Nayat Ahmed, traductora y activista árabe: "Cómo mujer saharaui, si tuviera el Sáhara libre no vendría a España ni de vacaciones"
«Por una ignorancia planeada, los inmigrantes son el chivo expiatorio de que el país ‘esté mal’», dice la autora, que firma la obra «Las fronteras del color»

Nayat Ahmed Abdesalam, con su obra, en la librería La habitación propia, en Gijón. / Ángel González / LNE
Una historia real escuchada en casa y escrita para un manifiesto contra el racismo fue la chispa de «Las fronteras del color», el nuevo libro de la activista saharaui Nayat Ahmed Abdesalam (campo de refugiados saharauis de Tinduf, Argelia, 1987), que edita Círculo Rojo. La autora convirtió un texto que iba para guion de cine en un tomo con tres relatos y una idea central: «La inmigración de hoy es el resultado de ayer», refiriéndose a la relación del mundo occidental con África y aportando su vivencia personal y familiar para hablar de fronteras que van más allá del tono de piel.
¿Cómo surge este libro?
Hace dos años escribí una pequeña historia sobre Mamadou, el personaje que lleva el peso del libro, para un manifiesto contra el racismo de una asociación. Esos hechos sucedió hace muchos años en Canarias, me los contó mi padre. Decidí desarrollarlo como guión para un corto o un largometraje, porque el audiovisual llega más a la gente. Luego pensé que era muy difícil financiar una película y, más desde mi ‘no privilegio’, así que convertí el guión en un libro.
¿Cómo discurre?
Son tres historias en las que hablo también desde la relación histórica. Intento hablar no solo desde los propios relatos de unas personas a las que les sucedió algo, sino que trato de ir al origen. Por ejemplo, en las noticias no veo la realidad, sino una manera de desinformar sobre estos temas. Lo que se dice en redes sociales ya ni lo cuento. Se obvia la historia, la geopolítica y las relaciones de Europa con todo el continente africano. La inmigración de hoy es el resultado de ayer. Si realmente no quieren que vengamos, que nos dejen tranquilos, con todas. Puedo asegurar que nadie vendría por gusto a un país donde se les discrimina en la calle por su tono de piel y su cultura. ¿Si tengo todo lo que necesito en mi tierra por qué iba a emigrar? Como mujer saharaui, si tuviera el Sáhara libre no vendría a España ni de vacaciones.
¿Cómo informarnos, pues?
Saliendo del círculo para conocer otras realidades. Para el pueblo, desde la ignorancia planeada desde el poder, los inmigrantes somos los chivos expiatorios de que este país «esté mal». Cuando digo inmigración hablo de todos los países que tienen relación histórica con España. Pero nadie se atreve a cuestionar a las multinacionales, por ejemplo, que están arrebatando a los españoles de sus propiedades y de su vida. En vez de poner el foco en el problema real, lo ponen en nosotros. Senegal es muy rico en pesca, pero no pueden pescar en su mar porque ya se encargó España y Francia para repartirse el pastel con el estado senegalés.
También son fronteras el idioma, la cultura, además de la piel.
Hablo de todas y puedo hacerlo desde el privilegio de que al menos tengo una documentación española. Y no por nacer aquí o porque España cumpla con la Memoria Histórica con el Sahara, sino porque mi padre nació en Canarias. En Asturias llevo 16 años, pero sigo siendo saharaui, africana, musulmana. Antes de venir solo era «Nayat», aquí es donde me he vuelto «mora», «inmigrante» y muchas otras cosas que yo no era; pero bienvenidas son, porque de esa rabia saco otras cosas y no habrían nacido cuestiones como este libro, que habla de mucho dolor pero, uno que no me impide ver la buena gente que existe. En la obra hablo del HUCA en una historia, porque hay muchos asturianos que viajan al Sáhara para ser voluntarios. Hablo de esa relación, en la que se traían personas para tratar enfermedades que allí no era posible. Es una manera de agradecer, además dedico el libro a mis abuelos, en especial a mi abuela. También a ella la trataron siempre bien los sanitarios, aunque no tuviese documentación.
¿Por qué a su abuela?
Llegó en 2014 con mi madre y traté de regularizar su situación a través de una abogada muy involucrada en esta coyuntura y a la cual le agradezco mucho. Lo hicimos justificando documentalmente su relación histórica y la denegaron. ¿Cómo es posible que le ocurra eso a una persona es pensionista en España, por ser viuda de mi abuelo, que era militar? Es contradictorio. Luego pasamos a aducir derechos humanos, porque era una mujer de casi 90 años y con toda la familia aquí no podía estar en un campamento de refugiados. Falleció en Cabueñes antes de que se resolviera. Dos meses después nos notifican que la rechazaron por segunda vez. Estaba rota por su muerte y esa noticia sumó rabia. ¿Se peude deshumanizar tanto? Así que siempre quise hablar de ese dolor de las fronteras que nos atraviesan a todos los que migramos.
¿Qué frontera de las que habla urge más borrar?
No dejaría ni una. Se debe entender que el mundo es heterogéneo y las diferencias deben verse como algo bueno.
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