La figura de la semana: Juanjo González, el arquero afable que saborea la Roja

Fan de Bruce Springsteen, tiene el pádel y el ciclismo como aficiones, y el apodo de «sindicalista» entre sus amigos por su compañerismo y sus valores

Juanjo González Argüelles

Juanjo González Argüelles / Mortiner

Pablo Antuña

Pablo Antuña

Gijón

Aquel joven del Polígono de Pumarín que ya desde bien niño tenía claro que quería ser portero llegó muy pronto a las categorías inferiores del Sporting procedente del Xeitosa. Y tenía ese sueño entre ceja y ceja de debutar con el primer equipo del Sporting. Ese anhelo lo cumplió y, además, se podría decir que por partida triple. Porque además de estrenarse y disputar 77 partidos llegó a ser el capitán, y también compartió vestuario con el que era su ídolo, Juan Carlos Ablanedo, al que relevó en la portería. Juan José González Argüelles (Gijón, 1973), portero del club rojiblanco de finales del pasado siglo y principios del actual, desarrolló después una larga trayectoria en los banquillos y secretarías técnicas hasta llegar a las categorías inferiores de la selección en 2013, donde realizó diversas funciones –de analista y de trabajo con los porteros– hasta ascender de la mano de Luis Enrique a la absoluta en 2017. Ahora da un paso más al ser nombrado como segundo entrenador de la Roja, es decir, la mano derecha del seleccionador Luis de la Fuente.

«Nadie le ha regalado nada. Es una persona muy currante y trabajadora», coinciden en señalar antiguos compañeros de vestuario y también desde su círculo de amistades. «Siempre ha estado a la sombra, viviendo muchas experiencias, renovándose y con mucha ilusión por cada etapa», subrayan. Algo que ya manifestaba también en su etapa en activo, cuando manifestaba ese perfil de «sumar, ser afable, dar estabilidad, acoger a los jóvenes e irradiar buen rollo».

Persona comunicativa, expresiva, con don de gentes, bromista por momentos, pero especialmente comprometido, con valores, buen compañero e integrador. Estos son algunos de los rasgos que definen a este gijonés que también es fan de Bruce Springsteen, su referencia musical, y que tiene al deporte como su dedicación y su gran afición. Le gusta divertirse jugando al pádel, escaparse en bicicleta o hacer una ruta de montaña que vaya acompañada después de una buena comida. Su otro refugio es su mujer María, novia ya desde la adolescencia, y sus dos hijas.

Juanjo debutó con el primer equipo con 21 años, el 17 de junio de 1995, con Ricardo Rezza en el banquillo, en un partido que acabó 1-3 con el Valladolid. Fue una temporada complicada que acabó con el Sporting en el último suspiro, en la recordada promoción con el Lleida, cuando se metieron 42.000 espectadores en El Molinón, récord en un partido de fútbol hasta la fecha. No volvió a disputar otro encuentro hasta dos años después, con Miguel Montes de entrenador –que había sido manteado por lograr la salvación–, en un partido con miga, en el cierre de la temporada 1996-1997. Había derbi, en el viejo Tartiere, y Montes recibió alguna crítica por alinearle, con la especulación de que el Sporting podía «dejarse» para ayudar al Oviedo a que se salvase. Acabó 0-0 el encuentro, con un partidazo de Juanjo. «Montes le puso entonces mucho en valor, que tenía mucho potencial y lo iba a demostrar», cuentan quienes estuvieron presentes en aquel momento.

La siguiente temporada ya dio el salto al primer equipo, donde permaneció cinco temporadas. Tuvo la mala suerte de llegar en un momento delicado a nivel deportivo, con el descenso a Segunda, y con muchas dificultades económicas e institucionales. Juanjo, como capitán, incluso dio la cara contra el Consejo de Administración, con José Fernández de dueño, Juan Arango de presidente y Alfredo García Amado de gerente, para posicionarse del lado de la plantilla y de los trabajadores de la entidad. «Dio la cara, era algo impropio que se apoyase a los trabajadores, y eso pudo marcarle», destacan quienes vivieron aquellos años. Ese gen le hizo también cogerse el mote de «El sindicalista», algo con lo que le bromean aún sus amigos.

Como portero, sus compañeros de aquellos años, le recuerdan como «muy ágil y agresivo», y también destacan su «capacidad de aprender e intentar coger lo mejor de cada uno».

Tras dejar el Sporting se fue al Linares en 2003. Allí estuvo una temporada solo y se retiró. Pero dio entonces paso a su nueva vida en el fútbol. Empezó como ayudante de Roberto Robles en el banquillo del Langreo y en 2005 pasó a dirigir al primer equipo. Después dirigió al Llanes y en 2008 le llegó la oportunidad de saltar al fútbol profesional, como segundo entrenador de Muñiz en el Racing de Santander, que estaba en Primera. Allí pasó en 2009 a ser secretario técnico durante tres años, en los que se sentó en un par de tramos de forma puntual en el banquillo. Y en el paso previo a entrar en la selección aún tuvo tiempo para entrenar al Avilés en el curso 2012-2013. n

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