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Crónicas gijonesas: En un campo no santo

Un recorrido por los enterramientos laicos de El Sucu, que trajeron curiosas polémicas como la muerte de César Menéndez, un joven de 22 años cuyo cuerpo secuestró el cura y fue enterrado en zona católica contra la voluntad de su familia

Crónicas gijonesas

Crónicas gijonesas

Luis Miguel Piñera

Luis Miguel Piñera

Cronista oficial de Gijón

El cementerio de El Sucu, en la parroquia de Ceares, fue inaugurado el primero de enero de 1876, aunque el original proyecto era de diez años antes, al tiempo del despegue industrial de Gijón; antes contaba la ciudad con el cementerio de La Visitación en los derredores de la iglesia Mayor de San Pedro. Pachín de Melás en un artículo publicado en el diario "La Prensa", en el día de Todos los Santos del año 1920, escribe que el cementerio de La Visitación se llamó así porque "el primer cadáver allí enterrado fue el de una señora llamada doña Visitación Jove".

Ese de Ceares ya desde el principio contó con un terreno dedicado a enterramientos no católicos en la parte oeste y separada del resto por una tapia que se ordenaba hacer "de entre dos y medio y tres metros para que ni alimañas ni ladrones de tumbas en él entraran". En 1888, se amplia este terreno laico ―y no fue, naturalmente, esa la última ampliación― al solicitarlo varios vecinos de apellidos foráneos como Hulton, Pozzi y Davinson, que se comprometían a cuidarlo ellos mismos poniendo flores y árboles en ese terreno; también firmaban la solicitud, además de otros gijoneses, los sacerdotes evangélicos Juan Emeterio Fuentes y José Garcia Rubiera-Sala. Ellos ratificaban su petición con el sello de la "Iglesia Evangélica de Jesús" formado por un ancla y una cruz además del lema "Dios es Amor".

Estos eran todos los firmantes, alguno de ellos masones: Juan Emeterio Fuentes, José García Rubiera-Sala, Fermín Suárez Crosa, Antonio Riera Campa, Santiago Pozzi, José Schilze, Agapito Llames, Enrique Fernández González, Luciano Coste, Ramón Camino, Juan Davinson, Nicanor Blanco, Emilio Schimidt y Alfonso Hulton Rodríguez. Lo vemos en el expediente número 27 del año 1888 conservado en el Archivo Municipal de Gijón

La parcela civil de Gijón, que entonces tenía su entrada por un lateral en lo que hoy es la cuesta llamada Camino del Sucu, contó desde principios del siglo pasado con la monumental entrada que hoy conocemos, sin símbolo religioso alguno y presidida únicamente por el escudo de la ciudad y el año de su construcción, 1902. Es curioso que casi todos los recintos civiles, no sólo este de El Sucu, estén situados a la izquierda de la puerta principal.Todo el conjunto civil gijonés está simbólicamente a la espalda de la capilla que el arquitecto municipal Mariano Medarde proyectó en el año 1894.

Por lo que se refiere a los arquitectos autores del cementerio, diremos que el primer proyecto fue de Ricardo Marcos Bauzá , el mismo que el del cementerio de Avilés, ― siendo a partir de 1904 responsabilidad sus reformas y ampliaciones de Miguel García de la Cruz, como se sabe importantísimo arquitecto ―"playu" porque nació en Cimavilla al lado de la Torre del Reloj. Años más tarde dejó en Gijón muestras tan emblemáticas en la ciudad como el edificio de la Gota de Leche, la Cárcel de El Coto o la Pescadería.

Una visita al recinto civil hoy nos permite ver, a su entrada, el monumento al primer enterramiento que allí tuvo lugar en 1876 a los pocos meses de inaugurarse la necrópolis; se trata del de Luis Truan Lugeon cuyo texto inscrito en el mausoleo dice:

"Don Luis Truan Lugeon. Primer Director Facultativo de la Fábrica de Vidrios La Industria, perteneciente a Cifuentes, Pola y Compañía. Nació en Nyon, Suiza, el 25 de agosto de 1799. Murió en Gijón el 19 de junio de 1876. A cuyas dotes poco comunes debe dicha Sociedad los progresos obtenidos en la fabricación. Gijón reconoce en él uno de los fundadores de su primer establecimiento industrial, donde hallan sustento gran número de trabajadores honrados. Llevó al sepulcro el amor de sus hijos, el respeto de cuantos le conocieron, el cariño de sus amigos y el agradecimiento de los que, a su inteligencia y desvelos deben su fortuna y el bienestar de su familia. Que Dios en su infinita justicia haya reservado un premio a sus virtudes".

Polémicas por enterramientos en ese "no camposanto" hubo muchas. Por ejemplo a mitad de diciembre de 1915 moría el joven César Menéndez Palacio de 22 años, y nos cuenta "El Noroeste" que murió como vivió, fuera de la iglesia católica. Sus padres se disponen a enterrarlo en la parcela civil de El Sucu, "pues sagrada es toda tierra", pero el cura "secuestró el cadáver inhumándolo en la parte católica". La Logia Masónica Jovellanos, la Tertulia Republicana, el Partido Socialista, el Partido Republicano, Solidaridad Obrera, el Comité Reformista y el Círculo Malquiadista firman un escrito de protesta dirigido al presidente del Consejo de Ministros en Madrid, texto que publica "El Noroeste".

El 19 de diciembre una carta de Rosario de Acuña al mismo diario decía: "Siento que mi firma no figure en la protesta que las izquierdas de Gijón han formulado contra el desafuero que ayer realizó el fanatismo reccionario. Me adhiero a todos ustedes. [...]. ¡Ah si el cadáver de Cesar Menéndez se galvanizase y se transformara en el símbolo de la unión de las izquierdas gijonesas! Mi pésame y mi enhorabuena a los padres del dichoso joven. Dos veces dichoso. Por haber muerto y por haber reunido en un haz las huestes democrática". Rosario de Acuña murió en mayo de 1923 y está enterrada justo al lado del mausoleo de Luis Truan.

Retrato de Gijón

En un campo no santo  | FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ

En un campo no santo / | FUNDACIÓN ALVARGONZÁLEZ

Marcelino González

Marcelino González García compró a comienzos del siglo XX un extenso terreno en El Llano del Medio y lo urbanizó. Es decir, trazó unas calles en forma de cuadrícula, y en ellas levantó algunas casas para obreros. Y le puso a las calles el nombre de sus hijos y esposa. De pie, de izquierda a derecha, Ana María, Rosalía y María Josefa. Sentados: Pedro Pablo (abrazando a Julio), Eulalia Álvarez la esposa de Marcelino González García, Zoila en el suelo, Marcelina, Marcelino padre, Marcelino hijo y en el suelo Serafina a quien llamaban Finita. Año 1906 Foto de la Fundación Alvargonzález.

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