La figura de la semana: José María Rodríguez Olaizola, el jesuita que baila con las palabras

Es todo un referente comunicador en España y Latinoamérica que vuelve a sus orígenes

José María Rodríguez Olaizola

José María Rodríguez Olaizola / Mortiner

A. Rubiera

A. Rubiera

Gijón

José María Rodríguez Olaizola está preparando las maletas para volver a su casa. A Asturias. Y con él vendrán sus bailes, su música y sus palabras. Jesuita, teólogo y sociólogo, escritor con una veintena de libros publicados y siempre alguno más en preparación, es también un popular articulista en las redes sociales. Con más de 4 millones de visualizaciones en su canal de Youtube y más de 80.000 seguidores en su cuenta de la red social X, donde lleva casi 20 años de presencia activa.

De ahí que José María Rodríguez es para muchos miles de católicos que le siguen sobre todo en España y Latinoamérica el «padre Olaizola», un religioso que se expresa con rotundidad y sin temer a los charcos. Un hombre de religión con un discurso muy contemporáneo que lleva años ofreciendo en voz alta a la sociedad sus oraciones, sus canciones (toca varios instrumentos y le gusta mucho cantar, sobre todo en comunidad) y muchas palabras donde la fe la conjuga en el presente de la vida cotidiana.

Ordenación en la iglesia de la Inmaculada de Gijón

Si prepara las maletas es porque Rodríguez Olaizola (Oviedo, 1970) acaba de ser nombrado nuevo delegado de la Plataforma Apostólica de Jesuitas Asturias y también superior de la Comunidad de Oviedo. Será imposible que no le estén viniendo estos días a la memoria todos sus años como alumno desde infantil a Bachillerato del colegio San Ignacio, donde nació y enraizó su vocación religiosa –que definió una vez acabado el COU, con 18 años, haciendo sus votos con 20–, o su etapa como maestrillo en el colegio de la Inmaculada de Gijón; o su ordenación en la iglesia gijonesa en el año 2001.

Y es de imaginar la alegría por su vuelta que sienten sus padres y hermanas. Y muchos amigos que esperan por él en Asturias y que nunca han dejado de recordar a aquel buen niño y buen compañero, formado y buen estudiante, siempre sonriente al que le gustaba leer, la música y de vez en cuando ver algún partido interesante. Por supuesto, ha celebrado ampliamente el ascenso de su Oviedo.

Pero ahora lo que procede es que se despida y le despidan en Madrid, su casa y comunidad desde hace ocho años. Y hoy mismo tiene una cita importante, en la misa de 13.00 en la iglesia de San Francisco de Borja, de la que es párroco y donde también deja una ristra de amigos.

Despedida de iglesia de San Francisco de Borja en Madrid

Pese a que hace unos meses –era el día de los Santos Inocentes– le gastó una broma a su comunidad de internet avisándoles que acababa de ser destinado al lugar habitado más remoto del planeta, la isla de Tristán de Acuña, en el océano Atlántico Sur, la inocentada solo tenía media parte de verdad... la de que sonaban tambores de cambio para un jesuita que se sabe con obligaciones nómadas.

Se vuelve a casa con ilusión y dispuesto a seguir avanzando en su vocación, que gira desde hace años en gran medida en torno a la palabra porque para él "es un puente hacia las personas. Y ya sea en las homilías, en las redes, en las conferencias... son distintas maneras de traducir lo que uno va sintiendo, profundizando, y poniendo palabras de las que otros se puedan apropiar", dice. Escribe sobre sociedad, cultura, Iglesia, noticias del momento o cuestiones un poco más intemporales y tiene claro que usa la comunicación para la concordia. Afirma que "en un mundo con demasiada cháchara y ruido hacen falta palabras razonables, sinceras y en las que el mundo se encuentre".

Todo un logro eso de hablar para tantos siendo como fue un «tímido patológico» de joven. La primera vez que habló en público tenía 20 años. Era novicio y le pidieron dar testimonio ante 400 jóvenes. Reflexionó mucho y lo contó con tanta pasión que dice que la experiencia fue fascinante. "Noté cómo se iba haciendo el silencio y la gente estaba entendiendo que no hablaba de mi vida, sino de la suya". Luego llegaron años de formación y se fue dando cuenta que tenía esa capacidad de llegar a la gente, fuera cual fuese el formato. Empezó pronto a moverse en el entorno digital y ahora dice que su presencia en las redes sociales, con tantos que le quieren y algunos muy ruidosos que le dan cera, la vive "como una misión".

El entorno digital y las redes sociales

Rodríguez Olaizola, que es además secretario de comunicación de los jesuitas de España, tiene en los libros el refugio más seguro. Porque ahí sus palabras pueden leerse con ese procesado lento que tanto hecha en falta en la sociedad actual. Autor de éxito, incluido de poemas, lo es sin premeditación. Porque a la escritura se acercó casi por casualidad. Le pidieron convertir su tesina de Teología en un libro y, tan fácil le resultó que siguió escribiendo. Una de esas obras, "El corazón del árbol solitario", se la ha dedicado a uno de sus mejores amigos, el gijonés KiKe Figaredo.

Es muy habitual oírle decir que piensa en el mundo como un lugar habitado por la música –muchas y muy diferentes– y por el baile. El baile que es para él una manera de estar en la vida. De ahí el título de dos de sus libros importantes, "Bailar con la soledad" y "Bailar con el tiempo". Y del tercero que lleva más de una década fraguando, que será "Bailar con Dios". En los días de duelo por la muerte del Papa Francisco, el ovetense contó que tiene una carta preciosa manuscrita que le envió Bergoglio. Que entre otras cosas le decía: "Algunos te dirán que sos atrevido (por lo de «Bailar con dios») pero déjalos que digan. Vos seguí ‘bailando’. Yo ruego por vos, por favor, hazelo por mí, que lo necesito. Que no me equivoque de baile, y si me equivoco, que empiece de nuevo con otra música". Ahora el baile y la música de Olaizola serán inspiración en Asturias.

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