¿Qué hacía la Unidad Canina de Rescate del Principado en las ruinas del edificio de El Jazmín, en Gijón?

El entrenamiento del colectivo ha generado mucha sorpresa entre los gijoneses: "Es una oportunidad muy buena"

Así entrena en los escombros de un edificio gijonés la Unidad Canina de Rescate del Principado

VÍDEO: Sergio García / FOTO: Juan Plaza

"¿Qué están haciendo?", se preguntaba ayer una paseante, en la calle Anselmo Cifuentes, junto a la plaza de Europa, mientras observaba lo que un día fue el domicilio del pintor Nicanor Piñole, el histórico edificio de El Jazmín, convertido en escombros pero, aun así, repleto ayer de movimiento humano... y perruno. Lo que había era un entrenamiento de la Unidad Canina de Rescate del Principado de Asturias, que tiene su sede en La Morgal (Llanera) pero que aprovechó el contexto del icónico inmueble gijonés, ya derruido, para realizar una práctica. "Es una oportunidad muy buena para nosotros", señaló Elena Marcos, presidenta de la unidad, que cuenta con doce animales y tres "aspirantes" a entrar.

Los perros, especializados en la búsqueda de personas y presentes en numerosas situaciones de emergencia, pudieron entrenarse para futuros escenarios. "Queremos que estén acostumbrados para cuando se caiga una casa de verdad", subrayó Elena Marcos, que reivindicó la conveniencia del lugar. "Estos escombros son muy reales y no los solemos tener para practicar", indicó Marcos. Pastor belga malinois, drahthaar, beagle, springer spaniel o border collie son algunas de las razas que trabajan en la unidad, que entrena en fábricas abandonadas, canteras o pedreros. Esta ha prestado ayuda, por ejemplo, en un terremoto en Turquía o en inundaciones en Libia. También en la grave explosión de gas de Mieres en marzo.

"Nada mejor que un escenario real", aseguró José Manuel Coro, que veía desde la calle cómo los canes no paraban quietos entre los restos del edificio de El Jazmín. El entrenamiento comenzó con un calentamiento para que los perros conocieran el solar. Poco a poco la dificultad aumentaba. Los guías se escondían y era tarea de los animales encontrarlos, tirando de su principal arma, el olfato. Cuando lo hacían, un ladrido como aviso. Explicó Elena Marcos que los perros deben tener "capacidad de trabajar en cooperación con el humano" y "mucha pasión por el juego, la comida o un tipo de premio". Y, por supuesto, ser "valientes, atléticos y ágiles" para desplazarse por entornos como una pila de escombros, si bien habitualmente las actuaciones tienen lugar en grandes áreas como el monte para buscar a personas desaparecidas o que se han perdido.

La expectación era máxima en la zona. No eran pocos quienes se detenían para disfrutar de la práctica. Había quien grababa, ensimismado, los ejercicios de los perros. Como Miguel Martínez, que ensalzó que "está muy bien tenerlos entrenados para cuando haya una catástrofe". "Hay que tener constancia, paciencia y dedicación porque esto no se aprende de un día para otro y los perros tienen que ir adaptándose a los terrenos", afirmó el guía Víctor Molina mientras "Ayko" bebía agua antes de empezar la faena. "Este es un ambiente muy parecido a lo real", sostuvo Molina. "¡Sigue, busca!", exclamaba Miguel de Prado a "Sindi", una de las protagonistas de la jornada en un sitio emblemático de la ciudad (ubicado entre las calles Plaza de Europa, Covadonga, Anselmo Cifuentes y Pelayo) que, hasta su rehabilitación, sirve, entre otras cosas, para que la Unidad Canina de Rescate del Principado perfeccione sus habilidades.

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