El Revillagigedo, listo para su nueva gran muestra (y estos son los secretos que enseñará): "Nadie se va a aburrir"
"Al saber el trabajo que hay detrás, las piezas se ven diferente", dice Gretel Piquer, comisaria de la selección de obras de Unicaja, que se inaugura el día 16

Gretel Piquer, en la exposición de la Colección Unicaja en Revillagigedo, ante «Autorretrato del sillón», de Eduardo Úrculo. | ÁNGEL GONZÁLEZ
Tras las rejas y la cristalera de entrada al Palacio de Revillagigedo se cocina estos días una delicatessen cultural. Los ingredientes ya están allí y los chefs también, emplatando, y solo queda servirla, entre el 16 de octubre y el 28 de diciembre. Se trata de la muestra "La pintura contemporánea en la Colección Unicaja (1865-2000)", una selección de 84 obras de los fondos de arte de Unicaja en la que los visitantes podrán deleitarse, con entrada gratuita, con piezas de autores como Evaristo Valle, Darío de Regoyos, María Gutiérrez-Cueto Blanchard, Fernando Zóbel o Eduardo Úrculo, entre muchos otros. Es decir, siglo y mitad de historia artística, desde mediados del siglo XIX a los albores del XXI.
"Es un recorrido muy potente y, aunque no me guste la palabra, entretenido; nadie se va a aburrir", señala sobre la exposición su comisaria, Gretel Piquer, que recibió a LA NUEVA ESPAÑA en la primera planta de edificio de la plaza del Marqués. Ultimando detalles aquí y allá, Piquer explica el propósito de la exhibición: "Es mostrar la evolución de la pintura en España durante ese siglo y medio, tanto dentro del país, como aquellos artistas que van a Bruselas o a París y se forman en las vanguardias". Porque esa influencia extrafronteriza llegó también a regiones como Asturias sin necesidad de salir de ellas y "se ve perfectamente cómo hay ese trasvase de influencias" en una la exposición cuya obra ha curado Javier Barón.

«Enseñar al que no sabe», por Augusto Junquera y Lavín. |
Transitando por las estancias y corredores del palacio, Piquer se centra en su papel, que es darle "relato literario" –también cronológico, según el caso– a lo escogido dentro de un espacio "peculiar" e "irregular" que no fue levantado para en ningún caso para tener fines museísticos. La doctora en Historia del Arte admite que la distribución de los lienzos ha sido tarea "difícil" en el Revillagigedo, tanto por narrativa como por volumen, en números brutos. "Es complejo –continúa– porque las salas principales podemos verlas como mejores espacios, pero son tantas que también hay que usar las galerías del patio".

«El mastín de las Meninas de Velázquez», de Dionisio Fierros. |
Diálogo entre obras
La organización ha tratado de mantener las secciones lo "más puras posibles", pero también "estableciendo diálogo entre las obras", que son siete, véase: "Del realismo al simbolismo", "Postimpresionismo", "La influencia de las vanguardias", "La posguerra", "Informalismo y neofiguración", "Mirada internacional" y "Vuelta a la pintura". También, "historias coherentes". ¿Ejemplo? Una de las salas pequeñas en ese piso cuenta con las piezas postimpresionistas, donde se crea una "pequeña escenografía" con una obra de Darío de Regoyos y otra de Solana, oscuras, y, de golpe, un cuadro de Valle, "muy luminoso".
Sentada en el corredor del patio del que antes hablaba, ante obras de Díaz Caneja, Francisco Arias y Trinidad Fernández todavía por colgar, se le pregunta a la que a su vez es conservadora del Museo Evaristo Valle de Gijón sobre los intríngulis de los autores de la posguerra. "Es una sección que me parece muy interesante", responde, "tenemos artistas que están en distintos bandos. En el caso asturiano, Andrés Vidau lucha en el bando republicano, y tenemos al cántabro Pancho Cosío, exitoso en París, pero que abandona durante diez años la pintura porque es uno de los fundadores de Falange".

«Niñas leyendo», por María Gutiérrez-Cueto Blanchard. |
Profundizando, Vidau "va por la vía espiritual y se inspira en El Greco", dado que las vanguardias "podían tomarse como un ataque" al régimen, y Cosío recupera una temática neutra, que es la del bodegón, y "se da que su arte vanguardista tampoco encuentra un lugar lógico" dentro del contexto político. Paisajes, retratos, bodegones o costumbrismo son temas recurrentes, que permiten experimentar e "introducir la modernidad" sin encontrar conflicto con el franquismo. Paulino Vicente "el Mozo" y Antonio Quirós, entre otros, también se han tenido en cuenta a la hora de curar la selección.
Escaleras arriba. Segunda planta. Sala amplia, pero tenue: con las contraventanas echadas y cada obra iluminada con un foco. Es el apartado de "Mirada Internacional", el último cronológicamente hablando, con creaciones de los años 80 y 90 del siglo pasado, donde reina el minimal y lo conceptual, con nombres como Sol LeWitt o Joseph Kosuth.
Ante estas obras, que no solo se basan en las pinceladas, sino que hacen acopio del terciopelo, los neones o los recortes de papel, surge una reflexión sobre las diferencias entre disfrutar de una obra en persona o a través de una pantalla en este mundo cada vez más digital.

«El Rinconín», del artista Evaristo Valle. |
"Cuando estás ante la materia, estás viendo la mano de quien lo creó. En un ‘reel’ no estás aquí, en este espacio; no ves a la obra iluminada ni sigues el relato", piensa la comisaria, a quien se le viene a la mente que, "la realidad, a veces, es difícil de interpretar; y más el arte", porque "muchas veces hacemos reflexiones sin tener el conocimiento profundo que da el saber".
"Cuando se conoce el trabajo que la obra tiene detrás, la ves con otros ojos; aunque no es necesario el conocimiento para opinar si gusta o no", concluye Piquer, para quien este ha sido un proyecto de "mucho aprendizaje" y que, en concordancia con su definición primera y cerrando el círculo, es una muestra que, por motivos obvios, "merece la pena ir a ver".
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