El asesino de la inmobiliaria de Gijón, condenado a 17 años, deberá pagar esta cantidad a la familia de su víctima
Felipe de Arriba Ramos deberá cumplir otros cinco años de libertad vigilada por matar a Fran Tobajas, e indemnizar a su familia con 253.750 euros

Felipe de Arriba con las manos en el rostro en la sesión en la que se dio a conocer el veredicto del jurado popular. / Ángel González
Felipe de Arriba ya conoce su sentencia por el crimen con el que acabó con la vida de Fran Tobajas frente a su inmobiliaria en septiembre de 2023. Los magistrados han decretado una pena de 17 años de prisión y otros cinco de libertad vigilada por el asesinato del dueño de la inmobiliaria Golden Star como venganza por un viejo préstamo que le fue concedido hace años a la expareja del ya condenado. La condena implica que de Arriba Ramos deberá hacer frente de una responsabilidad civil de 60.000 euros para cada uno de los padres de la víctima –la madre ya ha fallecido–, 93.750 a una de las hijas, 30.000 euros a la otra y 10.000 euros a la pareja. En total, 253.750 euros. La sentencia recoge el atenuante de confesión, que le fue reconocido al autor de los hechos por el jurado popular, en su modalidad analógica. En total, La Fiscalía pedía para él 18 años y la acusación particular, 20. El jurado popular le declaró culpable por asesinato por unanimidad.
Las dos acusaciones mantuvieron al final del juicio, celebrado a primeros de abril, las peticiones, frente a las tres atenuantes que defendía la abogada del autor de los hechos. La acusación particular la ejerció el abogado Eloy Fernández Schmitz y la defensa María Escanciano. Además de la confesión, también la defensa solicitaban la atenuante por reparación del daño, ya que el procesado dejó en consigna 250 euros, el único dinero al que ha tenido acceso desde que entró en la cárcel y que no fue suficiente para que el jurado popular lo tuviera en consideración. El tercero, que tampoco se tuvo en cuenta, era el de "obcecación" porque se detalló en el juicio que De Arriba Ramos consideró culpable de su ruina a la víctima y vivió obsesionado con él desde el 2007, que fue cuando se enteró de lo del préstamo concedido, a su vez, dos años antes.
El móvil fue el préstamo
Para conocer los motivos de De Arriba Ramos por los que asesinó a Tobajas hay que remontarse hasta 2005. Por aquel entonces, la que era su mujer pidió un crédito a la víctima y a otro prestamista que, según dijo ella, le convencieron de firmar letras de cambio en blanco y un reconocimiento de deuda de 12.900 euros cuando solo recibió 3.500 euros a un alto interés.

El dispositivo que se instaló en la calle Campo Sagrado después del crimen. / Juan Plaza
Durante dos años, hasta 2007, este crédito fue desconocido para de Arriba, una vez que se habían producido los impagos. El acusado intentó mediar con Tobajas para llegar a un acuerdo que contentase a las dos partes, pero este lo desestimó. La mujer llegó a denunciar las condiciones del crédito, concedido ante notario, pero la Justicia no le dio la razón. Paralelamente, el rencor del autor del crimen fue en aumento. Contó en el juicio que había recibido unos wasaps de Tobajas, que posteriormente borró y que no constan en autos, en los que aseguraba haber mantenido relaciones sexuales con su pareja, llegando incluso a "abusar de ella". Este extremo lo desmintió ante los magistrados en la sección octava de la Audiencia Provincial la exmujer del autor del crimen. "Mi marido nunca me creyó", dijo. Según el autor de los hechos, aquel crédito –pese a que luego tuvo que pedir más– fue "la primera pieza del dominó" que, a su juicio, derrumbó su vida.
En 2010, se divorció de su mujer. No solo estaba casado, sino que tenía dos hijas. Ya en 2014 perdieron su piso en Montevil. De Arriba contó que vivió en un trastero y que terminó viviendo en una habitación de un piso compartido en Contrueces. También, que llegó a beber y que "no hubo un solo día" en muchos años que no pensara en Tobajas. De hecho, muchas veces acudía al entorno de su inmobiliaria. Llegó a hacerlo dos días antes del crimen.
De Arriba, a lo largo de todo el proceso, nunca negó lo que había hecho. De hecho, cuando asestó las dos puñaladas mortales a Tobajas delante de su propia hija con el cuchillo que había sisado el día antes de la carnicería en la que trabajaba se dejó arrestar por la Policía Local. Confesó, aún con las manos manchadas de sangre, lo que había hecho. El arma se deshizo de ella, pero, según argumentó no porque quisiera esconderla. La tiró por la tapia de la residencia del Carmen porque "le resultaba raro" ir con el cuchillo por la calle.
El primer día del juicio, a la primera pregunta de la fiscal reconoció con un simple "sí" haber dado muerte a Tobajas. Hasta su defensa había calificado los hechos de un delito de asesinato. Luego, relató como había sido su vida. Lo del préstamo, lo de que se sintió humillado y lo de que el día antes había cogido el cuchillo. Ese día ya se fue para la calle Campo Sagrado, pero era por la tarde y su víctima ya había cerrado su negocio. Contó, también, que el día de autos, el 20 de septiembre, "dudó hasta el último segundo", pero que al final mató a Tobajas delante una de sus hijas. Al final de las cuatro sesiones, pidió perdón. Le dijo a las hijas de la víctima que "no le guardaran rencor".
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