloj se encuentra en el parque de Isabel la Católica. También se ha pedido la recuperación de este último elemento sin que, hasta el momento, haya habido resultados.

Del teatro Dindurra –destruido por un bombardeo de la Legión Cóndor en 1937– aún podemos ver hoy parte de su fachada, la arquería central, insertada en la del actual teatro Jovellanos lo que permite seguir apreciando la calidad de su factura. En el edificio anexo, cuyo bajo alberga actualmente al café Dindurra, también se pueden ver en las puertas de algunos balcones los cristales decorados al ácido colocados hace más de una centuria.

El Mercado del Sur es la construcción que aún mantiene en mayor medida su integridad, si bien la reforma que sufrió a comienzos de este siglo desfiguró irremediablemente su interior al introducir una planta que apenas ha tenido uso y un cilindro central para albergar instalaciones. Con ello se arruinó su riqueza espacial original además de dificultar el aprecio de su imponente estructura metálica.

El edificio del Hotel Oriente, el único que se conserva de los hoteles históricos gijoneses, parece hoy abocado a la ruina y apenas sí resulta reconocible tras sucesivas modificaciones externas y años de abandono.

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