La figura de la semana: Aurora Vigil-Escalera, el entusiasmo de coleccionar arte
Un cuadro de Daniel Merino, "Sueño de playa", fue la primera joya que adquirió a nivel personal esta galerista que cumple cuatro décadas con este "modo de vida" y que tiene la playa de Estaño y la práctica del pádel, el tenis y el esquí como refugio

Aurora Vigil-Escalera / Mortiner
Con apenas trece años, cuando esa curiosidad por el arte le empezaba a picar, sus padres, que acababan de abrir un apartamento de arte, le mandaban que repartiese por la calle unos dípticos para que los gijoneses descubriesen que existía un nuevo espacio cultural en la ciudad. Decidió ponerse a la salida de las galerías, para repartirlos, porque entendía que esas personas tendrían cierto interés. Le fascinaba en su niñez ese ambiente de las tertulias, entre gente y humo, donde aparecían escultores, pintores y un mundo en el que siempre decían que había crisis, y que le fascinaba. Por eso cuando sus padres montaron la Galería Van Dyck, a sus 18 años decidió entrar junto a ellos en ese proyecto. Y cuatro décadas después Aurora Vigil-Escalera sigue disfrutando con el mismo entusiasmo de lo que considera un modo de vida más que una profesión, como es ser galerista.
Nacida en Mieres en 1966, con apenas diez años se mudó a Gijón, una ciudad que sigue siendo su base, aunque haya abierto actualmente un showroom en Madrid, viaje a ferias internacionales, o por el mundo para tratar con coleccionistas, como le toca en estos días con una escapada a Puerto Rico. Durante 30 años, de 1984 a 2014, estuvo junto a sus padres en la Galería Van Dyck en la calle Menéndez Valdés, hasta que le dio un giro, al tomar ella sola el proyecto, y se trasladó a la calle Capua, a una esquina desde donde ve la Escalerona, porque necesita ese contacto diario con el mar, para seguir esa aventura artística con una galería de arte que lleva su propio nombre y que es una referencia más allá de Asturias.
Hija de Alberto Vigil-Escalera y de Ángeles Pérez, "Angelines", del primero aprendió la parte empresarial y la importancia de la ética profesional, mientras de la segunda se empapó de su pasión por el arte y el coleccionismo. Porque, aunque era un mundo que ya le fascinaba desde niña, tenía también inquietudes por estudiar Farmacia, pero dirigió su vida hacia el Arte y Decoración, donde se formó, mientras se pasaba las horas también en la galería de sus padres.
Con sus primeros ahorros, tras empezar a trabajar, hace ya 40 años, compró su primera obra de arte, un cuadro de Daniel Merino, llamado "Sueño de playa", que aún conserva con mucho cariño. Y le fue sumando a esa colección que atesora con mucho mimo pintura -lo que más le apasiona-, esculturas, fotografías y videoarte. "Comprar con el corazón y dejarse orientar por profesionales", repite continuamente como consejo a los coleccionistas Aurora Vigil-Escalera.
Madre de dos hijos, que han tomado otros caminos en la vida, es consciente de la dificultad de que la saga familiar de galerista continúe. Pero aun así lo disfruta al máximo, sin pensar en un fin. "Amo mucho a este oficio, me reporta muchas satisfacciones a nivel cultural, social y económico", le gusta decir cuando se le cuestiona por la peculiaridad y lo que le engancha de esta dedicación. Y realmente lo traslada a su día, con exposiciones que se convierten en fiestas, con artistas mostrando sus obras, encuentros con jóvenes y los viajes a Miami y otros rincones del extranjero para palpar el sector durante las ferias.
Vitalista, enérgica y con mucho carácter, quienes tratan de cerca resaltan esa ilusión intacta, amabilidad y sonrisa para definir a una persona que conserva también su gen guerrero y luchador de la cuenca Minera, que le ha permitido también abrirse caminos en la vida.
De su Mieres natal guarda muchos recuerdos de la plaza La Pasera, con esa imagen de los vecinos tomando sidra. Ahora, en Gijón, su refugio es la playa de Estaño, un rincón que le da paz y le permite cargar pilas, también con esa peculiaridad de que puede desconectar gracias a que la cobertura es limitada. El tenis y el papel son sus otras pasiones, con las que disfruta, ante la falta de tiempo para dedicarse más al esquí como hace algunos años.
Inquieta, curiosa y emprendedora son otros rasgos que definen a esta galerista que pudo disfrutar en estas cuatro décadas de momentos interesantes como haber contado con Oswaldo Guayasamín, Benjamín Palencia, Luis Pardo o Luis Feito, al que tuvo esa experiencia de "llamarlo casi abuelito". Y que guarda muchas anécdotas y buenos recuerdos, como cuando Paco Ferreras la llamada "la rubia del Norte". Pero también algún momento delicado, como aquella Nochebuena de 1999, en vísperas del cambio de siglo, cuando un transformador quemó la galería, provocando una gran angustia y esa sensación de pérdida de obras de arte únicas.
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