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El "pistolero del Carmen" eludirá la cárcel: esta es la condena que ha aceptado en Gijón

El juicio se celebró esta mañana en Penal 3

El hombre deberá hacerse cargo de indemnizar a las víctimas

La calle Linares Rivas donde sucedieron los hechos

La calle Linares Rivas donde sucedieron los hechos

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Gijón

El pistolero del barrio del Carmen, en Gijón, es decir, aquel hombre que en septiembre de hace un año montó un enorme revuelo tras entrar armado a una vermutería de la calle Linares Rivas, no entrará en la cárcel. El procesado se enfrentaba a una pena de hasta cinco años y tres meses de cárcel por dos delitos de amenazas, uno de tenencia ilícita de armas, otro de resistencia a la autoridad y tres delitos leves de lesiones, tal y como ayer desveló LA NUEVA ESPAÑA. Finalmente, el hombre de 57 años, que se autodenominó a sí mismo como "falangista" y que inició una gran trifulca en la que llegó a encañonar con un revolver a un cliente de la vermutería (todo empezó después de que él mismo dijera que "estaba hasta los cojones de rojos y maricones de mierda"), verá reducida su condena a dos años de cárcel, al pago de una multa y varias indemnizaciones, tras haberse alcanzado un acuerdo entre las partes.

Así las cosas, el hombre reconoció los hechos, que cometió teniendo sus facultades alteradas por el consumo de alcohol, algo que se reconocerá en la sentencia. De esta forma será condenado a un año de cárcel por tenencia ilícita de armas y a otros seis meses por dos delitos de amenazas graves. La multa le queda en un mes a cuota diaria de ocho euros por tres delitos de lesiones leves. Deberá pagar 1.200 euros a cada una de las tres víctimas que había personadas en el caso. La condena queda en suspenso siempre y cuando pague lo que le corresponde.

Según relataron en su día los testigos, el hombre llegó solo a la vermutería y se pidió una cerveza. Una caña rubia para ser exactos. Fue escuchando la conversación de una mujer que terminó por perder los papeles. "Estoy gasta los cojones de rojos y de maricones de mierda", llegó a decir. Se denominó a sí mismo, siempre según la versión de los testigos, como "falangista".

Ante estos comentarios fuera de tono, el encargado del local le exigió que se marchara. No solo no le hizo ningún caso sino que le arrojó la cerveza que se estaba tomando. También tiró varios taburetes y empujó a una camarera. Luego, sacó el revolver y ya en este caso, según indicó la Policía Local, apuntó en la frente a un cliente y le amenazó de muerte. El dueño del bar y otro testigo le sacaron a la calle y allí forcejearon con él. Los agentes de la Policía Local lograron reducirle pocos minutos en el exterior de la citada vermutería.

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