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La figura de la semana: Pierre Fernández, un tenaz portavoz de las charangas de Gijón

Nacido en Bélgica y vecino de El Llano, entró en el mundillo carnavalero como afición y terminó apasionado dentro de un colectivo donde brilla su amabilidad y ayuda sin contar el color de la camiseta

Pierre Fernández

Pierre Fernández / Mortiner

El Llano

Habitual es probar un nuevo hobby, que se acaba convirtiendo en pasión. Esa actividad para ocupar el tiempo libre, satélite, torna en astro sobre el que orbita la ilusión. La historia de Pierre Fernández Fernández reza igual: entró en una charanga como afición, pero terminó en pasión. Una que va ya mucho más allá de su propio grupo, Los Tardones, y se extiende ahora a la totalidad de charangas gijonesas al actuar como uno de sus principales portavoces y cara más visible de las reivindicaciones por los retrasos en obtener sus permisos de ensayo, exenciones que lograron este miércoles. Los grupos son rivales sobre las tablas del Jovellanos, pero, más que amigos, hermanos en la lucha por el buen venir del Antroxu gijonés, como han demostrado, y este charanguero tenaz siempre está ahí para echar una mano, a los suyos o a otras charangas, con lo que haga falta, según afirman los que le conocen bien.

Pierre nació en Bélgica, en 1965, fruto de un matrimonio entre un gijonés y una candasina que emigraron por trabajo en aquella época, como tantos otros, pero no tardó en pisar Gijón, ya que la familia regresó cuando el pequeño contaba con cinco años. Residente en el barrio de El Llano desde siempre y padre de un hijo, estudió en el Rey Pelayo y fue obstinado con sus defensas ya desde tierna edad. En su primer DNI alguien decidió traducir su nombre y ponerle Pedro; cosas que pasaban en la España de otros tiempos. Él nunca quedó conforme hasta que recuperó el nombre que le corresponde, el que le pusieron sus progenitores, en su documento.

Charanguero desde hace una década, ha trabajado como refractarista en Arcelor durante casi toda su vida profesional, un oficio de calor, fuego y precisión, moldeando materiales para que resistan lo que otros no soportan. No está mal como metáfora de lo que, a su vez, hace en su charanga: montar, soldar, ajustar, volver a empezar. Su territorio natural es el equipo de "tornillinos", es decir, preparar estructuras, atrezos, artefactos y otra ingeniería de fondo que hace posible el brillo fugaz de minutos sobre el escenario del Jovellanos. También gestiona logística de la charanga con alquileres de nave, camiones o permisos de estacionamiento y habita en su local de ensayo más horas que su propia casa. Además de zambullirse en el mundo del carnaval, cayó rendido a las artes marciales y es cinturón negro quinto dan de judo.

No es raro este gusto por la creación. Desde pequeño le presta coser, una habilidad que le enseñó una tía, modista. Gracias a ella, confeccionó para sí mismo unas coloridas bermudas, una prenda muy de moda en el momento, pero de un alto coste económico. Acabaron apagadas de tanto uso, cuentan.

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Primer año charanguero, primer disfraz. Su debut fue con el espectáculo "Futuro". Falda para todos, rubor para él. Al principio. Le duró poco la vergüenza, porque con el tiempo hubo más faldas y mejor porte y garbo. La de tubo es la que mejor le queda, dicen las preferencias de los charangueros. Su implicación con el disfraz es tal que, en otra ocasión, se tiñó pelo y barba para interpretar a Zeus en un show con temática de la antigua Grecia. El resultado no fue el esperado y acabó luciendo gorra. Cosas que pasan.

Pierre nunca necesitó un cargo para destacar en su charanga, para la que es una pieza clave, elogian sus colegas. Fue presidente un año, pero lo decisivo es su largo servicio como secretario. Traducción: el que abre el local a cualquier hora, el que corre a por una pieza a últimen el último momento, el que recoge a media charanga en el coche –aunque una vez, en una fiesta de prao, perdió la llaves del vehículo y revolucionó a toda la charanga, que las buscó con las linternas del móvil hasta que aparecieron.

Su liderazgo tiene una explicación sencilla y es que es un buen hombre, una buena persona. La opinión es unánime, lo señalan en su charanga y en otras, y lo ponen por las nubes porque es alguien de gran trato, cercanía, y amabilidad, que ayuda, aunque el color de la camiseta sea otro. Una hermandad así no se improvisa, nace del corazón, y nadie ha dicho nunca una palabra sobre otra acerca de él. Aunque, si le tienen que echar en cara algo, es el secretismo con su riquísima mistela, que ofrece con una media sonrisa y de la que jamás suelta fuente o fórmula, por muy bueno que sea el negociador.

En la concentración de la plaza Mayor, con los tambores callados y antes de hablar los silbatos, él leyó el manifiesto para manifestar que cada semana perdida encoge coreografías, afina menos y resta calle a todas las charangas, temerosas de no llegar al Carnaval no por sí mismas, sino por quizá dejar cojo al Antroxu y cojo y fallarle. Fue un trabajo de las catorce charangas, pero Pierre estuvo al pie del cañón, ensalzan, para que casi un millar de personas puedan ya ensayar con la ilusión de siempre. Por ellos y por Gijón.

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