La procesión de El Encuentro desafía con éxito a la lluvia en Gijón
Las cofradías completan una multitudinaria procesión amenazada al comienzo por un chaparrón y que cerró Fernando Llenín en la plaza Mayor con un sermón en el que reivindicó "la importancia de la solidaridad"

Nico Martínez /J.A.
Tras una mañana y un comienzo de tarde en los que la incesante lluvia y el desagradable viento no invitaban a ser positivos, Gijón pudo vivir ayer finalmente la primera gran procesión de la Semana Santa. Lo hizo gracias al Encuentro del Camino del Calvario, que comenzó desafiando la lluvia en San José y llegó a su fin en una plaza Mayor en la que los cofrades arroparon las imágenes del Jesús Nazareno y la Virgen Dolorosa, en presencia de la Verónica y San Juan Evangelista. Fue en el ágora gijonesa, frente a la Casa Consistorial, donde el párroco de San José, Fernando Llenín, se dirigió a los fieles presentes para denunciar el dolor que viven aquellos que se ven obligados a salir de sus países a causa de los conflictos bélicos. "No podemos caer en la indiferencia", resaltó el religioso antes de cerrar una intervención muy aplaudida.
El discurso de Llenín estuvo cargado de emotividad y reflexión. La plaza Mayor estaba repleta de fieles. Olía a incienso cuando el párroco comenzó a contar que hace unos días se encontró con una joven pareja que tenían un bebé de 20 meses. "Venían de lejos, de muy lejos, del otro lado del mar. Habían tenido que dejarlo todo y salir huyendo de su país, amenazados de muerte por la guerrilla. Llevaban 10 días en Gijón. Buscan un trabajo, pero no pueden trabajar porque la ley se lo prohíbe. Buscan un lugar para vivir, pero los precios de alquiler no se lo permiten", lamentó Llenín, que continuó: "Sus ojos, muy abiertos, esbozaban una sonrisa de ansiedad y mínima esperanza. Pasaban por las calles de nuestro Gijón del alma buscando y buscando". Situaciones tan duras como estas las comparó el párroco con el "suplicio" que vivió Jesús durante el Calvario, cuando fue consolado por mujeres. "Son los jóvenes expulsados por los poderosos, por las pseudo religiones y las ideologías, por los intereses orgullosos y por las mentiras interesadas. ¡Cuántos se ven expulsados de su casa, de su patria y de la vida en nombre de una mentira proclamada como buena!", criticó Llenín, que puso como ejemplo la actitud de Verónica.
En ese sentido, el religioso pidió no huir del sufrimiento y que "la voz de Jesús no se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia" ante aquellas personas que sufren el rechazo o la expulsión a causa del horror de la violencia, las persecuciones y las dictaduras. Por último, el párroco de San José aplaudió que la ciudad de Gijón aporta esperanza al ser "abierta, integradora, solidaria y compasiva".

Un agente de la Policía Nacional, saludando a la salida de San José a los hermanos de la Vera Cruz que portaban el paso del Nazareno. / Marcos León
El discurso de Llenín dio comienzo alrededor de las nueve y media de la noche. Una hora antes, los hermanos de la Vera Cruz decidieron arrancar su procesión desde San José con los pasos del Nazareno y la Verónica, escoltados por agentes de la Policía Nacional. Caían unas gotas de lluvia que incluso llegaron a hacer peligrar la procesión, pero pudieron más las ganas de llevar el esplendor de la Semana Santa por las calles. La decisión de seguir adelante fue muy aplaudida por las decenas de devotos que se acercaron a las puertas del templo, que disfrutaban del himno nacional que tocaba la agrupación musical del Sagrado Corazón de Jesús de Oviedo. Fue unos metros más adelante donde el hermano mayor de la Vera Cruz, Juan Antonio Rodríguez-Pládano, retiró la tela blanca que cubría el rostro de Jesús en el impoluto pañuelo que llevaba hasta la Verónica.
Cumpliendo con lo establecido, los integrantes de la Santa Misericordia -que antes habían realizado la imposición de medallas a 11 nuevos hermanos- salieron desde la iglesia de San Pedro media hora más tarde con la imagen de la Virgen Dolorosa a cuestas, después de que el hermano mayor Ignacio Alvargonzález hiciera sonar su carraca. No le faltaba un detalle. Lucía gladiolos, rosas, hortensias, astromelias y antirrhinum. A escasos metros sobresalía la figura de San Juan Evangelista, porteado en su caso por los miembros del Santo Sepulcro, que se movían al ritmo de los tambores de la banda avilesina de San Pedro del Rivero.
Imposición de medallas de la Santa Misericordia
Ya en la plaza Mayor, los cofrades se instalaron junto a las imágenes para escuchar atentamente las palabras de Fernando Llenín. El único contratiempo surgió cuando uno de los presentes profirió gritos desagradables hacia la Virgen y los devotos. Rápidamente, los agentes lograron controlar la situación. Después de la lectura, con la felicidad de haber podido procesionar ante la amenaza de las inclemencias meteorológicas, volvieron a las parroquias para poner fin al Miércoles Santo y conjurarse para poder vivir por todo lo alto las que se espera que sean las procesiones que generen mayor expectación.
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