Faustino Oro, el rey del tablero que empezó a jugar para no molestar con el balón en la pandemia

El argentino, de 11 años, laureado maestro internacional de ajedrez, se exhibe en Gijón ante 25 rivales: "No acabo cansado"

Faustino Oro, campeón de ajedrez, posando para LA NUEVA ESPAÑA en Gijón. | MARÍA RENDUELES

Faustino Oro, campeón de ajedrez, posando para LA NUEVA ESPAÑA en Gijón. | MARÍA RENDUELES

María Rendueles

María Rendueles

Gijón

Con once años, Faustino Oro ha vivido más torneos internacionales de ajedrez que muchos adultos en toda su vida. Ha venido por primera vez a Asturias para participar en una exhibición de partidas simultáneas durante el festival Cómic Con. Lo hace con la misma naturalidad con la que otros chavales de su edad se sientan a jugar a la Play. Solo que él, en lugar de videojuegos, se enfrenta a la vez a 25 rivales en el tablero. Y suele ganar.

De voz rápida y curiosidad despierta, Oro habla del ajedrez como quien lleva toda una vida dedicándose a él. "Vine a jugar una simultánea, contra unas 25 personas", cuenta en la Cómic Con de Gijón. Es su primera vez en Asturias, y aunque no conocía demasiado el festival, se adapta al ambiente como si fuera uno más. "También tengo ganas de comer cachopo", añade entre risas.

Durante las simultáneas, camina entre tableros, hace una jugada en cada uno y vuelve a comenzar el recorrido cuando todos sus rivales han respondido. Una especie de baile estratégico que requiere concentración, memoria y una capacidad de anticipación que muy pocos poseen. Él, sin embargo, asegura que no acaba demasiado cansado. "Un poco, pero no mucho", responde con una sonrisa.

Empezó a jugar en plena pandemia, con seis años y medio, porque patear la pelota en casa molestaba a su padre mientras trabajaba. Alejandro Oro decidió enseñarle las reglas del juego para mantenerlo ocupado. "Al principio era muy malo", admite. Jugaba en una plataforma online y su puntuación se desplomó de 800 a 195 en una semana. Pero entonces entró en juego el incentivo: si subía 100 puntos, su padre le daba un premio. "Normalmente, jugar al FIFA", recuerda entre risas. Cinco años después, Oro acumula un elo –tipo de clasificación– de 2465, ha vencido al mismísimo Magnus Carlsen en partidas online no una, sino tres veces, y ostenta el título de Maestro Internacional, con solo 11 años. Su objetivo, claro, es convertirse en Gran Maestro y, más adelante, campeón del mundo.

Faustino Oro, campeón de ajedrez, posando para LA NUEVA ESPAÑA en Gijón.

Faustino Oro, con su pieza de ajedrez favorita. / María Rendueles

Vive en Badalona desde marzo de 2024, cuando su familia decidió mudarse desde Buenos Aires para que pudiera competir con más frecuencia y contra rivales de alto nivel. "En Argentina ya no había torneos suficientemente fuertes. Era el mejor en casi todos", explica su padre. "Aquí tiene más oportunidades, hay grandes maestros, torneos, y moverse a otras partes de Europa es mucho más fácil".

El cambio le sentó bien. Está integrado en el colegio, entrena entre 60 y 80 horas al mes y viaja constantemente por torneos. Ya ha estado en Italia, Hungría, Holanda, Túnez o Emiratos Árabes, entre otros muchos destinos. Tras su paso por Gijón, se dirige a León para disputar el Magistral, donde podría enfrentarse a jugadores del top 40 mundial como Lê Quang Liêm o Viswanathan Anand.

No le han hecho test de coeficiente intelectual, ni falta que hace. Su padre lo tiene claro: "Eso mide patrones. Si entrenas, los reconoces. No dice nada de lo que uno puede llegar a hacer". Más que la inteligencia abstracta, lo que ha llevado a Oro tan lejos es una combinación de disciplina, entorno favorable y pasión. "Juega entre cuatro y ocho horas al día. Y si pierde, se recupera rápido", cuenta su padre.

Es cálido, simpático y con los pies en la tierra. Le gusta el fútbol —es del Barça–, jugar con la Play y pasar tiempo con su familia. Su abuelo, también maestro de ajedrez, fue uno de sus primeros referentes.

Quizá la próxima vez que vuelva a Asturias ya sea Gran Maestro. O quién sabe, incluso campeón del mundo. De momento, aquí deja una partida inolvidable.

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