Entrevista | María Luisa Carcedo Médica, exministra socialista de Sanidad
"Crecí temiendo en silencio a la política y a que mi padre muriera en la mina"
"Fui una niña ejemplar, obediente, estudiosa y dispuesta para las tareas y una adolescente un poco pueblerina, no de discoteca"

María Luisa Carcedo, en el muelle de Fomento de Gijón. | Juan Plaza
-Nació en Santa Bárbara (San Martín del Rey Aurelio), 1953, segunda de cuatro hermanos de una familia minera.
-Mi güelu paterno, que vivía con nosotros, había sido carretero y el materno, fue de los primeros en mines de montaña. Mi padre y todos sus hermanos fueron mineros. Mi tío Baldomero vivía con nosotros y cuando yo tenía 5 años, picaron a la puerta dos personas para decirnos que se había matado en la mina. Tenía 37 años. Paulino, otro hermano de mi padre, vino a vivir en su lugar. Había perdido un ojo en un accidente de mina y veía mal del otro. Se metió a maderista. Otro hermano, Avelino, perdió una pierna en la mina, puso un chigre y una tienda y organizaba bodes y mi madre nos mandaba a ayudar a mi hermana a mí. Mi padre tuvo un accidente importante en el pozo María Luisa y tuvo que dejar de picar. Estuvo en el Sanatorio Adaro. Recuerdo ir a visitarlo con mi madre y nos metíamos en la cama con él.
-¿Cómo era su padre, Nicanor?
-Un paisano de antes pero muy cariñoso y con preferencia por nosotras porque su madre había muerto siendo él joven y todo alrededor eran hombres. Pasé muchas horas en su regazo. Era socialista, de carné y de verdad. Había estado en la guerra y preso y tenía firmes convicciones sociales, lo que orientó mi ideología. No le gustaba andar de charrán y citaba a Pablo Iglesias y a Indalecio Prieto, era muy prietista. Le recuerdo, desde niña, explicándome y contándome y mi madre decía "deja a esa guaja, ¿qué sabe ella de política?". Contestaba mi padre "sabe más que muchos hombres de pelo en pecho".
-Nieves Roces García, su madre.
-Era la bondad. Venía de una familia católica de un humanismo extraordinario. Somos la síntesis del humanismo de mi madre y de la convicción socialista de mi padre. Entre ellos pasó como la quijotización de Sancho y la sanchificación de Quijote de la que habla Unamuno. Se entendían y complementaban. Con los hijos era pegajosa.
-¿Tuvo peso religioso en su infancia?
-Mi madre quería que fuésemos a misa y a los primeros viernes de mes pero nos decía "no quedéis al catecismo, no os hagáis catequistas, no repartáis la hoja parroquial porque tu padre".. Mi padre nos encontró a mi hermana y a mí, en la habitación, rezando de rodilles y dijo: "¿qué facéis? ¡Venga p’arriba!", pero no decía que no fuéramos a misa o que no hiciéramos la primera comunión. Para el bachiller elemental las chicas teníamos que ir a un colegio de monjas, el San José, de Sotrondio, como concertado con el instituto de Sama. Les monjes me achuchaben para que me hiciera monja, pero no me apetecía.
-¿Qué tal vivían en su casa?
-Era una casa grande, solariega. Cuando mi padre dejó de picar, fue postiador y ganaba menos, pero los cuatro hijos estudiábamos. Para la educación nunca faltó. En la casería teníamos animales, huerta, de todo y no pasábamos hambre, ni necesidades, pero heredábamos la ropa.
-Cuatro hermanos.
-Obdulia, yo, Esteban y Pedro, muy seguidos. Nos llevamos muy bien y nos juntamos para hacer chorizos y sidra…
-Ellos no hacían la cama.
-¡Buf! ¡Claro! Mi madre nos enseñaba la división de roles, salvo el trabajo de la huerta o la esfueya que hacíamos juntos. Ellos aprendieron a segar. Yo me empeñaban en hacer todes les tarees que hacíen ellos. Aprendí a catar les vaques, a fregar, cocinar, corte y confección con una prima modista... todo. Mi madre decía, "ojalá no lo necesitáis, fiyines, pero si lo necesitáis, no os acobardéis".
-¿Qué neña fue?
-Éramos ejemplares. Ayudábamos, obedecíamos, hacíamos de todo. Una vez mi hermana y yo nos perdimos en el monte cuidando les vaques. En la escuela éramos muy brillantes, sobre todo mi hermana y yo.
-¿Qué recuerdos tiene de la escuela?
-Empecé muy pequeña porque la primera maestra era amiga de mi madre y me dejaba estar con mi hermana. Éramos muchos niños y niñas juntos. Luego tuvimos una maestra fatal, poco tiempo y después vino mi maestra, Mari Paz García Prendes, de Gijón, con el estilo de les maestres republicanes. Me inculcó la medicina porque dijo "si pudiera empezar ahora haría Medicina".
-¿Cómo era?
-Valiente. Un día que tocaba hablar de José Antonio por el aniversario de su muerte ella dijo "bueno, murieron muchos" y pasó página. En lugar de ponernos a rezar el rosario nos ponía a cantar reglas de ortografía o la tabla de multiplicar. Mientras cosíamos -lo mínimo- 7 x 5, 7 x 6. Cuando llegamos a los 9 o 10 años mis padres decían que no iba a dar para que estudiáramos los cuatro y pensaban, como la mayoría en la zona, que estudien ellos para que no vayan a la mina. Ellas que estudien secretariado. Yo sabía taquigrafía y mecanografías en clases particulares con la maestra. La maestra los llamó.
-¿Qué les dijo?
-"Que estudien ellas, que van delante, y luego ya veremos". Nos matriculó en el Doña Jimena de Gijón para hacer el examen de ingreso. Aprobamos.
-¿Qué tal en el colegio de monjas?
-Bien, salvo que nos comían el tarro. En un recreo de los ejercicios espirituales nos pusimos a jugar a la goma y una monja nos montó un escándalo, nos metió en una clase y nos dijo que íbamos a arder en el infierno por jugar a la goma durante el recogimiento.
-¿Y en el instituto?
-Muy bien. Hicimos un plante y una huelga porque echaron a un chaval de Barredo. Yo escribí la tabla reivindicativa, me pillaron y me señalaron un error en la utilización de la palabra obvio.
-¿Qué tipo de adolescente fue?
-Un poco pueblerina, no de discoteca. Cuando me enrolé en las Juventudes Socialistas tenía más contacto.
-¿Por qué entró?
-Viví la infancia entre dos temores muy potentes, que me causaron mucha angustia silenciosa. Un miedo atroz a que mi padre se matara en la mina. Los días que estaba de vacaciones iba descontándolos y cuando venían en el camión de la mina esperaba a que apareciera pola llosa y ya me aliviaba.
-¿Y el otro temor?
-La política. Mi padre tenía que presentarse en el cuartel de la Guardia Civil y si se retrasaba mi madre decía "ya-i tan dando palos en el cuartón". Una muy amiga desde el colegio, María José, prima de Marcelo, Cayo y Vicentín García, y su novio entonces, Fran Varela, militaban. Con ellos fui a ver a Pablo García a la zapatería y a la casa de la clandestinidad de Barredos, a la que iba Emilio Barbón.. Mi hermano Esteban y yo nos afiliamos en 1975. Hacíamos formación, repartíamos "El socialista" clandestino y luego "Renovación", el periódico de las juventudes, que dejaba por los váteres de los bailes y llevaba a la facultad.
-¿Para qué quería hacer Medicina?
-Mi padre nos arraigó la rebelión contra la injusticia. Nuño, el médico que teníamos, venía mucho y se portó genial, pero el especialista en Sama te trataba a baquetazos, por lo que fuera. Mi rebeldía era de clase, social y política. Me daban la beca del Montepío, pero otra, que ganaba por notas de sobra , no. Mi padre decía que esa beca era para uno del régimen. Cuando empecé medicina mi padre estaba jubilado y la situación en casa era jodida. Supe que había beca salario y la solicité. Me la concedieron y la mantuve toda la carrera. Un alivio para la familia: 100.000 pesetas al año para comprar libros, que eran muy caros, y para todos los gastos. Mis padres fueron metiendo en una cartilla para que, cuando acabase, comprara el Dos Caballos que tuve. Mi hermana y yo alquilamos un piso con dos hermanas del pueblo, un bajo sin calefacción en La Argañosa. La paisana nos pidió certificado del cura de buena conducta. Íbamos a la facultad atravesando prados. Teníamos cocina de carbón. Cuando empezaban las manifestaciones y disolvían a todos, venían a comer a casa.
-¿Cómo fue independizarse de casa?
-Natural. Volvía a casa el fin de semana. Pasamos los dos últimos años en un piso de Otero que nos alquiló un compañero del partido y que había sido sede clandestina. Aquello fue el jolgorio de la Juventudes Socialistas... los fines de semana iban parejas.
-¿Sabía qué clase de médico quería ser?
-Como me interesó la filosofía me gustaba la Psiquiatría. También la ginecología. Luego no fue ni uno ni otro y, al final, tiré mi profesión por la borda
-¿Actividad política durante la carrera?
-Formamos el comité de Medicina del PSOE. Éramos cinco; dos, de León. La carrera era de derechas, pero había del Movimiento Comunista y de la Liga Comunista Revolucionaria , hijos de médicos que cuando los cogía la policía el padre llamaba y los soltaban. Nunca me cogieron. Andaba con pies de plomo porque en casa me decían "como te cojan, olvídate de la carrera". Competíamos mucho con las Juventudes Comunistas, donde estaba Julio Bruno, de armas tomar, y mi marido.
-¿Los estudios bien?
-Iba sobrada del instituto, pero en los exámenes del primer trimestre aprobé rapado física o química y me puse las pilas. Saqué varias matriculas y solo suspendí una asignatura porque entendí que el último tema no entraba. Como el profesor era del Opus, mi padre decía que me habían suspendido por ser quién era. No tuve manera de convencerlo. En septiembre saqué matrícula de honor.
-¿Cuándo ennovió con José Antonio Álvarez Pérez?
-Nos conocimos al principio de la carrera. Era de un grupo distinto, pero del mismo curso. Vivía en Gijón e iba con otros amigos en coche. Cuando mi hermana fue a vivir a Gijón, yo iba más allí. Vivimos amontonados después de la carrera en 1978. En noviembre de 1979 nos casamos, a escondidas, una historia.
-¿Cómo se casaron?
-Había muchos bulos de si no nos podíamos casar porque José Antonio ya estaba casado. Íbamos a casamos por lo civil en Gijón y nos pedían permiso de la mili, certificado del cura. Cuando nos pidieron el DNI, que entonces traía la profesión, y el tío leyó «médico» empezó a recular. Pero marchamos y nos casamos en Sotrondio que nos lo arregló Emilio Barbón como abogado. Salimos del juzgado, ante un crucifijo enorme, y nos fuimos a pasar la consulta. Decidimos no solicitar el permiso de 15 días ni la ayuda ni nada para no sacarlos de la duda y que siguieran especulando.
María Luisa Carcedo (Santa Bárbara, San Martín del Rey Aurelio, 1953), médica, afiliada al PSOE en 1975, es consejera de Estado y preside la Sección Novena del Consejo de Estado. También está al frente de la fundación Pablo Iglesias. Fue ministra de Sanidad con Pedro Sánchez y diputada en el Congreso de 2004 a 2016 y de 2019 a 2023.
-¿Fue duro empezar a ejercer?
-Íbamos a pedir trabajo todos los días a la inspección de Sama -donde nos llamaban «los rojos»- porque sabíamos que había muchas plazas por ahí. José Antonio empezó sustituyendo por vacaciones a un médico que era socialista. Para mí no hubo ni eso. Cuando me estaban tramitando una plaza la pidió un compañero de la carrera, hijo de policía, y la funcionaria rompió mi ficha. Luego conseguimos plaza pero a los 9 meses nos querían echar, hasta que la asociación de vecinos, la de padres y todas las habidas y por haber del valle fueron a Oviedo a armar la de Dios. El director provincial del Insalud nos llamó y dijo «¿qué pasa con vosotros que vinieron aquí unos mineros y se viene el valle abajo? No os preocupéis que os renuevo». Luego sacamos la oposición.
-¿Y actividad política?
-En 1979, creo, querían que encabezara la lista de las municipales en san martín del Rey Aurelio, pero me negué porque acababa de terminar la carrera y quería una estabilidad. Cuando ganamos las generales en 1982 fui directora del Insalud y empezó ahí la historia. A Francisco Ortega le dije que iba para un año.
-Tiene un hijo.
-Gumersindo, va a hacer 40, es periodista, tiene un máster en comunicación corporativa y trabaja en Unicaja. Tengo una nieta, Darisa, de tres años y medio.
-¿Fue una madre presente?
-Menos de lo que hubiera querido y de lo que hubiera sido necesario porque muchos días llegaba y el niño estaba acostado. Los fines de semana y en ocasiones contadas hacíamos planes y lo llevaba a Somiedo, a Muniellos. Cuando nació yo era directora del área sanitaria del Nalón, luego directora de Salud Pública en Oviedo y después consejera de Sanidad. Afectivamente estuve presente, pero tuve las ausencias de una madre dedicada a la política y por eso no tuve más hijos.
-¿Y se nota en la relación?
-Creo que no. Estuvimos muy unidos siempre. En Madrid vivimos juntos cuando estudiaba y yo era diputada.
-Quería ser médico pero ejerció poco. ¿Se arrepiente?
-Lo volvería a hacer. En la consulta la gente me quería mucho. Cuando todavía no estaba universalizada la asistencia, atendía igual a los que estaban en el paro y a los hijos que no estaban en la cartilla y a veces se la pedía la medicación a los visitadores o me arreglaba con muestras a los que no tenían para pagarla. Cuando estaba de directora hice eso, multiplicado por 100 pero te lo agradecen menos y así toda mi carrera: cada vez haces más pero la gente te ve con distancia.
-Balance de la política.
-Estoy muy satisfecha cuando veo lo que tuve oportunidad de hacer. No tengo decepciones. La política es lo más importante para transformar la sociedad y beneficiar a la mayoría de la ciudadanía, que no tiene fortunas ni amistades ni relaciones… Gracias al partido tuve la oportunidad de hacer cosas, todo lo que la coyuntura me permitió.
-José Ángel Fernández Villa fue importante en su trayectoria.
-Cuando cometes errores y no haces las cosas correctamente en política lo pagas tarde o temprano.
-Pedro Sánchez.
-Trabajé con él antes de ser candidato y siempre fue muy comprometido y trabajador. Como yo, es muy perseverante y trabajé con él muy a gusto. En la oposición diseñamos políticas como el ingreso mínimo vital o la política de pensiones y cuando cogió el gobierno en 2018 estaba para ser impulsado.
-¿Qué tal en el tan transferido ministerio de Sanidad?
-Muy bien. Tenía, además, Consumo, Servicios Sociales e Infancia. Los servicios sanitarios están transferidos, pero la política sanitaria tiene un papel muy importante. Entre otras cosas, a través de la política de medicamentos, que lleva más de un tercio del gasto sanitario. Luego está el consejo interterritorial, el órgano que coordina todo, y se puede hacer mucho liderazgo político sanitario, como se vio en la pandemia.
-¿Le gustó librar de eso?
-No, lo hubiera afrontado con entereza, aunque hubiera pasado muchas noches dormir.
-¿Qué le quitó el sueño?
-Me preocupo mucho, también por los pacientes. Es mi manera de ser. Cuando estaba en Medio Ambiente y Urbanismo, el paso de la Autovía del Cantábrico por la ría de Villaviciosa. El túnel lo conseguimos Cristina Narbona y yo porque estaba proyectado un puente que hubiera cambiado la vida de la villa. Los ingenieros propusieron este puente enterrado y el PP no lo quería. Cuando llegó Álvarez-Cascos los ingenieros le convencieron porque él era ingeniero, creo yo.
-¿Cómo vive ahora?
-El Consejo de Estado ocupa muchas horas porque leo todos los dictámenes. Presido la fundación Pablo Iglesias y soy vicepresidenta segunda de la Fundación Anar, el teléfono de los niños. Como mi madre me enseñó a hacer de todo si tengo que cocinar, pintar o coser lo hago.
-¿Qué tal cree que le trató la vida?
-Bien. Tuve oportunidades, aproveché la mayoría e intenté hacer lo que mi ética me aconsejó. Tuve la fortuna de que nací en una familia maravillosa y lo es también la que construí. Mi marido y yo llevamos juntos 50 años y eso también hay que cultivarlo. Tuve mucha fortuna con la gente que encontré, maravillosa, muy sabia. El partido me dio la oportunidad de hacer cosas que personalmente no hubiera logrado jamás. Ni de lejos pensé que llegaría a ser ministra de Sanidad. En Juventudes estábamos militando por ideología y por el sentido de la justicia, jamás porque fuera a ser siquiera concejal. Mi padre decía que enseguida sería diputada nacional y murió sin ver la mayor parte de mi carrera. No soy creyente, pero cada vez que tengo un acta de diputada o lo que sea hago una fotocopia y la meto en el cofre que hay en el nicho donde están juntos mis padres. Sé que eso queda ahí, pero para mí significa.
La médica que ejerció cuatro décadas de política
María Luisa Carcedo Roces (Santa Bárbara, San Martín del Rey Aurelio, 1953), afiliada al PSOE en 1975, es consejera de Estado y preside la Sección Novena del Consejo de Estado. También está al frente de la fundación Pablo Iglesias.
Fue ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social entre 2018 y 2020, con la llegada de Pedro Sánchez al gobierno, y diputada en el Congreso de 2004 a 2016 y de 2019 a 2023.
Estudió Medicina y la ejerció cuatro años en Sotrondio y otros tantos en Gijón.
Está casada con el médico José Antonio Álvarez Pérez y tienen un hijo, Gumersindo, «Gumer», que les ha dado una nieta , Darisa, de 3 años y medio.
Pide no hablar de política por su condición de consejera permanente, pero se refiere a la actualidad política porque toda su vida es una carrera entre el partido y la gestión pública. Se emociona y sobrepone rápido cuando recuerda pasajes de su infancia minera y de su padre, del que habla con devoción. Parte de esos recuerdos los va escribiendo
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