Se apaga la pesadilla de las familias que temieron "perderlo todo" en Gijón: comienza la caza del culpable del incendio y estas son las hectáreas afectadas
El realojo en el colegio movilizó a decenas de agentes y voluntarios para atender a los vecinos, algunos centenarios n Los residentes trajeron cafeteras y colacao, y Moriyón firmó un autógrafo a un niño

Pablo Palomo
El pavoso incendio que devoró el Monte Areo, en Gijón, la noche del miércoles ya se da completamente por controlado. El balance que hacen hasta ahora es que el fuego es que el mismo afectó a unas 40 hectáreas, una superficie mucho mayor que las tres a las que había afectado el primer foco, que se registró el día 13. El trabajo para mantener el incendio controlado se mantendrá. Habrá un retén de bomberos. Por su parte, la Policía Local sigue vigilando la zona por el aire.
Mientras, ayer dos helicópteros de la Brigada de Refuerzo de Incendios Forestales de Tineo dibujaban al mediodía un óvalo imaginario yendo y viniendo del embalse de San Andrés de los Tacones para descargar sus cubas de agua sobre los restos aún ardientes del incendio del Monte Areo. El ruido de los pájaros metálicos era lo más audible en la faldas del Areo, todavía cubiertas por el olor de una densa neblina de humo gris, mientras Daniel García García volteaba poniendo en pie las sillas de la terraza de la casa de sus padres, en el Camín de la Melendrera, muy cerca de la zona cero. Sus padres, Tino y Concepción, fueron dos de los vecinos desalojados la noche del miércoles por el avance de las llamas. Los otros casi 50 afectados también volvieron ayer, pidiendo medidas para que una tragedia así no se repita. Una tragedia que ya se tiene claro que fue provocada. La Guardia Civil, de hecho, busca a los responsables de unas llamas que fueron una reactivación de las que tuvieron lugar el pasado día 13, según los informes elaborados por la Brigada de Investigación de Incendios del Principado de Asturias.
La noche del incendio fue larga. Los bomberos de Gijón y Asturias trabajaron a destajo para mantener a ralla las llamas. La lluvia caída sobre Gijón de madrugada y el cambio en las rachas de viento ayudaron a contener el fuego. Las labores se mantuvieron todo el día. A primera hora, se reforzaron con la brigada de drones de la Policía Local. Desde las alturas, fue más sencillo identificar los focos aún activos. El fuego se dio por controlado pasadas las nueve de la mañana. "Las condiciones han mejorado y la lluvia ha ayudado. Hemos pedido apoyo aéreo", explicó entonces el concejal de Infraestructuras Urbanas y Rurales, el forista Gilberto Villoria, presente para apoyar el trabajo de los profesionales.
Marcaba el reloj poco más de las diez menos cuarto cuando hicieron acto de presencia los helicópteros de la BRIF de Tineo para refrescar las zonas de acceso complejo por tierra. La operación fue escoltada por patrullas de la Policía Local y de la Guardia Civil, desplegadas por las parroquias de San Andrés y Montiana. El nivel de alerta dos del Plan de Emergencias Municipal estuvo activo hasta el mediodía. Tras una reunión en la Jefatura de la Policía Local, se bajó al nivel uno. Fue entonces cuando se decretó el regreso de los vecinos a mediodía.

El regreso de los vecinos afectados por el grave incendio de Gijón, en imágenes / Juan Plaza / lne
Muchos de los desalojados en el polideportivo del colegio Montiana, donde se montó todo un centro de operaciones con agentes de los tres cuerpos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como de Protección Civil, optaron por pasar la noche en casa de parientes y vecinos, otros en el pabellón y otros en un hotel del paseo de Begoña en el que, por el operativo municipal, se habilitaron plazas para quien lo necesitara. Ahí se quedaron, por ejemplo, María del Pilar Iglesias, una vecina de 101 años, que pasó primero por el polideportivo escolar, pero también Celestino García y su mujer Concepción García. Su hijo Daniel les fue a buscar en coche. "Pasamos la noche bien, aunque hubo un poco de lío para volver", contaron.
Ya en su casa, en el barrio de la Melendrera, en San Andrés de los Tacones, la cual por cierto está al pie del argayo que en 2010 les dio un buen susto, la familia recuperó la calma. Daniel García vive en Gijón y la noche de hace dos días, como buena parte de la ciudad, se asomó a la ventana porque sentía como la calle apestaba a humo. "Empecé a oler a quemado y llamé a mi madre. A la media hora me volvió a llamar y me dijo que los desalojaban. Los llevó la Policía Local al pabellón y allí estuvimos hasta casi las tres de la mañana", resumió García, mientras los helicópteros de la BRIF no dejaban de hacer pasadas. "De pequeño recuerdo incendios y en 2023 hubo uno grande, pero como este no había pasado. Entiendo que el desalojo fue más por precaución, por la experiencia de los fuegos del verano", opinó García tras un incendio que esta vez calcinó 40 hectáreas.
Un gran resplandor y un frente de llamas avanzando
Rosa María Valdés fue otra de las vecinas desalojadas. Su casa, también en la Melendrera, está muy cerca de donde los bomberos seguían trabajando ayer. Desde su ventana se veían los helicópteros pasar. "Nos temíamos lo peor. Que nos quedábamos sin nada. Nunca había pasado algo así", contó a la entrada de su vivienda unifamiliar. A ella se acede por un camino en cuyo comienzo se apostaban sobre las tres de la tarde dos patrullas de la Policía Local y había aparcados otro par de camiones de los bomberos de Gijón. Mientras hablaba, se ve ascender a un camión de los bomberos de Asturias al monte. Su noche fue movida. Y no solo por el incendio. Fueron su marido, su hija y ella al pabellón. Fruto de los nervios, su retoña, que tiene unos 20 años, resbaló y se hizo un esguince de tobillo. Acabó en el Hospital de Jove y terminaron durmiendo en casa de unos amigos. "El susto va a tardar en irse. Llevamos así desde el sábado. Últimamente pasa un día sí y otro también", lamenta una mujer que, entiende, lo sucedido ha sido provocado. "Al desalmado que lo ha hecho lo tienen que pillar", aseveró.
Irene González, otra vecina, tampoco se ha sacudido el sobresalto. Ella vive junto a su marido y su hijo de dos años en el camino de San Andrés a Candás, todavía más cerca de la cima del Areo. "Nos enteramos de lo que pasaba por un grupo de Whatsapp. Estamos cerca, pero por cómo se movía el viento aquí no se olía nada", explicó. "Luego ya me asomé y vi un gran resplandor y un frente de llamas. El humo había empezado como un foco pequeño y en cosa de dos horas se montó una tremenda", apostilló. "Iba muy rápido y temíamos que se nos llegara a quemar la cosa. Nos salvó la lluvia", remató una mujer que, como el resto de afectados, mira de reojo a la evolución del viento.
Frente a la casa de González vive José Manuel Muñiz. El hombre, de 79 años, camina por el porche hasta apoyar sus brazos a la verja que da acceso a su vivienda. Su perro, "Bras", un pastor alemán ladra a los coches y las motos que pasan hasta que su dueño se detiene junto a él. Entonces, se tumba manso. Como si quisiera escucharle. Muñiz estuvo en el polideportivo de Montiana. Fue de los primeros en llegar y tuvo que esperar hasta que se localizó a Chema Suárez, el director del centro, que era el que tenía la llave del colegio. "El problema es que los montes están muy abandonados y que en San Andrés ya queda viviendo poca gente y casi nadie sube", analizó. "Por suerte no ocurrió una desgracia. Ahora queda esperar", sentenció.
La tesis de que el Monte Areo necesita más cuidados la sostiene también Tino Mendoza, presidente de la asociación de vecinos de Monteana. "Es algo histórico, ya. Pasa en muchos montes, que hay parcelas que ya nadie mira para ellas. Yo voy mucho y a veces he pensado que cualquier colilla mal pagada puede provocar que todo queme", dijo. Sobre si el incendio pudo ser intencionado o no, duda. "Quizás lo fue el penúltimo y con el viento que hizo levantó algún rescoldo", añadió.
Algo diferente piensa José Luis Fernández, líder vecinal de Serín, quien lo que pide es "una política forestal". "Lo de limpiar el monte es algo más complejo. Por la zona, otras veces han quemado puntos que estaban limpios. Al final, lo que falta es un plan forestal", concretó. Mientras, Bryan Calvo, líder vecinal de San Andrés de los Tacones, que, como Mendoza, fue uno de los desalojados. "Entiendo que sí, que algo falla", dijo sobre los cuidados. "A los pirómanos hay que tenerlos controlados. Por como ardió todo sí creo que fue provocado", zanjó tras un incendio que mantiene trabajando a un retén de bomberos.
La noche más larga del poblado de Monteana
Estaban a punto de dar las once y media de la noche en Monteana cuando las llamas del incendio del Monte Areo ya eran perfectamente visibles desde el poblado. Alrededor del colegio, una larga cola de vecinos esperaba a las puertas del centro escolar, aguardando a la llegada del director, Chema Suárez, con la llave, para poder cobijarse en el polideportivo. Durante algo más de una hora y media, los vecinos esperaron en la calle, de noche y poniéndose de espaldas cuando las fuertes rachas de viento barrían el lugar haciendo temer lo peor. A lo lejos, en el monte, las sirenas azules de los bomberos se veían con intermitencias. Entonces, llegó Chema Suárez, el cual fue avisado por teléfono por uno de los presentes y dio comienzo la que, muy seguramente, haya sido una de las noches más largas del poblado de Monteana.
Suárez accedió al colegio seguido de unos pocos vecinos y también de agentes de la Policía Local y Nacional. Prendió las luces y abrió las puertas del pabellón. En el pequeño polideportivo, vecinos como Bryan Calvo o Tino Mendoza, líderes vecinales de San Andrés y Monteana, colocaban sillas de diferentes colores para ir dando sitio donde sentarse al resto de vecinos. Pese a lo complicado de la situación, la solidaridad vecinal fue también el bálsamo para aliviar una noche de tensión.
Muchos vecinos se lanzaron a colaborar. Uno fue Ethan Pérez, que dio la voz de alarma en los primeros compases y ayudó a ganaderos a recoger a sus animales. En el polideportivo hubo personas mayores. La más mayor fue María del Pilar Iglesias, de 101 años, que llegó en silla de ruedas y vivió la noche tapada por una manta roja. Terminó por dormir en el hotel del paseo de Begoña. "Estábamos en casa, acabamos de cenar, cuando nos llamó la policía", contaron sus hijas, Lourdes y Gloria Riol.
Por el polideportivo también se pasó la Cruz Roja y varios sanitarios, que se encargaron de atender a todo el mundo. Algunos vecinos tuvieron conatos de ataques de ansiedad. Había también mascotas y unos cuantos niños. Uno de ellos fue Raúl Álvarez que protagonizó una de las anécdotas de la jornada. Se acercó junto con su hermana a la alcaldesa, Carmen Moriyón, cuando esta llegó a Monteana. Y le pidió un autógrafo a la primera edil que esta le firmó de buen grado.
Moriyón fue la primera en llegar. Habló con prácticamente todos los vecinos y estuvo en permanente contacto con la Guardia Civil y los policías. El concejal de Servicios Sociales, el popular Guzmán Pendás, también estuvo. Fuera, la lluvia no empezó a caer hasta la madrugada. En el exterior del recinto aparcaron varias patrullas, ambulancias y la UVI Móvil por lo que pudiera pasar. No hubo que lamentar heridos más allá de una joven, la hija de Rosa María Valdés, que sufrió un esguince. La quisieron evacuar en silla de ruedas pero ella hizo un esfuerzo por ir a pie. Con el paso de las horas, fueron llegando los víveres. Botellas de aguas, que cargaron algunos pequeños como Raúl Álvarez en otro gesto propio de la inocencia de un niño, cafeteras y también sobres de cola cao para los críos. Fueron esos pequeños detalles que pueden, y de hecho hicieron, un gran bien para aliviar una noche larga en Monteana.
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