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La ilusión frente a la soledad: las voces del Centro Social de Personas Mayores de El Llano que disfrutan el día a día con "ganas, ilusión y vida"

El centro promueve la participación, el aprendizaje y el bienestar entre sus usuarios con actividades físicas, culturales, tecnológicas y artísticas: "Aquí hay ganas, ilusión y vida"

El Centro Social de Personas Mayores de El Llano, un refugio de compañía y actividad

Demi Taneva

Demi Taneva

El Centro Social de Personas Mayores de El Llano, que acaba de cumplir 35 años, late a diario con conversaciones, risas y ganas de aprender. De lunes a domingo, cientos de usuarios llenan sus salas para jugar al billar, escribir, crear títeres o simplemente compartir un café. “Lo importante es sentirse parte de algo, que nadie esté solo”, resume su trabajadora social, María José Conejo, que coordina un equipo volcado en promover la autonomía y las relaciones entre generaciones.

El centro, dependiente del Principado, es uno de los siete incluidos en el proyecto piloto de atención a la fragilidad, dirigido a personas mayores en situación de aislamiento, con deterioro cognitivo leve o que han perdido parte de su red social tras la pandemia.

“Cada día se les ofrece una actividad diferente: cognitiva, funcional o expresiva, como el espacio café, donde lo esencial es hablar y relacionarse”, explica Conejo. “Hay personas con demencia incipiente o depresiones que aquí vuelven a conectar con los demás. Ver cómo avanzan y mejoran es muy gratificante”, añade.

La soledad es una de las realidades más duras que el centro intenta revertir. “A veces solo falta que alguien te empuje, te acompañe o te hable del centro. Cuando vienen, ya no quieren marcharse”, cuenta la trabajadora social.

El comedor y la cafetería, donde se comparte mucho más que comida

En el día a día, la cafetería y el comedor cumplen también una función social clave. “Hay gente que comía sola y ahora se junta aquí con otros”, explica Germán Menéndez, uno de los miembros de la junta del centro. “Al principio se sentaban cada uno en su mesa y ahora comparten conversación”. El menú, económico y saludable, se ha convertido en una herramienta contra el aislamiento: “Es casi un comedor social, muchos se llevan la comida a casa, y eso les da tranquilidad”, comentan varios usuarios.

El ambiente, aseguran, es lo que más les motiva a seguir acudiendo. “Esto es muy importante, porque hay mucha gente sola. Aquí hablas, te ríes, haces algo distinto”, comenta María José Alonso, una de las asistentes del grupo de lectura. “Venir aquí me ha cambiado porque tengo una ilusión. Estoy en casa haciendo cosas con la ilusión de terminar, de que llegue la hora para venir aquí”, admite Ana Mañanes, otra de las participantes de esta actividad.

Aprender, crear y convivir

Este es un centro de vida”, resumen varios usuarios que recuerdan cómo hace décadas “había mucha gente, pero sin hacer nada”. Hoy, en cambio, la programación rebosa actividad: talleres de memoria, yoga, risoterapia, escritura creativa, pintura o teatro de títeres. Lupe Morán, monitora desde hace más de veinte años, lo confirma: “Aquí cada persona encuentra su sitio. Hay quien no sabe leer o escribir, quien no tiene ritmo o memoria, pero todas avanzan juntas. Lo importante es compartir”.

Las actividades intergeneracionales son otro de los pilares. “Hacemos proyectos con colegios como El Llano, La Escuelona o Martínez Blanco, y con institutos como el de Roces”, explica Conejo. “Los chavales y los mayores intercambian historias de vida. Aprenden unos de otros y todos salen rejuvenecidos”.

El centro también cuenta con su propio podcast “Vivencias en Palabras”. “Ya tenemos siete programas en Spotify”, cuentan orgullosos Carmen Fernández, Federico Martínez, Rubén Cardín, Tere Fernández y Ana Alicia Criado, los integrantes del grupo. “Somos mayores, sí, pero con inquietudes. Queremos que Gijón sepa que aquí hay vida”.

La Junta de Participación, presidida por socios como Germán Menéndez y María Teresa Fanjul, canaliza las demandas y organiza excursiones, recitales o jornadas temáticas. “Las listas de espera son enormes, más de 200 personas quedaron fuera en el último sorteo de actividades”, explican. “Eso demuestra las ganas que hay de participar”.

Tejiendo comunidad en el barrio

El centro también promueve la vida comunitaria del barrio. “Antes los barrios tenían más convivencia, ahora todo es más individual. Queremos recuperar ese espíritu de comunidad y colaboración”, señala Conejo. “Trabajamos con los centros municipales, con asociaciones y con entidades de salud. Organizamos jornadas sobre cuidados, soledad o bienestar emocional para que los mayores sean los protagonistas”.

“Queremos que la gente sepa que este no es un sitio para venir por obligación”, subraya Conejo. “Aquí hay ganas, ilusión y vida. Las personas mayores son mucho más que su edad: son participación, aprendizaje y comunidad”. Y en el Centro Social de Personas Mayores de El Llano, cada día lo demuestran.

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