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El baile (y la electrónica) revolucionan la plaza del Marqués de Gijón con tres actuaciones

Una coreografía con 19 alumnas de diversos centros y una performance, ambas al ritmo de sintetizador, cerraron la 25.º edición de "Danza Xixón", en una jornada que culminó con una sesión dj

La danza (y la electrónica) revolucionan la plaza del Marqués de Gijón con tres performances

VÍDEO: Oriol López / FOTO: Luisma Murias

Baile, música electrónica y ambiente festivo. Con esos tres ingredientes se coció ayer al mediodía el I Danzódromo, evento que puso punto y final a la XXV edición del Festival de Artes del Movimiento «Danza Xixón», desarrollado entre el 22 y el 26 de octubre. El programa incorporó tres secciones: una muestra de su I Laboratorio Coreográfico –una colaboración que reúne a más de doce escuelas y academias de Asturias y el Conservatorio Profesional de Danza, bajo la dirección del catedrático de danza Yoshua Cienfuegos– y la experiencia performativa de la coreógrafa Marina Pravkina, que hizo doblete con una sesión DJ al final del show, que acogió la plaza del Marqués.

«Este no es un espectáculo per sé, lo interesante es que es una fiesta de cierre para celebrar los 25 años de Danza Xixón», explicó Jimena Rodríguez, coordinadora del festival y directora de programación de la Fundación Municipal de Cultura, en los instantes previos al evento, para el que ya estaba todo a punto en la plaza: cuatro enormes altavoces, una mesa de pinchadiscos y una pista de baile con plataforma.

Marina Pravkina no dejó indiferente a nadie con su creación, «The Grooves Experience», que abrió el Danzódromo. La idea de la bailarina tenía como trasfondo «una reflexión sobre la cultura de club», es decir, sobre la idiosincrasia de los locales de música electrónica. Esa disertación tuvo una parte física, que son «los cuerpos en una danza colectiva, un baile que traspasa de cuerpo a cuerpo», desgranó la propia artista, que encarnó por sí misma una trinidad del colectivo electrónico: DJ, baile individual y baile colectivo al ritmo de los graves.

Así lo hizo. Contó con la ayuda de un grupo de alumnos del taller que impartió dentro del festival de danza gijonesa en una performance en la que reinó la improvisación. Y logró su propósito, porque de las varias decenas de los que se detuvieron atraídos por la música acabaron moviendo el esqueleto para llenar Cimavilla de diversión, como ya lo lograse el festival en los jardines del Naútico.

Una actividad inédita

La actuación coordinada por Cienfuegos trasladó el foco de atención de las puertas del Revillagigedo a unos metros de Pelayo y formó un gran corro de espectadores para disfrutar del trabajo de las 19 participantes de la actividad inédita de colaboración. Las chicas, de diversos centros académicos, nunca habían trabajado juntas, pero brindaron una danza colectiva plagada de ritmo, velocidad y movimientos precisos.

Para el director escénico ha sido una experiencia «estupenda y positiva» en varios sentidos: «Aúna personas de distintos centros, permite compartir experiencias y alimenta el campo de la danza». «Queremos generar puentes entre escuelas y artistas y este tipo de iniciativas son muy necesarias», agregó.

La preparación de la coreografía fue en tiempo récord: solo dos días. La toma de contacto se produjo el viernes, a lo que se sumaron siete horas de trabajo el sábado y algunas más el domingo por la mañana. «El show tiene un pequeño recorrido artístico, pero su valor está más en ser una experiencia en sí misma», remató Cienfuegos, refiriéndose al «gran logro» que supuso la colaboración de tantas escuelas de danza del Principado.

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