Crónicas Gijonesas: La cerca y el Solarón
Una fortificación rodeó Gijón entre los años 1836 y 1867 que después marcó el desarrollo urbanístico de la ciudad, dando pie a nuevos espacios desde la plazuela de San Miguel hasta El Humedal pasando por la plaza de Europa

Crónicas Gijonesas

Gijón estuvo rodeada por una muralla –digamos más propiamente una cerca– entre los años 1836 y 1867, y esa fortificación definió de manera fundamental el posterior desarrollo urbanístico de la ciudad. Antes de derribarse, eso fue cuando Gijón dejó de ser "plaza fuerte o de armas", la ciudad vio marcada su expansión por aquella cerca de la que todavía quedan reliquias en el callejero, por ejemplo, el nombre de la calle llamada de La Muralla donde la fortificación empezaba.
Fue en la sesión municipal del día 10 de octubre de 1836 cuando los concejales se dieron por enterados de un escrito del Comandante General de la Provincia dando la orden de fortificar rápidamente la ciudad con motivo de las guerras carlistas, y no sólo el peñón de Santa Catalina sino "todo el pueblo". El 22 de mayo de 1837 comienzan los trabajos para cercar la ciudad –en realidad nunca se acabaron las obras porque se mandó destruir la fortificación antes de estar terminada– a cargo del ingeniero militar Celestino del Piélago. En 1860, veintitrés años más tarde, ya se nombró una comisión que estudiase si la cerca debía mantenerse o no y en el año 1867, en mayo de ese año, la ciudad deja de ser por una Real Orden "Plaza Fuerte" y el 3 de enero de 1877 los terrenos antes militares pasan al municipio. Ya en septiembre de ese mismo año el Ayuntamiento empezó a derribar parte de la fortificación y a vender los solares que ocupaba.
El 22 de mayo de 1837 comienzan los trabajos para cercar Gijón
Si nos fijamos vemos que los lugares donde estaba la muralla, una vez derribada, fueron fundamentales para plantar arbolado. Nada más empezar la cerca está la plazuela de San Miguel que es el origen del barrio de La Arena y en ella unos jardines muy populares, y al lado los Campinos de Begoña en un lugar por donde también pasaba la muralla lo mismo que por el paseo de Begoña. En la que llamamos plaza de Europa (antes El Velódromo) hay unos jardines (frente al Museo Piñole y la plaza de Europa) que fueron realidad a partir del derribo. Y también discurría la cerca decimonónica por la calle de Palacio Valdés (La Acerona) hoy plena de arbolado. Hay que tener en cuenta que además del terreno de la propia cerca quedaron libres de edificaciones algunos metros intramuros y otros extramuros donde estaba prohibido, en el Gijón cercado, edificar y vivir.
Una vez derribada, los lugares por donde pasaba la muralla resultaron fundamentales para plantar arbolado
La fortificación pasaba en sus últimos metros por lo que llamamos el Solarón, oficialmente Jardines del Tren de la Libertad. Dos claras señas de identidad local se ven ahí: el grandonismo y el feminismo. Si vemos los planos, queda claro que la cerca iba (en esa zona y situados en el Gijón de hoy) desde la plaza del Humedal siguiendo Sanz Crespo hasta la Casa Sindical, allí la cerca giraba noventa grados a la derecha para atravesar el Solarón y terminar en Marqués de San Esteban.
Esos metros cuadrados del Solarón, bajo los cuales se supone que están restos de esa cerca decimonónica, no es un lugar cualquiera. Es un "lugar de memoria de Gijón". No solamente por la fortificación. Primero fue un humedal, un lugar jovellanista después, parte de la cerca decimonónica más tarde, por supuesto una zona muy importante en la historia ferroviaria de Gijón, y en la actualidad lleva un nombre que habla de igualdad.
Aquel humedal nombró a esa zona de la ciudad y fue Jovellanos quien se empeñó en que fuese desecada, y por tanto habitable y paseable. Además, hace más de doscientos años, Gaspar Melchor de Jovellanos nos habla, en su "Diario" y en otros escritos, sobre tres paseos que él mismo ayudó a crear: el paseo de Las Damas, que situaríamos en la actual calle de Cangas de Onís; el Paseo de La Estrella que ocupaba parte de la plaza del Humedal y también de la calle Asturias, y el Paseo de Las Viudas que comenzaba, en el Gijón actual, en esa plaza del Humedal y terminaba en la carretera Vizcaína tras atravesar lo que hoy son las calles de Llanes, avenida de Portugal, Pola de Siero y Perlora. Todos los paseos con arbolado.
Un "lugar de la memoria de Gijón"
En 1797 los comerciantes de Gijón celebraron el nombramiento de Jovellanos como embajador en Rusia, y luego como ministro de Gracia y Justicia de España e Indias. Lo festejaron como a él le gustaba: con la creación de un paseo arbolado al que llamaron Paseo de Los Reyes. Con ello reconocían los sentimientos ecologistas de Jovellanos que se desvelaba en cuanto a la compra y plantación en su ciudad natal de especies como el álamo blanco y otras exóticas como los plátanos de Louisiana y los chopos de Carolina. El cronista Julio Somoza en sus "Cosiquines de la mio quintana" (1884) escribe que ese paseo de Los Reyes estaba compuesto por álamos "que llegaban hasta la estación de Langreo donde aún se ven". Ese jovellanista paseo de los Reyes cruzaba, en un Gijón todavía no cercado, el actual Solarón justo frente a la Sindical.
Se hablaba en Gijón hace meses de cardiología, de ese corazón de Xove partido por una autovía que aparecía en carteles y en pancartas. Pero también de neumología, hablamos de neumología cuando se pide "un pulmón pal Solarón". Corazones partidos para el occidente y "pulmones" para ese Solarón y para toda la ciudad. Nuestro corazón late lo normal, entre 60 y 100 veces por minuto, y en Gijón queremos, en el Solarón y en la zona oeste, poder respirar lo normal: respirar aire limpio trece veces por minuto. Urge salir de Urgencias.
Retrato de Gijón

El pintor Antonio Suárez, el músico Enrique Truan, el erudito padre José María Patac de las Traviesas y Enriqueta Ceñal, viuda de Nicanor Piñole. / Juan Carlos Tuero (Muséu del Pueblu d’Asturies)
Salón de Recepciones del Ayuntamiento de Gijón, miércoles día 22 de agosto de 1990. El entonces alcalde, Vicente Álvarez Areces, recibía a las personalidades que, oficialmente desde el 11 de mayo de 1990, habían pasado a formar parte del callejero local. En la imagen. el pintor Antonio Suárez, el músico Enrique Truan, el erudito padre José María Patac de las Traviesas y Enriqueta Ceñal viuda de Nicanor Piñole. Sus vías estaban ya rotuladas, respectivamente, en los barrios de El Bibio, Viesques, Ceares y El Llano. La imagen de la derecha es obra de Juan Carlos Tuero y está conservada en el Muséu del Pueblu d’Asturies.
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