Así es la historia de la minería que se narra en seiscientas piezas en La Calzada: "Cuesta mucho encontrarlas"
El exminero Ángel Rodríguez ha recopilado en los últimos quince años una colección de lámparas, cascos y demás herramientas que expone en la calle Venezuela

Alicia García-Ovies
Ángel Rodríguez estuvo años trabajando como minero –comenzó a los 15 años en el pozo María de Villablino y se retiró en 1992 en La Camocha– y aunque no tiene recuerdos precisamente buenos de aquella época ha hecho de su profesión su gran pasión. Hace quince años empezó a coleccionar piezas relacionadas con la minería y a día de hoy cuenta con más de 600 artículos que guarda en un pequeño local de la calle Venezuela, en el barrio de La Calzada. Desde lámparas hasta cascos, así como respiradores del grupo de rescate, picos o martillos. Objetos que, si bien en su momento fueron muy comunes para algunos, a día de hoy son difíciles de encontrar.
Colgado de la pared se encuentra uno de los primeros equipos de respiración autónomo utilizado por la brigada de salvamento minero de Hunosa. "Puede tener cien años tranquilamente", apunta Rodríguez. También un cargador de lámparas, un casco de la empresa Adaro y una pequeña caldera que era utilizada para "ver cuánta ceniza daba una tonelada de carbón". Antiguos martillos eléctricos, máscaras y una colección enorme de lámparas. Hay hasta una pieza de 1864 sacada del viacrucis de una iglesia que se llevó a una mina para utilizarla como soporte de una mecha. "Luego ya hicieron los candiles de sapo, las de ácido y las primeras de foco", cuenta el mierense.
Entre un sinfín de piezas originales, se esconden también distintas maquetas que a Rodríguez le gusta realizar y que vende para seguir ampliando la colección. Destaca, especialmente, una gran reproducción del interior de una mina, a la que no falta el más mínimo detalle. La chimenea por la que sale la ventilación y que en caso de hundimiento puede ser utilizada como vía de escape hacia la galería superior, las capas de los picadores con los martillos, el cajón de la tierra, los vagones cargados de carbón tirado por una mula...

Así es la gran colección minera privada que puede visitarse en La Calzada (en imágenes) / Marcos León
"Cuesta mucho trabajo hacerse con piezas porque ya no hay. Muchas de ellas me las traen y las tengo que restaurar", explica. Su precio no es tampoco nada bajo. Gran parte de las piezas que conforman la colección rondan los 200 y 300 euros, y algunas de sus maquetas pueden llegar hasta los 500. "Es un hobby, pero el material para hacer las maquetas también es caro y además lo que gano lo invierto en comprar piezas nuevas", indica.
La historia de Rodríguez en la mina es, como la de muchos otros, un relato de superación y supervivencia. Empezó con 15 años como pinche y con la mayoría de edad realizó sus primeros trabajos como picador. También ejerció un tiempo como vigilante, "pero tenía que entrar una hora antes y esperar a que todo el mundo se fuera". El mierense estuvo a punto de morir en tres ocasiones. En Sama de Langreo llegó a estar durante dos horas enterrado. "Cuando me rescataron las monjas no me lavaron porque pensaban que me moría. Estuve varias horas en coma y cuando me desperté no recordaba qué había pasado", cuenta. Esa fue, quizás, la ocasión más peligrosa, aunque donde verdaderamente lo pasó mal fue en una chimenea que se quedó "atrancada". "El grisú trabaja y ves que te ahogas. Logré salir gracias al martillo que llevaba. Lo hacía vibrar para que me oyeran y el poco viento que daba me permitió respirar, al final un compañero me escuchó", relata. El último accidente fue el más leve, aunque se cortó "los dedos del pie". En agosto de 1992 se jubiló.
A pesar de todas estas experiencias, Rodríguez asegura que "si volviese a nacer, volvería a trabajar en la mina. Porque gracias a eso crie a una familia desahogadamente y ahora puedo disfrutar de una buena pensión". Además, para su tranquilidad, ninguno de sus hijos siguió el mismo camino.
El asturiano pasa gran parte de sus jornadas en el local de la calle Venezuela, con la puerta abierta y atendiendo a todo aquel que se acerca a interesarse por su colección, aunque esta situación no se mantendrá a largo plazo. Rodríguez está en trámites para intentar abrir un pequeño museo en una capilla de Villaseca de Laciana, un pueblo perteneciente al municipio leonés de Villablino. "Estamos pendientes de conseguir el permiso del Arzobispado y ver en qué condiciones nos ceden la capilla; necesito asegurar que sean muchos años porque esto no se puede andar moviendo de un lado a otro", explica.
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