Stéphane M. Grueso: «La desinformación y los discursos de odio son primos hermanos"
«Puede comprometer el sistema democrático», asegura el cineasta y activista social sobre este fenómeno, a la par que lamenta que «decir mentiras o insultos no tiene reprobación»

Stéphane M. Grueso en los Encuentros de Cabueñes. / Ángel González
Stéphane M. Grueso Lenoir (Sevilla, 1973), cineasta, activista social y técnico de educación de la Fundación Maldita, ofreció la conferencia «Jóvenes y desinformación: ¿qué hacemos?», en el marco de los Encuentros Internacionales de Juventud de Cabueñes. «La desinformación ataca la emoción; quiere provocar una reacción», señala.
¿Qué es la desinformación?
Un fenómeno que está marcando el tiempo que vivimos y el futuro próximo. Y que puede llegar a comprometer el sistema democrático. Estamos en un ecosistema en el que todos podemos opinar, en el que mucha gente organizada y coordinada lanza determinados discursos y en el que es difícil saber qué es verdad. Por tanto, se requiere proactividad para enterarse.
¿Es deliberada esa desinformación?
En muchos casos son errores involuntarios. Pero las hay que alguien va con una narrativa pensada o cambia un contexto con un objetivo económico, ideológico o de manipular. Hay de diferente gravedad, o hay desinformaciones que son directamente timos. Todo ello se mezcla con que cada vez es más complicado saber qué es legítimo de los cientos de impactos que recibimos.
¿Qué le parece la elección de esta temática para los encuentros?
Estamos muy felices, es una decisión muy acertada porque esto es un problema y está bien llevarlo al terreno de los jóvenes por esa desconexión que tienen muchos con los medios. Son la generación más tecnificada pero están desarmados ante la alfabetización mediática que tenemos los mayores. Son bastante fáciles de manipular en ese sentido.
¿Hay fórmulas para detectar casos de desinformación?
Siempre repetimos que ataca la emoción: va a hacer que te indignes, que te alegres. Quiere provocar una reacción. Hay que calmarse y no reaccionar de primeras, sino leerlo por segunda vez. Hay mucha desinformación que es burda o contradictoria, pero cuando juega la emoción no lo vemos.
¿En qué ámbitos sociales prolifera esta circunstancia?
El problema que tenemos es el fenómeno de la pérdida de valor de la verdad. Decir mentiras o insultos no tiene reprobación. Quiero tener, por ejemplo, políticos que no mientan y , si les pillan, que tengan una sanción. Hay quienes mezclan realidad con ficción.
¿Hay alguna ideología que promueva con mayor intensidad la desinformación?
Estudios académicos sostienen que sectores de la extrema derecha utilizan discursos manifiestamente falsos. Hay espectros políticos que tienen menos escrúpulos. Hay datos científicos que lo avalan.
¿Se incentivan así los discursos de odio?
La desinformación y discursos de odio son primos hermanos, casi todos se basan en ella. La relación no puede ser más cercana.
¿En qué medida la Inteligencia Artificial representa otro riesgo?
Es uno nuevo, aunque para crear desinformación no hacen falta grandes movidas tecnológicas. Sí da miedo que cualquiera en su casa pueda hacer un vídeo que parezca real.
¿Qué se debe hacer desde el poder para combatir este fenómeno?
Hay que educar a la gente, darle herramientas para diferenciar. Hay ejemplos de que legislar qué es verdad o mentira no ha funcionado, con unas elecciones en Francia en las que el gobierno obligó a plataformas a eliminar noticias falsas y el algoritmo tiró el anuncio de la campaña electoral, el de llamada al voto. También proponemos en Maldita incluir la educación mediática en el currículum escolar.
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