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La histórica Librería Industrial de Gijón pierde a su fundadora: fallece Natividad González a los 97 años

La que fuera dueña abrió el establecimiento junto a su marido Alfredo Suárez en diciembre de 1948

Natividad González y la fachada de la Librería Industrial

Natividad González y la fachada de la Librería Industrial / LNE

La Librería Industrial de la calle San Bernardo ha perdido a su fundadora. Natividad González falleció este sábado en Gijón a los 97 años, acompañada por su familia, la misma que sigue regentando el histórico establecimiento que abrió junto a su marido Alfredo Suárez, fallecido en 2007, en diciembre de 1948. «Se fue como vivió, siendo discreta», reconoce Belén Suárez, su hija, que junto a su hermana Mercedes sigue al frente de la librería. Natural de Sotiello, Natividad González se trasladó de pequeña a Gijón después de la Guerra Civil y por el fallecimiento de su padre. Lo hizo junto a su hermana y su madre, que sacó adelante a las dos jóvenes.

Fue el número 46 de la calle San Bernardo el local escogido para abrir la Librería Industrial. Junto a Alfredo Suárez y en una época en el que los materiales para profesiones como delineantes no abundaban en la ciudad, levantaron un negocio por aquel momento inédito. Aprovechando el conocimiento de Alfredo en la materia y el buen trato de Natividad, rápidamente se hicieron con una nutrida clientela que sigue acompañando al establecimiento más de 75 años después. «Era una persona que sabía estar, muy discreta, pero con capacidad de relacionarse con los clientes, que la mayoría de ellos ya eran amigos», explica Suárez, destacando que el mayor aprecio lo guardaba para la ciudad que la vio crecer. «No había cosa que más le gustase. Estaba enamorada de Gijón, disfrutaba paseando por el Muro, o tomando el cafetín», añadía su hija.

La librería fue ampliándose sin moverse de la zona. Del número 46 se mudaron al 50-52, con un local renovado y más amplio, pero manteniendo el de toda la vida, expositor de toda una trayectoria que todavía hoy en día conserva su esencia. Láminas, reglas de cálculo, material para dibujo técnico se podían encontrar allí sin problema. Con los nuevos tiempos también pasó a ser una copistería de referencia.

A los 80 años, Natividad dio un paso al lado para disfrutar de una merecida jubilación, sabiendo que el negocio familiar quedaba en buenas manos. «Merche y yo nos hicimos cargo de la librería, pero ella estaba siempre pendiente. Nos preguntaba todos los días cuánto habíamos vendido y nos pedía que la llevásemos hasta allí para ir a mirar», describe Belén Suárez. Las décadas tras el mostrador acabaron por pasar factura, pero el ánimo se mantuvo intacto. «Caminó hasta muy tarde, pese a tener una enfermedad por todos los años que estuvo de pie. Cuando se jubiló, al principio se aburría, pero seguía manteniendo la actividad», detalla su hija.

Natividad González siguió viviendo en casa bajo el cuidado de sus hijas. Los cafés de mañana y tarde eran obligatorios, así como el paseo diario. Los fines de semana eran para las comidas familiares y, de vez en cuando, se permitía echar algunos culines por Cimavilla. «Todavía en agosto estuvimos dando una vuelta y nos paramos a tomar sidra, alguna vez nos lo pedía», confiesa Suárez.

«Siempre atenta y sonriente», resume su hija Belén, sobre la que fue una de las comerciantes más reconocidas de Gijón. Como vivió, así quiso despedirse, sin hacer ruido, pero con el cariño de familiares y clientes que ya eran amigos y que le paraban cada vez que le veían en una de sus habituales salidas. «Le hacía mucha ilusión cuando venía a saludar algún cliente que la conocía», menciona su hija Belén Suárez, que junto a su hermana Mercedes siguen manteniendo vivo el espíritu de la Librería Industrial.

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