Adiós a un profesional muy ligado a la plaza de toros
El recuerdo del torero al que salvó la vida Inocencio Fernández tras una grave cogida en Gijón: "Encontré un ángel de la guarda"
"Fue una de las cornadas más graves que he tenido", recuerda el diestro Antonio Sánchez Puerto

Por la izquierda, Inocencio Fernández, Juanele, Carmen Moriyón y Antonio Sánchez Puerto durante un acto en Gijón en 2013. / Marcos León
Inocencio Fernández González, histórico cirujano jefe de la plaza de toros de El Bibio, falleció este lunes a los 86 años de edad. El facultativo, aunque nacido en Cuviella y criado en Oviedo, desarrolló toda su carrera profesional en Gijón, ejerciendo como especialista de la sanidad pública –en el viejo centro de especialidades de Puerta la Villa y posteriormente en Pumarín–, y también como cirujano de gran prestigio en la sanidad privada. "Tuvo una vida larga y plena", se consuela su hija, Cristina Fernández, también médico. Fue cirujano jefe de la plaza desde 1972 y hasta 2006, donde dejó un gran perfil. "Le recuerdo con cariño y sobre todo con admiración por todas las graves cornadas que resolvió con gran acierto", señala Carlos Zúñiga, empresario de la plaza de toros.
Uno de los grandes admiradores de Fernández era y es el médico Roberto Veiga. "Fue mi jefe muchos años y me metió en el mundo de los toros. En el 85 él era jefe y me incluyó como ayudante en la plaza, donde sigo. También trabajé con él en la Casa del Mar y en la privada. Operamos mucho en Cruz Roja, en Begoña, en el Covadonga. Fue un gran médico y un pionero, porque se había formado en Alemania", cuenta.
Como anécdota, recuerda Veiga que Fernández siempre contaba que al regresar a España después de esa formación en el extranjero se topó con una Asturias menos avanzada en cuanto a técnicas traumatológicas, y que trató de realizar fijaciones óseas con clavos comprados en un almacén de material quirúrgico. Su hija aclara que Fernández se formó en cirugía y en traumatología (en la época era habitual que un médico estudiase dos especialidades) y que decidió asentarse en Gijón en vez de regresar a Oviedo por la sensación de ciudad al alza que emanaba Gijón en aquellos años.
De su trabajo en El Bibio hay una intervención que forma ya parte de la historia de la plaza de toros: la grave cornada que Antonio Sánchez Puerto recibió en 1987, y de la que se salvó. "Era el último toro, último minuto, y entraba a matar. La cornada le entró por la ingle", recuerda Veiga, para quien la actuación de Fernández fue "clave" para que el torero salvase la vida. "Se acabó haciendo amigo de todo el equipo de sanitarios", asegura el médico.

Antonio Sánchez Puerto, a la derecha, junto a Carmen Moriyón, Juanele e Inocencio Fernández en 2013. / Marcos León
"Fue mi ángel de la guarda"
El propio Sánchez Puerto lo recuerda muy bien. "Fue una de las cornadas más graves que he tenido. Él era un doctor extraordinario y con él acabé entablando una amistad entrañable. Mi última aparición en Gijón fue un coloquio, el año pasado, y por supuesto fui a verle. Yo siempre que podía quería estar a su lado", recordaba ayer el matador, que asegura: "Personas como él son difíciles de encontrar. Yo encontré un ángel de la guarda que me salvó la vida, primero, y después a un ser humano excepcional de quien me hice amigo".
Veiga recuerda a Fernández como un hombre bueno y cariñoso, como uno de esos médicos que caen bien a los pacientes. También era muy deportista, sobre todo de juegos de raqueta. Con su esposa Helge Schmitz, fallecida hace años, tuvo siete hijos: Eloy, Enrique, Cristina, Marisol, Miguel, Susana y Pedro, este último fallecido recientemente. Su familia y sus allegados lo despidieron en la tarde de este martes en la iglesia parroquial de Somió. "Es una persona insustituible; toda la afición lo recordará siempre", asegura Maritina Medio, presidenta de la Federación de Peñas Taurinas.
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