Gijón arropa a la Virgen de la Soledad en la procesión del Sábado Santo

El sacerdote José Antonio Álvarez dirige los rezos durante el recorrido por Cimavilla

VÍDEO: Así fue la profesión del Sábado Santo en Gijón

I.P.

I. Peláez

I. Peláez

Marcaba doce grados el termómetro de los Jardines del Náutico. Los playos de la Rampla aprovechaban los últimos coletazos de la pleamar que esta mañana convertía la playa de San Lorenzo en una piscina natural. El mar estaba como un plato y el sol golpeaba con fuerza la Casa Consistorial y la Antigua Pescadería Municipal. Por primera esta Semana Santa, los cofrades no miraban al cielo con preocupación. Eso sí, soplaba el viento para evitar los calores, con rachas que se fueron haciendo notar más y más a medida que los penitentes se aproximaban a la capilla de la Soledad.

Marcaba el paso la cofradía de la Santa Vera Cruz, que pobló la explanada del Campo Valdés, luciendo crespones negros en el brazo, cuando el repique de campanas de la iglesia de San Pedro anunciaba las nueve de la mañana del Sábado Santo. Al fondo, la imagen de San Juan Evangelista, obra de Rafael García Irurozqui (1943), se veía sobre el paso custodiado por la Santa Misericordia. Iba arropado por rosas y astromelias rojas, margaritas verdes y eucalipto. El incienso ya impregnaba el entorno cuando apareció en escena la Virgen de la Soledad sobre los hombros de los penitentes de la cofradía del Santo Sepulcro. Anthuriums, claveles, rosas y crisantemos blancos adornaban el paso. Se hizo el silencio y comenzó el rezo en una explanada que albergó a más feligreses que en los últimos años. Muchos de ellos, rosarios en mano. Todas las cofradías llevaban plegadas sus banderas, atadas con cintas negras. El luto era evidente.

Fue el sacerdote José Antonio Álvarez quien dirigió los cincos misterios gloriosos. La Resurrección, el primero de ellos, fue justo encima de las Termas Romanas de Campo Valdés. La carraca en las manos de Ignacio Alvargonzález invitaba a retomar el paso, con los penitentes enfilando la calle del escultor Sebastián Miranda. Tras la comitiva, antiguos pregoneros de la Semana Santa de Gijón, como Paulino Tuñón o Agustín Guzmán Sancho. Imperaba el silencio, también el frío. La Ascensión, segunda parada. Se escuchaban estrofas de la canción “Santa María del Camino” después de cada rezo.

La procesión del Sábado Santo, la única que discurre íntegramente por Cimavilla, recorrió la calle de las Cruces, Rosario, la travesía de Atocha, Julio Fernández y Oscar Olavarría en un barrio Alto que comenzaba a despertar en medio de la soledad de María. La venida del Espíritu Santo y la Asunción fueron los siguientes misterios gloriosos de camino a la capilla de la Soledad. San Juanín de la Barquera esperaba a María para dar por finalizada la procesión con el quinto y último misterio, la coronación de la Virgen, en el momento de mayor azote del viento. “Podéis ir en paz”, pronunció José Antonio Álvarez para despedir la procesión más madrugadora de la Semana Santa gijonesa. Ahora, los penitentes vuelven a mirar al cielo para poder poner el broche el Domingo de Resurrección con el encuentro ante la antigua Pescadería Municipal. 

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