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Entrevista | Begoña Ferrín Presidenta de la Asociación Vecinal Fumeru

Begoña Ferrín, presidenta de la asociación vecinal "Fumeru": “En el Llano hay mucha gente que necesita ayuda y está desatendida”

Pone el foco en los problemas sociales del barrio del Llano: vivienda, salud mental y falta de implicación vecinal

Begoña Ferrín, presidenta de la Asociación Vecinal Fumeru

Begoña Ferrín, presidenta de la Asociación Vecinal Fumeru / Lucas Cid

Demi Taneva

El Llano cuenta con más de 40.000 habitantes. Su diversidad y su peso en la vida de la ciudad son indiscutibles, pero también arrastra problemas que van más allá de lo urbanístico. Desde la Asociación de Vecinos Fumeru, su presidenta, Begoña Ferrín Magaz, pone el foco en las personas y en los retos sociales que afronta una comunidad en pleno cambio.

¿Cómo describiría el barrio del Llano y qué lo diferencia de otros de Gijón?

El Llano es, por población, el más grande de la ciudad, con casi 42.000 vecinos. Dentro de esa cifra hay una gran diversidad, porque en los últimos años ha llegado mucha población migrante. Eso nos hace un barrio muy multicultural, y creo que tenemos que aprender a convivir y a mentalizarnos de que esta realidad ha venido para quedarse.

¿Cómo ha cambiado el barrio en los últimos años?

Ha cambiado mucho. Antes era un barrio más homogéneo, pero ahora es más variado, más plural. Se han perdido algunas costumbres de vecindad, pero también se han ganado nuevas formas de convivencia. Lo importante es que no haya rechazo y que se refuercen los lazos entre todos.

¿Qué necesidades detecta entre los vecinos?

Lo que más preocupa no son las obras ni las farolas, sino las personas. Hay mucha gente que necesita ayuda y está desatendida. En el barrio no hay atención en salud mental, y eso me parece gravísimo. Nos derivan a otros centros y las citas son cada muchos meses. Un barrio con tanta población debería tener su propio centro de salud mental. También hay un problema con las personas sin hogar o sin empadronamiento. Sin un domicilio registrado, no pueden acceder a ayudas básicas ni pedir alimentos. Y muchas de las personas que más lo necesitan no saben siquiera cómo pedir una cita por internet o por WhatsApp. Es muy injusto.

¿Cómo está afectando el precio de la vivienda en el Llano?

Es un drama. Los precios están disparados. Un piso sin amueblar puede costar unos 600 euros, y amueblado, 800. Hay mucha gente joven o con pocos recursos viviendo en habitaciones. Antes eso se asociaba a casos puntuales, pero ahora lo vive gente trabajadora, familias enteras. También hay personas mayores que se ven obligadas a alquilar sin contrato porque no pueden pagar otra cosa. Es un problema generalizado, pero en el Llano se nota especialmente por la cantidad de población.

¿Cómo es la convivencia en el barrio?

Es buena, pero falta implicación. La gente está desmotivada y participa poco. No hablo solo de nuestra asociación, sino en general. Hay muchas quejas por cosas pequeñas —un ruido, una farola, un bache—, pero cuesta movilizarse por los problemas de fondo. Falta conciencia de barrio y participación ciudadana.

¿Qué tal funcionan los servicios públicos en el Llano?

En los centros de salud hay listas de espera largas, de una semana para atención primaria o de dos meses para fisioterapia. Los colegios funcionan bien, pero la sanidad está saturada. En cuanto al transporte, por ejemplo, los autobuses que pasan hacia Cabueñes lo hacen cada media hora, es insuficiente para un barrio tan grande. Además, hay paradas, como la de Pérez Ayala, donde no hay marquesina y la gente se acumula en la acera. Son detalles que influyen mucho en el día a día.

¿Y en cuanto a materia cultural y de ocio?

Falta todo. Si llamamos actividades culturales a las fiestas de prao o a una charla esporádica, no llegamos a nada. Se necesitarían más propuestas de lectura, música, arte, charlas interesantes… Cosas que muevan al barrio y fomenten la educación y la convivencia. Lo cultural no es solo entretenimiento, también es una forma de unión social.

¿Cómo está la situación del comercio local en el barrio?

Está muy castigado. Hay muchos locales cerrados porque no pueden competir con las grandes superficies ni con las compras por internet. Es comprensible que la gente busque precios más bajos, pero al final el pequeño comercio es el que da vida a las calles. Cada vez quedan menos tiendas de toda la vida.

Si pudiera pedir tres cosas al Ayuntamiento para mejorar el barrio, ¿cuáles serían?

Primero, un centro de salud mental propio. Segundo, una atención especial para las personas sin hogar o sin recursos, empezando por el empadronamiento. Y tercero, una relación más directa entre las asociaciones y el Ayuntamiento, sin tanta burocracia. Queremos colaborar y aportar, pero a veces las propuestas se quedan en el camino.

En cuanto a la Asociación Vecinal Fumeru, ¿cuántos sois y qué objetivos tenéis?

Somos unos 800 socios, en su mayoría mujeres. Queremos que la asociación sea de puertas adentro y también de puertas afuera, más activa socialmente. Tenemos previsto crear una vocalía de juventud y otra de inclusión, para dar espacio a más colectivos. Organizamos también un festival benéfico en diciembre, porque creemos que el barrio tiene que implicarse con causas solidarias.

¿Cómo le gustaría que fuera el Llano dentro de diez años?

Un barrio donde todos viviéramos con dignidad, sin gente en la calle, con la vivienda y el trabajo garantizados. Donde no hubiera discriminación de ningún tipo y todos pudiéramos convivir en paz. Ese sería el Llano que me gustaría ver.

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