Gijón despide a "Tino El Roxu", un hombre "muy querido en la ciudad"
Familia y amigos dan el último adiós al sidrero navense en el Tanatorio de Cabueñes

En la primera bancada, la familia de "Tino El Roxu" (en el círculo), este sábado, en la celebración de la palabra que tuvo lugar en el Tanatorio de Cabueñes. / Ángel González
"Era alguien muy querido en Gijón, entrañable, buena persona, amable y luchador". Estas palabras del sacerdote del tanatorio de Cabueñes definen a un hombre y resumen el sentir de la ciudad, que este sábado dio su último adiós al afamado hostelero navense Florentino Mañana García, "Tino el Roxu", fallecido este jueves a los 76 años de edad tras sufrir un progresivo deterioro cognitivo.
Familiares y amigos llenaron las bancadas de la capilla del complejo en un acto de celebración de la palabra oficiado a la una.
"Que ayude a sus hijas y sus nietas desde el cielo para seguir adelante, haciendo las cosas tan bien y con tanto entusiasmo y con ese amor a la vida que tenía", prosiguió el religioso, que destacó la "alegría" que Tino transmitía a todos aquellos que se cruzaron alguna vez en su vida.
En la intervención también se ensalzó la faceta de hombre "trabajador" del hostelero, gracias a la que hizo de la sidrería que fundó en 1981 en la calle Hermanos Felgueroso (y que luego trasladó a la avenida de la Costa) uno de los referentes del sector en Gijón y en Asturias.
Una vida "trabajando sin parar"
En el restaurante recordaba hoy la familia a través de este periódico, al hostelero "trabajando sin parar", un afán que inculcó a su descendencia, aunque esta no siguió con su legado. "Si no, no hubiera salido del chigre tras jubilarse", afirman.
Una vez retirado del trabajo, se dedicó a la vida tranquila, a sus partidas de cartas –le encantaba el tute– y, sobre todo, a su familia y a unas nietas, Paula Ovalle y Bárbara Fernández, que eran su pasión y de las que disfrutó de compañia y juegos mientras le fue posible. "Nos lo pasábamos fantástico con él", afirman las adolescentes, que recuerdan sus vacaciones, juntos, en Torrevieja o sus salidas al parque, además de su increíble buen humor.
Condolencias a la familia
La viuda, María Emilia Zamorano; sus hijas, Noelia y Leticia Mañana; su hijo político, Nacho Ovalle, y sus dos nietas, Paula Ovalle y Bárbara Fernández –su pasión y a las que dedicó todo el tiempo que pudo en sus últimos años– ocuparon la primera bancada.
El cura transmitió a los asistentes el agradecimiento de la familia por acercarse hasta la pompa fúnebre y por las sentidas condolencias recibidas en estos momentos tan duros para, posteriormente, bendecir el féretro y entonar el Himno de Covadonga en honor al finado, antes de su incineración.
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