Los vecinos de la calle Aguado ya pueden abrir la ventana
La Policía desalojó las tres últimas viviendas de un edificio que llevaba okupado tres años y ha sido foco continuo de altercados e insalubridad

Susana Bayón, abogada de la propiedad, cierra con doble candado el edificio, junto a dos agentes que supervisan el cierre. / Marcos León
Peleas, atracos, problemas de higiene y hasta un incendio por un «ajuste de cuentas». Esto es lo que los vecinos de La Arena han estado aguantando durante los tres años que el número 19 de la calle Aguado ha permanecido okupado. Ayer por la mañana, agentes de la Policía Nacional entraba una vez más en el edificio para desalojar las últimas tres viviendas que el pasado viernes se encontraron cerradas. Lo hicieron con un dispositivo preparado para la ocasión y atentos a lo que podían encontrarse. «No sabían qué podía haber detrás de las puertas», aseguró Susana Pérez Bayón, abogada de la propiedad presente en la operación. Dentro solo quedaba una sola persona que se marchó del lugar tras ser identificada. La Policía también retiró varias bicicletas y se llevó diferentes enseres en bolsas de basura. Además, se clausuró la propiedad con una nueva puerta colocada delante de la del portal y que la letrada, en representación de los propietarios que residen en Madrid, se encargó de cerrar para evitar nuevas incursiones. «Tener un edificio en estas condiciones es algo que da mucha rabia y más si involuntariamente estás causando perjuicios al vecindario», explicó la letrada.

Policías nacionales se llevan bicicletas y otros bienes que se encontraron dentro del bloque. / Marcos León
De esta forma termina el último capítulo de la okupación del 19 de la calle Aguado que desde 2022 causa problemas a los vecinos de la zona y comerciantes, como el caso de Eva Hernández, propietaria de una lavandería que se encuentra en la acera de enfrente. «Aquí venían muchas veces a atecharse, coger el Wifi y usar los enchufes a modo de cargadores. Los recibos de la luz se dispararon un montón», explicó la dueña del local, que llegó a tomar medidas como capar los enchufes. De los cinco años que ha estado abierta su lavandería, tres de ellos ha tenido que convivir con los okupas. «Estamos contentos porque era mucho tráfico de gente en unas condiciones que no ayudaban y espantaban a la clientela. En general no se metían con nadie, pero era complicada la convivencia», detallaba. A Begoña Quirós, vecina de La Arena, los conflictos que se produjeron en los últimos tiempos le llevaron a evitar la zona. «Tenía miedo pasar por aquí, era algo problemático y llamaba mucho la atención en este barrio que nunca hubo líos».

Miguel Ángel Álvarez, señalando el patio de los okupas lleno de basura. / Marcos León
Los principales afectados han sido los vecinos de los portales anexos. «Vemos donde tiraban la basura y nos preocupaba. Excrementos, orines y todo lo que les apetecía», confesaba Charo Álvarez, vecina del portal 17. En la puerta de enfrente, Miguel Ángel Álvarez se asomaba al patio interior para mostrar la suciedad que habían ido acumulando durante estos años. Un sofá deshecho por completo, dos lavadoras desmontadas, infinidad de botellas de plástico y ropa amontonada son algunas de sus vistas al patio interior de su vivienda. «El problema fue el mismo día que salieron los vecinos, que lo tenían que haber dejado cerrado», exclamaba el hombre, que agradecía vivir en uno de los pisos superiores. En la vivienda de abajo, Silvia Gutiérrez contaba que había vecinos en el primero que no podían ni abrir las ventanas, también que había otro patio interior aún más repleto de suciedad. Para ella, la tensión llegó a los pocos meses de que se instalaran los okupas. «Aparentemente, parecía gente normal, pero fue entrando otra clase de personas y comenzaron los problemas. Conflictos un día sí y otro también». Tanto ella como su pareja se han visto involucrados en más de una ocasión. «Una vez uno intentó prender fuego al edificio. Estábamos paseando al perro en ese momento. Nos paró la policía para pedirnos los datos, tuvimos que ir a testificar al juzgado y todo». Recientemente, Gutiérrez afirmaba que pudo ver desde casa como le sacaban fotos a su motocicleta que estaba aparcada en la calle.
El edificio ha sido un nido de conflictos. En la tarde de Reyes, una joven de 19 años y vecina de Álvarez y Gutiérrez sufrió un atraco en plena calle. Dos ladrones le sacaron el móvil del abrigo y huyeron escondiéndose en el bloque okupa. Un par de días antes, el 3 de enero, un residente de la conflictiva finca aprovechó el despiste de un repartidor para acceder a su furgoneta y llevarse su riñonera. Posteriormente, utilizó la tarjeta de crédito que se encontraba dentro en un supermercado del barrio. Los últimos hechos se produjeron el 26 de enero cuando la policía tuvo que intervenir tras una pelea en la que había cuchillos de por medio. Dos hombres y dos mujeres se enzarzaron dentro de la finca que acabó con uno de ellos siendo trasladado a un centro médico por un corte en la cara. Días antes la policía les había identificado por varios robos que se produjeron en supermercados de la zona. Incidentes, todos esos, que podrían darse por zanjados para unas comunidades que ya estaban necesitadas de sosiego.
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