Opinión
Matar es fácil en la plazuela San Miguel
Las "nuevas políticas de renaturalización" en el céntrico espacio gijonés donde siguen desapareciendo árboles y se está acabando con su esencia

Árboles talados en la Plazuela de San Miguel en la primera semana de septiembre. / H. B.
"Matar es fácil" (1938) es uno de los títulos más celebrados de entre las decenas de novelas detectivescas escritas por Agatha Christie. En las obras de esta prolífica autora siempre hay un elemento clave, una o varias muertes, que en ocasiones parecen totalmente accidentales. Caídas desafortunadas, atropellos involuntarios, confusiones en la toma de medicamentos… aparentes desgracias sin autor, mera casualidad. El desarrollo posterior de la trama vendrá a mostrarnos cómo lo casual no lo es, cómo lo fortuito es en realidad un asesinato cuyo culpable es quien, en apariencia, menos motivos tiene para perpetrar el delito.
En octubre de 2023, en estas mismas páginas, afirmaba que la Plazuela –oficialmente la plaza de Evaristo Fernández San Miguel– se moría. En concreto la muerte es la de sus habitantes permanentes, la de su arbolado. Menos de un año después, tras la detallada información obtenida por LA NUEVA ESPAÑA de los correspondientes responsables municipales sobre la desaparición continuada de ese arbolado, cabe apreciar que el título de aquel artículo fue un absoluto error. La Plazuela no se muere, a la Plazuela la están matando.
El lunes 2 de septiembre se desgajaba parte de uno de los castaños de Indias ubicados en el centro de este jardín, lo hacía a pocos metros de distancia de un derrumbe similar ocurrido tras el atardecer del día 23 de julio. Por suerte en ambos casos nadie pasaba por debajo.
El lunes citado en apariencia asistimos a un simple incidente, a la caída de parte de un árbol viejo que se derrumba, a una casualidad. Una casualidad que parece cuestionable si tenemos presente que lo mismo ha ocurrido con otro castaño pocas semanas antes, con un ciruelo que también caía al suelo el pasado mes de mayo, más otro castaño que se desplomaba hace un año. Una sucesión de "incidentes" que ya se han llevado por delante a una cuarta parte de los castaños que hubo en la Plazuela.
Estas casualidades dejan de serlo definitivamente si aplicamos algo de perspectiva histórica.
Estos castaños de Indias junto con los tilos de Holanda que protagonizan el paseo central fueron plantados en 1946, hace casi 80 años. En aquel entonces, la sustitución del arbolado que se había plantado en la Plazuela a finales del siglo XIX estuvo motivada por una brutal poda realizada el año anterior que lo llevó a la muerte en su mayor parte. Matarlos fue fácil. Un arboricidio que algunas voces se atrevieron a denunciar en plena posguerra con la esperanza de evitar similar desmoche en otros parques y jardines públicos. No valió de nada y lo mismo sucedió con el arbolado de Begoña.
La docena de castaños repuestos entonces en la Plazuela pasaron a podarse regularmente, al igual que los tilos. La poda de los primeros dejó de hacerse hace unos 15 años. El resultado fue que sobre la estructura de unos árboles que, en la práctica, eran algo similar a un bonsái gigante se dejaron crecer unas copas que llegaron a una altura de más de diez metros. El peso del ramaje y del follaje, más algo de lluvia o viento, hace ahora que la parte inferior del árbol no pueda sustentar ese peso y se desplome.

La plazuela, acordonada tras la caída del último árbol. / Marcos León
También acabamos de saber que hubo una acción específica que ha terminado en este desastre: según el equipo de gobierno local el motivo de esa falta de poda se debe a la aplicación de "nuevas políticas de renaturalización".
¿Qué "renaturalización" pueden tener ejemplares casi centenarios de estas características? ¿Qué "renaturalización" es aplicable a un jardín histórico urbano? El resultado final de esas "políticas" que evitan podas son talas cuando, tras el derrumbe de parte de las copas, se termina cortando el árbol como solución.
El arboricidio, que no accidente, ha tenido además implícito el riesgo de la pérdida de vidas humanas si tenemos en cuenta los centenares de personas que transitan por la Plazuela cada día y las decenas que se sientan en sus bancos.
Parece que alguien ha caído en la cuenta de que, además de terminar llevando al colapso al arbolado, puede acabar matando a alguien por aplicar "nuevas políticas de renaturalización". El resultado final ha sido el apresurado desmoche de estos árboles –una poda que en realidad es una tala parcial– efectuada a comienzos del mes de septiembre, medio año antes de lo que sería oportuno.
Así, a parte del arbolado más señero de un jardín público histórico protegido de manera integral por el Catálogo Urbanístico se le puede haber causado un daño irreversible. Que nadie se preocupe, cuando llegue lo inevitable la versión oficial será que los árboles ya estaban enfermos, que eran viejos, que carecían de valor o incluso podrá hasta ser culpa de la gravedad, que es un incordio y hace que todo acabe por los suelos.
Los responsables de todo esto hablan además de la posible sustitución de este arbolado por otro dando a entender que o bien no conocen la protección legal con que cuenta este jardín o bien la obvian sin más o bien ya tienen presente que lo hecho supone la sentencia de muerte de estos árboles.
Seguirán desapareciendo los castaños, los tilos y los ciruelos de la Plazuela, se matará su esencia, se continuará desgijonizando Gijón. En la Plazuela matar sí ha sido fácil.
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